
Los capitales huyen de toda Latinoamérica
El Central tuvo que vender u$s130 millones y colocó 200 millones más a futuro. En la City creen que la crisis es impredecible.
El temor a un colapso del sistema financiero norteamericano provocó otro temblor de los mercados a nivel global. El índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York cayó 4,1% y se ubicó en el nivel que tenía hace tres años. Las pérdidas se extendieron a Europa y a América Latina. En Buenos Aires, el Merval bajó 5,1% mientras que San Pablo retrocedió el 6,4 por ciento. Los bonos de la deuda argentina fueron arrastrados por la ola y se desvalorizaron entre 5 y 6%, por lo que el riesgo país trepó a 920 puntos.
Para frenar el alza del dólar, el Banco Central vendió 130 millones de dólares de sus reservas y colocó otros 200 millones en futuros. La cotización subió un centavo, a $3,12 en las casas de cambio y a $3,105 en el segmento mayorista. En el mercado “blue” (negro) costó 3,18 pesos. Los principales analistas de la City coinciden en señalar que la situación financiera mundial es impredecible. Al cierre de esta edición, la Bolsa de Tokio abrió con un descenso de 3,3 por ciento.
Con el objetivo de impedir un recalentamiento de las tasas de interés, el Banco Nación prestó dinero al 8,75% anual a los bancos que lo requirieron. Fue una señal de que se intentará mantener a raya el costo del dinero. Desde el Gobierno se monitoreó la demanda de billetes verdes. Hubo compras por parte de empresas y bancos. Y también un incremento de pedidos en algunas sucursales de bancos de primera línea.
Hasta hace un par de semanas, nadie podía imaginarse una ola especulativa a escala global contra los principales bancos de inversión de Estados Unidos. Mucho menos su desaparición. Pero lo cierto es que tras la quiebra de Lehman Brothers, gigantes como Goldman Sachs y Morgan Stanley eran atacados por los inversores temerosos.
El miedo a perderlo todo potenció la salida de capitales desde los mercados emergentes, aun de aquellos, como Brasil, México y Rusia, considerados "vedettes". Ayer, los fondos encontraron refugio básicamente en dos activos:
• Los bonos del Tesoro americano. Tanto fue así que el título a tres años de plazo pasó a tener un rendimiento igual a cero. Uno a diez años rindió el 3,4% anual. El Tesoro estadounidense aprovechó la demanda inversora para lanzar una emisión de 40 mil millones de dólares. Ese dinero pasará a la Reserva Federal para volcarlo a los bancos en problemas.
• Oro. La onza se encareció 11%, vale 864 dólares, y si bien está lejos del récord de 1.000 dólares de hace algunos meses, en la City no dudan en que la tendencia alcista continuará mientras persista la crisis de confianza.
En diálogo con Crítica de la Argentina, uno de los principales gurúes de la City se sinceró: “Le dije a mi esposa que me sentía enojado. La verdad es que nadie sabe cómo seguirá la crisis. Hay caos y desconfianza en los inversores, y cuando la gente tiene miedo es capaz de cualquier cosa. Por ejemplo, liquidar las inversiones y pasarlo todo al oro. Hoy, por ejemplo, todas las monedas se devaluaron frente al dólar, la moneda de Estados Unidos, que está en crisis, y a su vez el dólar perdió frente al oro. Es un signo de que la crisis es muy grave”, resumió el economista.
El riesgo moral de los salvatajes
Rollo Tomassi, como se hace llamar un creativo economista argentino, escribió en su blog (lacienciamaldita.) un interesante comentario sobre los alcances de los salvatajes financieros: “Por lo poco que entiendo de estos temas, el desplome de acciones que últimamente sigue a los salvatajes tiene que ver con que se salva a los acreedores (ej., los asegurados por AIG), pero no a los accionistas (los dueños de AIG). Hoy (por ayer) la acción de AIG cayó 45%. Moralmente es irreprochable. La consecuencia debería ser una corrida contra las acciones de las entidades de riesgo, pero no una corrida de los depositantes/asegurados/prestamistas. El riesgo de la moralidad es, claro, la transmisión de esa caída de valores al resto del sistema financiero: seguramente hay entidades que tienen acciones de AIG, que entonces pasan a estar en riesgo. Asoma un trade-off entonces: si la estatización es selectiva intra-firma, distinguiendo demasiado bien entre accionistas y depositantes, puede terminar siendo más masiva: más entidades tendrán problemas y se requerirán nuevos salvatajes.
Fuente:http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=12061
