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Autor Tema: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES)  (Leído 5847 veces)
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PeterPaulistic@
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« Respuesta #20 : 13 de Febrero 2005, 06:27:07 »

(continuación...)

     Luego de contemplarles por algunos minutos, y como no acertara a comprender exactamente el significado de los lamentos y comentarios, avanzó hasta ellos interrogándolos por el origen de tanta tristeza. Y a tal pregunta, ellos le respondieron:

     –Ah, nuestra aflicción y pesar se remontan al origen de nuestras vidas, hace más de cuarenta años. Somos hermanos, hemos nacido el mismo día y de la misma madre. Pero nuestro dolor espiritual es tan hondo y tan propio, que hemos resuelto no revelarlo a nadie que no sea lo suficientemente culto como para comprenderlo y apreciarlo en su verdadera magnitud. Y además, exigimos una limosna para cada uno de nosotros. Sólo así accederemos a hablar.

“La historia de estos hombres debe ser muy exclusiva y fuera de lo común para que sean necesarios estos requisitos –pensó Soleimán-Schah—. Ahora les daré el dinero que piden y los citaré para mañana por la mañana”.

     Y al día siguiente, en medio del grupo de atentos amigos de Soleimán-Schah, los hermanos comenzaron el relato de su desdichada vida, contando cada uno un poco. Esto es lo que dijeron a la concurrencia:

     –Nuestra vida, desde el día en que nacimos, se ha visto reducida a una penalidad continua y un pesar seguido de otro, cada uno mayor que el anterior.
     Seis meses antes de venir al mundo, nuestro padre recibió la visita de un beduino del Sur, que habitaba, según le dijo, cerca de la Ciudad Santa de La Meca; este hombre –a quien, por otra parte, nuestro padre no conocía— le hizo la promesa de grandes riquezas y tesoros inmensos, si le acompañaba en un largo viaje a través de las montañas del Alto Egipto, aquellas que ven nacer el río Nilo. Y para afirmar sus palabras, dejó sobre una mesa una bolsa con algunos puñados de monedas de oro, con las cuales nuestra madre podría adquirir alimentos y ropas para ella y nosotros durante la ausencia de su esposo; diciendo, además, que ese era un simple adelanto de lo que vendría después.
     Luego, no se volvió a ver nunca más a ninguno de los dos.
     Llegado, al fin, el día de nuestro nacimiento, ambos vinimos al mundo muy normalmente; pero a nuestra madre pareció no irle tan bien pues entregó su alma al Creador (¡sólo Alah es el Único Viviente!), y fuimos adoptados por nuestro tío, que era un hombre que marchaba por la senda de Alah. Esto sucedió en la ciudad de Alepo, de donde nos trasladamos a Ispahán al cumplir nosotros ocho o nueve años. Allí recibimos educación hasta los catorce o quince años, y luego un nuevo traslado nos llevó hasta Konia, donde nuestro tío, que era el único sostén que teníamos, falleció en la paz del Señor. Y nosotros no pudimos distinguir ya el día de la noche por la angustia que nos causaba su muerte, y el hecho de pensar que no conocíamos ningún oficio con qué ganarnos el sustento diario. Así es como ingresamos a una cofradía religiosa, en ese entonces recién fundada por un místico de nombre Al—Ghazzálí.

