Ahí está la pregunta del millón. Y sabes cual es mi respuesta: en nada.
Entonces ¿a que tanto terror manifiesto a romper la unidad actual para crear otra unidad complaciente con todos? Siempre y cuando sea mayoritaria en las urnas, por supuesto.
La respuesta a tu cuestión estaba también en mi post anterior: ¿A qué el miedo? A la ruptura de la solidaridad económica interterritorial. A la ruptura del equilibrio político-económico de España.
Y frente a ese miedo respondemos defendiendo el derecho que nos asiste, como sencillas personas que somos, a protegernos frente al pretendido desequilibrio de limitar mis derechos por el simple hecho de vivir aquí, respecto de los tuyos que pretenden sean mejores y más amplios que los míos, por el simple hecho de que vivas allí... Y eso no se consigue sino rompiendo el equilibrio, porque el reparto de los recursos que se negocian son limitados, y los que más tienen, más deben aportar.
Si el Estatuto de Cataluña dijera tan sólo "Cataluña es una nación" y nada más, a mí me importaría tanto como si dijera: "Cataluña es un queso Gruyere"...
¿Quién construye nada sobre un sentimiento? ¿Quién cimentaría su casa sobre una nube; sobre una percepción de los sentidos? ...Tan sólo construyen allí los poetas, pero hablamos de leyes, y las leyes no han de entender de poesía, porque un sentimiento no es más que
nada sobre el mundo. Un espacio vacío que no sustenta nada, salvo odio y guerras. Y las leyes, sin embargo, nos vinculan, nos amparan, nos limitan, nos protegen, nos sancionan...
La ética, la moral y la justicia no entienden de patrias, sino de personas.
El problema del estatuto no es si cataluña es o no es una nación; un estado; una república astrosideral galáctica independiente, o un queso gruyere. Puedes llamar a Cataluña como quieras, que siempre será lo que es para cada uno de vosotros: Siempre Cataluña.
El verdadero problema es lo que viene detrás del artículo 1 del estatuto: El reparto del control político y del dinero. El botín de las hienas.
Esa es la verdadera cuestión, y no el sentimiento de nación, que es lo único que, sin embargo, demagógicamente, se esgrime en defensa del estatuto, cuando en verdad es lo que menos les importa a los políticos y empresarios catalanes que impulsan el estatuto.
Esos empresarios y políticos miserables no dudan en exaltar, para conseguir su rastrero beneficio particular, los sentimientos más primarios y respetables de los catalanes: El orgullo y la dignidad de ser quienes sois. Algo que no se os discute, porque nadie os puede decir que no sois lo que sois: catalanes. Y eso nadie os lo niega en España. Nadie.
Eso es lo que hace el nacionalismo que tanto detesto. Todo nacionalismo: Usar al pueblo como un arma para satisfacer el exclusivo beneficio de los políticos y de los superempresarios que lo sustentan. Y para ello, no dudan en dibujar y adoctrinar sobre castillos en el aire: Himnos al viento, banderas defendidas con historias de sangre derramada; orgullo; Honor, sentimientos insultados. Odio y división.
Pura basura.
Sois catalanes, digan lo que digan mil leyes al respecto. Ayer, y hoy, y mañana. Pero eso, por mucho que os hayan enseñado lo contrario, no os hace ser menos españoles, porque no es excluyente ser lo uno y lo otro, sino complementario, porque el pasado es el que es, y somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. Y seguís siendo lo que siempre habéis sido: catalanes.
¿Serías más catalán de lo que ya eres y te sientes si un estatuto te dice que eres catalán tan sólo porque lo dice ese estatuto? Yo creo que no. Seguirías siendo igual de catalán que eres hoy. Y ese sentimiento lo respeto al ciento por ciento, porque nada cambiaría en él, además, si no lo hiciera.
Todo lo demás, polvo, humo, cenizas... Y cenas privadas de empresarios.