El terror en Madrid
ETA volvió ayer a Madrid para lanzar el único mensaje que tiene, el de la destrucción. La organización terrorista redobló su crueldad atentando en una ciudad que todavía conserva las huellas visibles del 11-M y sobre una población implacablemente castigada y aún convaleciente de la mayor masacre de la historia reciente. Pero ETA no entiende más que de violencia y no le importó reproducir ayer el perverso esquema empleado por el terrorismo islamista en el mes de marzo: un atentado múltiple que sembrara el pánico e hiciera revivir la tragedia, que colapsara la ciudad en plena operación salida y cambiara la fiesta por el miedo. Ni la baja potencia de los artefactos ni el aviso previo restan un ápice de inhumanidad a quienes creen que torturar a la sociedad, hacer rehenes a sus ciudadanos y amenazar su vida es una vía para lograr sus viles propósitos. ETA quiere encerrar a los españoles en su círculo diabólico, en su lógica de muerte, para doblegar las instituciones y forzar al Estado. Pero hace tiempo que la sociedad española, sus gobiernos y sus principales partidos políticos se conjuraron para cerrar cualquier esperanza al terror, para disuadir a quienes lo amparan y contestar con firmeza a sus amenazas. Las bombas colocadas en las gasolineras madrileñas son la huella de ETA y su credo, pero también muestran su gran debilidad, la de una banda mermada por la actuación policial, férreamente marcada por la labor judicial y cada vez más aislada socialmente.
Hace unas semanas, la ilegalizada Batasuna planteó su propuesta para 'salir del conflicto'. Desde entonces, el repunte de la 'kale borroka' y la reactivación de ETA, dos caras de un mismo terrorismo, han respondido a su política medrosa y entregada. La sociedad vasca, solidaria con la madrileña y con la del resto de España, no admite más especulaciones ni suberfugios ni actitudes fingidas. Únicamente entiende de firmeza -policial, judicial, política y social- frente a la barbarie. Un sendero recorrido a fuego y sangre y que ya no admite retorno. Y ante ello, ETA no tiene más camino que la desaparición, su extinción. Aunque ayer lograra perturbar la normalidad merecida de Madrid, una ciudad que crece con cada agresión, para ira de quienes aún se conmueven con la tragedia del 11-M.
Fuente ...El Correo