     –Allí pasamos algunos años bajo su cargo hasta que llegó a las puertas del convento un hombre en busca mía –continuó diciendo el de barba más blanca—, diciendo que me necesitaba. Así es que me despedí de todos, quedando mi hermano en el convento, y yo partí con el desconocido, un hombre más bien pequeño y delgado pero con unas miradas de un negro chispeante fuera de lo común. Muchas veces no necesitaba ni hablar para darme una orden; le bastaba con mirarme fijamente unos segundos para que yo sintiera, de una manera muy especial, que él me observaba y al mismo tiempo me volviese hacia él. Luego, con otra vista, me transmitía sus deseos. Era algo que resultaba casi instantáneo, y rara vez nos hablábamos para intercambiar pensamientos u órdenes de tipo técnico. Sólo hablábamos cuando tratábamos otros temas.
     Y así transcurrieron veinte días, durante los cuales viajamos siempre con dirección Noreste, hacia el Cáucaso. Sin embargo, mucho antes de llegar allí cambiamos de rumbo sorpresivamente, girando al Sur y marchando hasta el Nefud, amplia llanura arenosa en el desierto.
     Por fin, a lo lejos comenzamos a ver una pequeña prominencia que rompía la monotonía del paisaje. Cuando le pregunté al beduino qué era aquello, me contestó: “Nuestro destino”. Como el Sol estaba ya muy cerca del horizonte, debíamos levantar campamento antes de llegar a ese lugar, y pasar otra noche más en nuestras tiendas.
     Al día siguiente, al salir el Sol me desperté y encontré a mi guía haciendo unos cálculos sobre un papel, que procuró mantener fuera de mi vista. Poco rato después recomenzamos la marcha, hasta que llegamos a destino a mediodía o poco antes. Nos encontrábamos frente a un inmenso bloque de piedra muy alto y asombrosamente pulido por la arena del desierto circundante. Caminamos unos minutos hacia la derecha rodeando este macizo rocoso, hasta que llegamos a una grieta ligeramente más ancha que una persona, que se internaba de manera recta hasta donde puede llegar la vista. Entramos en dicho corredor y nos sumimos en las penumbras de su masa, teniendo sobre nuestras cabezas una angosta y lejana franja de cielo azul. Marchamos así durante cierto tiempo; el sol, en su camino por el firmamento, se filtró por el pasillo rocoso iluminando desde lo alto nuestro paso, y continuó su viaje sidéreo dejándonos nuevamente en la sombra. Luego subimos por una pendiente moderada, y llegamos a una altiplanicie ligeramente más elevada que el resto del desierto, y con un alto murallón de roca rosada por el lado Norte.
     Esta sería una etapa decisiva en nuestro viaje, y de ella dependía el éxito o el fracaso de todas las privaciones vividas. Caminamos unos minutos más, y llegamos hasta una alta columna de roca marrón, gruesa en su base como una persona y alta como una gran palma, que terminaba en una punta sumamente filosa. Unos pasos más lejos, hacia el Norte exactamente, había un inmenso círculo dividido en doce partes iguales, cada una subdividida en treinta secciones idénticas; por fin, cada una de las doce reparticiones poseía un bajorrelieve distinto, representando algo totalmente nuevo y desconocido para mí.


(continuará...)
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« Respuesta #21 : 13 de Febrero 2005, 06:29:36 »

(continuación...)

     El beduino me habló de aquello diciéndome que estaba relacionado con los planetas, el Sol y los astros de una manera armónica que era necesario conocer muy a fondo para comprender correctamente.

     “Mañana –continuó diciendo— estimo que seremos testigos de algo muy importante a mediodía. El extremo de la sombra de aquella columna pasará desde acá –y señaló una de las secciones— a esta otra, que le sigue. Será asimismo el día más largo del año. Si sucede como he calculado, no sólo que podremos continuar nuestro viaje, sino que deberemos realizarlo a toda prisa para no perder ni un solo día. Si el desplazamiento de la sombra ya se ha producido, entonces estamos perdidos, puesto que deberemos espera un año hasta que se repita nuevamente; pero no estamos capacitados para tan larga demora”.

