El inmenso y rubio guardián de las SS abrió de madrugada la puerta del barracón. Como llevaba unas enormes tenazas en la mano, todos nos acurrucamos y cerramos con fuerza la boca. Eligió a un niño esquelético y se lo llevó en volandas junto a la verja. Cuando me asomé a la fría noche, me di cuenta de que jamás llegaría a comprender al ser humano. Con la enorme fuerza de aquella herramienta de acero, y el niño completamente quieto sobre el barro, el soldado alemán estaba abriendo un hueco en la alambrada.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esas interneses de Dios)
Saludos, salud y a disfrutar del 'finde'...
