Y va la tercera transcripción perteneciente a Tony Jazz. En esta oportunidad le toca el turno a "Encontraremos otro sitio". Verdaderamente conmovedor, porque tras el texto veo cómo pueden arruinar nuestra vida ciertas experiencias traumáticas.

Sé muy bien lo que les digo...

ENCONTRAREMOS OTRO SITIO
Cuando ella terminó su servicio él la recogió.
Mientras se acercaba al coche notó algo extraño en su manera de caminar.
Había bebido más de la cuenta.
-Hola Pablo.
-Hola Mari.
Se quedó parada en la acera mientras él abría el coche.
Miraba hacia alguna parte, con los ojos entrecerrados y su cabeza moviéndose, muy despacio, de un lado a otro.
-Me siento aquí delante, hoy no quiero ir detrás.
-Como quieras.
Ella se sentó. Trataba de abrocharse el cinturón, pero no acertaba; sus movimientos eran torpes. Intentaba mantener la compostura, pero era evidente que estaba borracha.
-Jodida cosa de los cinturones- protestó ella, con la barbilla hundida en el pecho, mientras seguía forcejeando.
Él sujetaba el volante con ambas manos y miraba al frente, tratando de no prestar atención.
-Vale, ya está, vamos Pablo.
Arrancó y recorrieron un par de manzanas. Era tarde y no había tráfico. Las farolas pasaban una detrás de otra sin prestarles atención.
-Voy bastante, bastante ciega ¿sabes?
-¿Quieres que pare? ¿Te sientes mal?
-Claro que me siento mal, acabo de pasar la noche bebiendo y follando con un tío por el que no siento nada. Ni siquiera me gustaba un poco. ¿No te sentirías tú mal?
-Me refería a si tienes ganas de vomitar o algo.
-Ya sé a que te referías, soy p*t*, no tonta.
Pablo se calló, apretó la mandíbula y siguió conduciendo.
Ella miró por la ventana.
Entonces lloró.
Paró el coche y se quedó callado. Ella lloraba y él no sabía qué decirle.
-Llévame a algún sitio bonito- dijo ella.
Se quedó un momento callado y entonces sus cejas se arquearon un poco.
-Puedo llevarte a la playa si quieres. Allí se estará bastante fresco; seguro que con este calor lo agradecemos los dos. Igual te ayuda a despejarte.
-La playa...
Entonces lloró otra vez.
-¿Qué pasa?
-Antes iba allí, a veces, con chicos a los que quería de verdad. Entonces era un sitio bonito donde ver amanecer. Hacíamos planes, nos abrazábamos y sentíamos que todo era perfecto. Ya sabes, las cosas del amor. Todos hemos tenido tiempos mejores.
Pablo asintió en silencio.
-La última vez que estuve allí -continuó- fue trabajando. También estaba muy ciega, mucho más que ahora. A veces bebiendo es más fácil. Me fui con dos tipos, de los elegantes, ya sabes. Un par de cerdos.
Lloró con mucha más fuerza y él acarició su cabeza, en un torpe intento de consolarla.
Era consciente de que su caricia estaba a medias, pero no podía hacer más.
Ella le miró, mordiéndose el labio y entonces estalló.
-Sólo era arena, Pablo; arena por todas partes, humedad, el ruido de las olas, el olor a sal y un montón de cosas flotando por ahí. No estaban los amaneceres, ni la tranquilidad, ni nada de nada.
Se abrazó a sí misma y, con la cabeza gacha y su pelo rizado cubriendo el rostro, dijo:
-Ya no puedo ver el mar.
Pabló se quedó callado y escuchó su propia respiración llenando todo aquel silencio.
Estuvieron así un momento y, entonces, puso en marcha el coche.
-Encontraremos otro sitio.
-Vale.
Ella se limpió con la manga y él condujo en dirección a la nada.