     Así habló este hombre, luego de lo cual dormimos hasta el día siguiente, cuando al amanecer nos levantamos y él estuvo toda la mañana controlando el curso de la sombra, que se acercaba más y más al anillo consabido. Y cuando apenas lo rozó, el beduino soltó una expresión de sorpresa y luego prorrumpió en una serie de manifestaciones de alegría y euforia que a mí me dejaron más perplejo y turbado aún. Era la primera vez que lo veía tan expresivo, pues de ordinario daba la sensación de ser un hombre casi antipático, de tanto que medía sus palabras.
     Todo había salido bien, y podíamos continuar nuestra marcha.
     Pero ¿qué significaba todo aquello? ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué era ese círculo cubierto de símbolos, y esa columna repleta de inscripciones, que debió leer el beduino para saber cómo emplear el sistema? ¿Qué relación tenía esto con nuestro viaje? Y, sobre todo, ¿qué importancia podía tener sobre nuestras vidas algo aparentemente tan antiguo y abandonado por todos? Había en aquél lugar y en estas actividades tal cantidad de hechos inconexos y ajenos a mi vida común, que me hallaba más y más confuso a cada hora. Porque las cavilaciones aumentaban mis intrigas.
     De este modo, continuamos nuestra marcha hacia el Sur, hasta que arribamos a una región que de antiguo recibe el nombre de Arabia Feliz, aunque a mí me pareció ser la región más triste de la Tierra, con sus poblados medio arruinados; los oasis casi despoblados; y los profundos valles de los ríos, secos como en ninguna otra parte es posible ver. Sin embargo, aún hay allí gente que sobrevive.
     ¿Qué nueva y extravagante idea tendría este hombre? Al fin y al cabo, ¿para qué manejos misteriosos me necesitaba? Yo no me atrevía a preguntarle, y él parecía empeñado en no querer revelármelo. En ciertos momentos, hasta daba la impresión de que ni él mismo sabía lo que quería hacer, aunque en otras ocasiones no mostraba sino una resolución fuera de lo común. Parecía que en él se debatían dos fuerzas contrarias, dispuestas a derrotarse mutuamente o destruir al sujeto que dominaban. Eso me pareció en aquél entonces, y eso me sigue pareciendo aún hoy, luego de tantos años.
     Por fin, en un momento de lucidez, se decidió a virar nuestro paso hacia el Oeste hasta que llegamos a las costas del Mar Rojo, donde encontramos, al borde de un acantilado, un inmenso cráter en forma de cono invertido, por el que descendía un camino imitando el diseño de un interminable espiral que se recostaba contra la pared del foso. A lo lejos, en el fondo, pudimos distinguir tres pequeños puntos negros, que se correspondían con sendos túneles hacia las entrañas de la Tierra. Entonces me ordenó que acarreara, hacia el lugar donde estábamos parados, absolutamente todas las ramas, hojas, y de ser posible también los troncos secos de los arbustos miserables que allí había. Me especificó que debían estar totalmente secos, pues así lo exigía el rito; y si había una sola madera verde o húmeda, la ceremonia fracasaría de manera lamentable.
     Cuatro horas después, agotado, di por terminada mi labor. Por unas cuantas horas más ya no podíamos hacer más nada, debiendo esperar a que se hiciera noche cerrada para continuar.
     Por fin, cuando la oscuridad se había adueñado de la región, encendimos una hoguera con toda la leña recolectada por mí, a excepción de un solo tronco. Éste debía yo mantenerlo erguido entre el borde del cráter y la hoguera, mientras el beduino bajaba hasta el fondo. Con el paso de las horas la hoguera, que iluminaría la marcha de este hombre terminaría por consumir toda la madera; pero para ese entonces ya los primeros rayos del Sol alumbrarían la zona. Aún así, debería yo continuar de pie sosteniendo el improvisado poste hasta que me fuera avisado.
     Luego de estas explicaciones, comenzó este hombre su marcha descendente. Todo sucedió tal como había sido planeado y explicado, y cuando mi guía estuvo de nuevo junto a mí, me dijo:

     –Muy bien, ahora que está todo dispuesto, podrás bajar tú. Deberás hacerlo con total seguridad hasta que llegues al final. Cuando llegues al fondo te detendrás frente a la gruta central, harás tus oraciones, y podrás internarte ya sin peligro. ¡Pero mucho cuidado con sentir miedo! En ese caso, la roca te aplastaría y estaríamos perdidos.
    A medida que avances por el túnel, comenzarás a sentir un ligero murmullo que terminará por convertirse en fuerte rugir: son las olas del mismísimo Mar Rojo, que golpean el acantilado. Deberás avanzar hasta que llegues al borde mismo del túnel, que está a igual nivel que el agua. Entonces deberás buscar una estatuilla en forma de ave en actitud de volar. Como no hay ahí muchos rincones donde pueda estar oculta, será fácil de hallar; pero si no logras encontrarla, yo me convertiré en estatua de piedra, mientras que tu hermano y tú mismo se verán reducidos a la mendicidad hasta el fin de vuestras vidas.

