
Como el triste piloto que por el mar incierto se ve, con turbios ojos, sujeto de la pena sobre las corvas olas, que vomitando arena lo tienen de la espuma salpicado y cubierto, cuando , sin esperanza, de espanto medio muerto, ve el fuego de Santelmo lucir sobre la antena, y, adorando su lumbre, de gozo el alma llena, halla su nave cascada surgida en dulce puerto, asi yo el mar surcaba de penas y de enojos, y, con tormenta fiera, ya de las aguas hondas medio cubierto estaba, la fuerza y luz perdida, cuando mire la lumbre! Oh! Virgen! de tus ojos, con cuyos resplandores, aquietándose las ondas, llegué al dichoso puerto donde escape la vida.
Pedro Espinosa