
Enigma policial
Asesinato en la escribanía.
El señor Pérez llegó durante la hora del almuerzo. En la oficina parecía no haber nadie. Unos minutos más tarde, Pérez estaba muerto. Le habían partido la cabeza con un antiguo pisapapeles. Cualquiera de sus cuatro compañeros de trabajo, pudo haberlo hecho, ya que todos esgrimían motivos para hacerlo, tres de ellos mienten, tan sólo uno es el verdadero culpable.
Pistas
Junto al cadáver había un diccionario abierto. El dedo del muerto estaba señalando una palabra:crimen.
En la oficina había muchos papeles desparramados por todas partes, algunos estaban manchados con sangre y otros con té.
La única ventana de la escribanía tenía las cortinas corridas. El cuerpo quedaba bañado por el sol de la tarde.
Declaran los sospechosos
Pablo López (el cadete)
Lo maté yo . Cuando entré en la oficina aún desierta, ví que estaba en la ventana observando cómo las chicas tomaban una clase de aerobics en el gimnasio de enfrente. Me acerqué sigilosamente, pisapapeles en mano y le golpeé varias veces la cabeza. Me vengué, ya no soportaba más sus chistes tontos.
Cayó de espaldas, ni me molesté en saber si estaba vivo y , silbando mi tema favorito, me fuí a almorzar.
Mabel Bermúdez (la recepcionista)
Lo odiaba con todo el alma. Era un baboso, cada vez que posaba mi vista en él, lo veía con los ojos fijos en la ventana del gimnasio. Los expedientes se atrasaban y él parecía no interesarse en otra cosa que en el cuerpo de las chicas.
Cuando llegué y lo vi espiando como siempre, me dio tanta rabia que lo golpeé con el segundo tomo del diccionario. Se tambaleó, se dio vuelta y me miró con una mezcla de desprecio y odio. Sin pensarlo dos veces le dí con el pisapapeles del escribano.
Carlos Santoro (el empleado más antiguo)
Por fin me saqué las ganas. Yo llegué un poco antes que los demás para poner los papeles en orden y lo encontré sentado en el sillón del escribano, fumando uno de sus cigarros favoritos y con los pies sobre el escritorio, me acordé de todas las pavadas que hacía a diario y con todo la bronca junta le partí la cabeza con el pisapapeles.
Lamento haber ensuciado con sangre el escritorio del escribano, pero no se ensució ningún papel importante.
Gladys Ledesma ( la secretaria del escribano)
Se lo tenía merecido. Era francamente insoportable y despilfarrador. Siempre hablaba desde el teléfono del escribano con su madre que vive en Galicia.
Cuando crucé la puera, m encontré con la lámpara de rincón prendida, con la impresora sacando copias insensatas, con el tipo hablando con su mamá por enésima vez. En el acto le arrojé el pisapapeles a la cara. Después levanté el tubo y corté la comunicación.
¡Qué cuenta va a venir de teléfono con tantas llamadas a España!
¿Quién piensan que fué?
mañana solución.