     Esto dijo el beduino, y eso es lo que yo creí. Porque no sospechaba que el Destino, desde el fondo de sus designios misteriosos, me tenía reservada la más cruel de las sorpresas. Al llegar al final del túnel, en su desembocadura con el mar, la luminosidad era muy tenue a pesar de lo que se podría suponer en primer momento, por lo que mis ojos no pudieron distinguir, en un rincón en tinieblas, sino una forma más o menos parecida a un animal. Rápidamente la tomé en mis manos, agradeciéndole a Alah la facilidad con que había hallado la estatuilla; pero no tuve la precaución de cerciorarme si representaba realmente a un ave o no.


(continuará...)
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« Respuesta #22 : 13 de Febrero 2005, 06:31:35 »

(continuación...)

     Pero cuando nuevamente salí a la luz en el fondo del cráter, mi horror no conoció límites cuando, en vez de transportar entre mis manos un ave, vi que poseía la figurilla de un pez, tallado de una manera bastante burda. Realice nuevamente mis plegarias antes de introducirme por segunda vez al túnel, deposité la estatuilla en el lugar donde la había encontrado, y busqué mejor el pájaro que se me había solicitado... pero no lo pude hallar.
     No pudiendo resignarme a mi aciago destino, asomé la cabeza en dirección al mar, busqué en todas direcciones, pero fue inútil. Aquello estaba decidido a no aparecer. Durante todo el camino de regreso estuve tanteando las paredes y el suelo, palmo a palmo, en busca de lo inexistente.
     Cuando por fin llegué arriba, al final del camino en espiral, el beduino ya no estaba, ni con su aspecto humano ni como estatua. Lo busqué, lo llamé con toda la fuerza de mi voz, clamé por él, pero todo fue inútil. Los dos camellos aún estaban allí, por lo que forzosamente debía haberse ido caminando. O tal vez se había introducido en alguno de los otros túneles, aprovechando mi demora. Pero yo no sabía lo que debía hacer para entrar en ellos, así que desistí de buscarlo en esos lugares. Debía contentarme con recorrer las inmediaciones del cráter por si lo veía, y esperar un poco más. Pero todo fue inútil.
     Cuando di por terminada mi tarea, y me disponía a descansar un rato, reparé en un pequeño montón de cenizas de color rojizo. Eran los restos del beduino, que se había reducido a casi nada a causa de la inexistencia del ave de piedra, y por los cambios que hice, evidentemente, con la estatuilla del pez. La primera de sus profecías acababa de cumplirse, en cierta medida.
     Su segundo vaticinio también comenzó a hacerse realidad cuando, al intentar emprender el regreso, me vi totalmente indefenso en una región hostil y totalmente desconocida para mí. En esos momentos, hallándome solo e ignorante de muchas cosas, me sentí el hombre más miserable de la Tierra.
     Cuando, seis meses después, por fin logré llegar a Konia y reunirme con mi hermano, él me comunicó que también se hallaba en la indigencia.


     –Efectivamente –continuó diciendo el otro hombre–, unos diez o tal vez quince días antes de reencontrarme con mi hermano, tuve un sueño curiosísimo, en el cual se me apareció una bellísima hurí de lánguidos ojos negros y apasionada expresión, bajada directamente del Paraíso, y a quien Alah enviaba expresamente para comunicarme que huyera en ese mismo momento del convento, sin portar conmigo más que la vestimenta que tenía en ese instante; porque según me lo expresó la hurí, el monasterio sería destruido. Nada más me dijo, y yo huí tal como me fue ordenado. ¡Y cuál no sería mi sorpresa cuando, cinco días después, el edificio en su totalidad caía aplastado por obra de los genn malhechores!
     Desde entonces, no hemos hecho otra cosa que vagar sin rumbo fijo y pedir limosna por Alah a los transeúntes, hasta que llegamos hasta esta ciudad y ese templo, donde hemos hallado gente generosa que ha sabido ayudarnos, y con la sabiduría de escuchar y comprender nuestra historia.


