A 200 euros el kiloJapón, Noruega e Islandia siguen haciendo caso omiso de los acuerdos internacionales para una moratoria en la caza de ballenas en todo el mundo
RUTH CAMPION/ La asamblea de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) celebrada en Corea del Sur ha vuelto a escenificar la división entre los países que componen un organismo que intenta, con relativo éxito, frenar la caza sin control de estos cetáceos que podría abocar a su extinción. Numerosos acuerdos internacionales de autorregulación en ese sector pesquero, con escaso efecto, culminaron hace quince años en la declaración de una veda indefinida para caza de ballenas. Pero los tres países más interesados en la explotación, Japón, Noruega e Islandia, siguen haciendo caso omiso a la moratoria por diferentes motivos.
Una y otra vez los plenarios de la Comisión Ballenera Internacional, una entidad sin capacidad sancionadora, intentan poner fin a tan escandalosa situación, calificada por el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF/Adena) de «vergüenza para la Humanidad».
Razones 'científicas'
La flota ballenera japonesa sigue matando dichos mamíferos por supuestas razones 'científicas' que nadie acepta, a la vista de que la carne de esos animales termina en sus mercados a 200 euros/kilo. Noruega lo hace sin disimular sus objetivos comerciales e Islandia no se siente concernida por los dictados de una CBI que abandonó hace años. Sólo entre esos tres países se estima que este año matarán más de 2.000 ejemplares de una población sin un censo exacto pero que se estima en varias decenas de miles, con unos patrones de reproducción muy lentos y escasos, hasta el punto de que tres especies de ballena (blanca, franca y rorcual), igual que algunos grupos de cachalotes, están considerados en peligro de extinción.
Durante la reunión celebrada esta semana Japón, incluso, ha propuesto elevar de 440 a 850 los rorcuales que declara cazar cada año. No ha conseguido su propósito por seis votos entre un total de 56, pero quizá pueda hacerlo en el futuro, ya que la industria ballenera nipona está destinando recursos de ayuda a flotas pesqueras de países pobres a cambio de que estos ingresen en la CBI y voten a favor de las posiciones de Tokio. Un panorama escandaloso y desolador a la vez, pues al gravísimo delito contra la biodiversidad que significa extinguir una especie como la ballena por meros intereses comerciales, se le suma la tropelía de unas potencias pesqueras que, en su egoísmo, desbaratan la previsión de la CBI de fijar unas cuotas de captura para pueblos indígenas que pueden mantener esa actividad como su medio de vida en un desarrollo sostenible.