     Y mientras esto sucedía en Damasco, en Tierra Santa eran expulsados por los creyentes de Alah los últimos ejércitos francos, quedando esta tierra bendita nuevamente en posesión de los seguidores del Profeta Mahoma (¡sean con Él la plegaria y la paz, y la más selecta de las bendiciones del Creador!). Y entonces fue que Soleimán-Schah pudo contraer matrimonio, obteniendo así la única joya, el único tesoro que aún le faltaba para completar la totalidad de sus riquezas: una refrescante presencia femenina, que viniera a llenar la carencia de felicidad de que él adolecía, y que había estado buscando en los hombres y mujeres convocados a la sala de su biblioteca. ¡Pero Alah es más sabio todavía!


     Estas fueron mis palabras y mi historia. Y la noche siguiente fue, finalmente, la última de mi encierro; pero no se destacó esta precisamente por mi bienestar: estaba distraído de todo, y solamente absorto en la idea fija de la liberación. Se había transformado en algo así como una obsesión. De alguna manera, temía que sucediese algún imprevisto que me impidiese salir y retomar mi vida normal. Como la casa poseía un pequeño patio con plantas, no cesaba yo de entrar y salir, incapaz de sentirme a gusto en un lugar determinado por mucho tiempo. Hasta que por fin me acosté, pasada la medianoche, teniendo luego reiteradas pesadillas, en las que siempre veía cadenas y grilletes que se rompían.
     Así es como desperté al amanecer, cuando se oía la voz del almuédano invocando a la plegaria de la mañana; entonces nos levantamos y vestimos. Con gran impaciencia y asombro veía yo que pasaban los minutos y las horas de este día, que debía ser el Gran Día de mi redención, sin oír que se abriera la puerta de calle, ni nadie que me decía: “La puerta está abierta, Kassem. Puedes marcharte”. No... Nada de eso ocurría, y me sentía desfallecer a cada minuto.
     De esta manera escuché el almuédano a mediodía, de tarde, y al anochecer, cuando la anciana me llamó diciéndome: “Ven, Kassem. Por esta noche eres libre, y hasta el próximo amanecer. Si sucede que mañana oscurece antes de que retornes, habrás perdido a tu esposa, que te considerará divorciado. ¡Ese es el trato!”
     Y nada más me dijo. Así es que yo salí corriendo y anduve hasta llegar a los límites de la ciudad. Aún continué marchando un poco más, deteniéndome luego y caminando a intervalos. Tenía esperanzas de llegar hasta El Cairo de alguna manera. No fui a visitar a mi amiga soltera, aquella encantadora que me había cautivado con su delicioso candor. Tampoco visité a Aziz; ya no me interesaban ni él ni su maravillosa gruta repleta de monedas de oro y plata. En ese momento me sentí abandonado, y pensaba que un puñado insignificante de monedas que pudiera darme él no arreglaría la situación. Así que continué mi marcha.


(continuará...)
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« Respuesta #23 : 13 de Febrero 2005, 06:36:08 »

(continuación...)

     La Luna Nueva, pequeña como un trazo de pincel, parecía sonreírme sobre el horizonte de Poniente; anunciaba el comienzo de un nuevo mes. Y de una nueva vida en libertad para mí.
     Entonces, y como si nunca antes lo hubiese hecho, aspiré por la nariz muy profundamente el aire fresco de la noche, y mientras eso hacía elevé mis ojos hacia el cielo estrellado, agradeciéndole al Creador los beneficios concedidos a Sus criaturas. Y marché feliz, con el corazón y el alma llenos de una alegría y un entusiasmo juvenil que a los veinticinco años y medio con nada se desvanecen...

. FIN DEL RELATO .


EPÍLOGO:


     Mucho es lo que me han manifestado estos mis dioses; sin embargo, aún no me han revelado el significado de estas palabras que bullen y se agitan inquietas en mi mente:


“¿Es el cazador el que ha reunido en torno de sí al rebaño de gacelas o, por el contrario, éstas lo han atrapado a él?”

FIN

NOTA FINAL:


     Tras haber terminado de copiar cuidadosamente el manuscrito, luego de haberlo corregido y puesto a punto adecuadamente, he tenido buen cuidado de destruirlo. Si el Destino, en uno de esos recodos del camino de la Vida, me escribe la prosperidad gracias a mis obras, no quisiera que el original, de puño y letra mío, fuese tomado por reliquia máxima. Para hacerle desaparecer, pues, sin que queden huellas palpables de su existencia, me he tomado la molestia de aniquilarlo por medio del fuego, y sus cenizas arrojadas al recolector. Queda, pues, como única evidencia de su presencia en este mundo, la “Nota Final”, escrita expresamente para consignar su fugaz realidad en lo material.
     Sin más, me despido. ¡Heil, hagg Hussein Ardechir!.-



(final del libro)
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Karycya
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*Alas de mariposa teñidas con moras de jardín*


« Respuesta #24 : 14 de Febrero 2005, 20:23:41 »



Muchas gracias Roy por tu trabajo... !!!  Besito Besito Besito
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« Respuesta #25 : 17 de Febrero 2005, 03:02:22 »



Muchas gracias Roy por tu trabajo... !!!  Besito Besito Besito

Lo hago con mucho gusto, mi estimada, siempre es un placer postear en cualquiera de los subforos.  Tongue Incluso lo tomo como una especie de compromiso o cuasi obligación al tema de participar, compartiendo trabajos personales como los relatos, las fotografías, etc. A la vez de pertenecer a un grupo, me gusta colaborar, intervenir, "poner el hombro"...  Campeon  Cheesy Cheesy
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Disfruta de los pequeños momentos!!!


« Respuesta #26 : 17 de Febrero 2005, 13:47:14 »

Muchas gracias por dejarnos leerlo!! Aplaudir Aplaudir
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« Respuesta #27 : 19 de Febrero 2005, 03:39:17 »

Muchas gracias por dejarnos leerlo!! Aplaudir Aplaudir

Y muchas gracias a Uds. por tomarse la molestia de leerlo, ya que me dais ánimos para postear otros relatos algún día más adelante. Entiendo que sea un poquitín extensa la historia en su conjunto, y por ello mismo es que agradezco a quienes me dedicaron unos minutos y se tomaron el trabajo de leer aunque más no sea algunos párrafos salteados.

La historia globalmente considerada, y muchos de los breves relatos individualmente considerados, contienen muchas claves sobre mi vida,  Shocked vivencias  Cool y convicciones;  Evil leerlos "entre líneas" es una labor casi detectivesca  Cabezon Cabezon que, para quien llega a conocerme con cierta intimidad, puede ser ciertamente reveladora de mis ideas y/o personalidad.  Huh Huh Grin Grin  ok ok
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Karycya
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« Respuesta #28 : 19 de Febrero 2005, 16:33:57 »



Muchas gracias Roy por tu trabajo... !!!  Besito Besito Besito

Lo hago con mucho gusto, mi estimada, siempre es un placer postear en cualquiera de los subforos.  Tongue Incluso lo tomo como una especie de compromiso o cuasi obligación al tema de participar, compartiendo trabajos personales como los relatos, las fotografías, etc. A la vez de pertenecer a un grupo, me gusta colaborar, intervenir, "poner el hombro"...  Campeon  Cheesy Cheesy

Roy.... ya es la segunda vez que leo tu historia...... y la verdad me ha encantado !!!....... Mmmmm .......puedo copiarla y tenerla en mi pc?   Besito Aplaudir
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« Respuesta #29 : 21 de Febrero 2005, 03:22:24 »




Roy.... ya es la segunda vez que leo tu historia...... y la verdad me ha encantado !!!....... Mmmmm .......puedo copiarla y tenerla en mi pc?   Besito Aplaudir

Por supuesto que puedes copiarla a tu PC, cariño; para mí es un honor muy grande el que me haces, al preguntarme eso, y tu elogio me llena de una enorme felicidad. Puedes hacer con esta historia lo que más desees, incluso imprimirla y encuadernarla si es de tu comodidad; también, si gustas, eres libre de reenviarla a otras personas o diferentes foros. Justamente, por eso decidí publicarla aquí, con el fin de darla a conocer a la mayor cantidad posible de personas, sabedor de la cantidad de miembros que posee el foro, y la cantidad de visitantes que entra cada día, sin ser foreros. A la vez de componer algo, me agrada darlo a conocer, ya que no me gusta tenerlo para simple deleite personal.
     Y muchas gracias una vez más por tus amables palabras de ponderación. Me alegro que te haya agradado.  Gracias Gracias Besito Besito
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