Binabik
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Campeón del mundo, de sueños rotos...
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« : 10 de Agosto 2009, 02:15:18 » |
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Me sumergiría en la tristeza de tus ojos para desentrañar el sentido de la vida, o, simplemente, me suicidaría constantemente de mil formas distintas en mi mente hasta encontrar la forma perfecta para abandonar un mundo egoísta donde la vedad reside en la profundidad de tu mirada. Pequeños vellos púbicos de un pelirrojo especial decoran mi cama, representa un triangulo que seguramente represente tu monte de venus, ahora perfectamente despojado de todo abrigo. Suave y delicadamente sonrosado, a veces brillante se descubrirá ahora ante mi. El color de tu pelo resalta sobre el purpura de mis sabanas ribeteadas de color calabaza, la cama perfectamente abierta a la espera de meterme en ella, el ángulo de 45º que sigue la sabana es perfecto. Mi vida habría perdido la perfección si no te hubiera encontrado aquella noche lluviosa sentada en el muro que separa la parte de los soportales de la parte sin ellos en Galiana. Creo que lo primero fue tu cabello, aunque también podría haber sido tu calzado. Tu pelo, precioso, pelirrojo claro con destellos de amatista, un ámbar refulgiendo entre las gotas de lluvia. Tus zapatos, negros olvidados de un tiempo mejor y recuperados ahora, con un aumento en carácter, te daban la mezcla perfecta entre fragilidad y fortaleza. Una joven desnuda con esos zapatos aun seria digna de mirarte a los ojos y recriminarte por llevar pantalones cortos en una oficina. Tacón alto, pero no muy fino, ligeros aunque firmes, eran todo una definición de ti. Ahogada mil veces en la oscuridad de la noche, respirando la lluvia y esperando un rayo que alimentara de ozono la capa freática de la atmosfera. Te muestras impasiblemente frágil, al sentirte observada, ninguna mueca decora tu cara y mi media sonrisa se queda sin respuesta de tus labios, avanzo creyéndome derrotado antes del primer paso. Continua avanzando hasta que los soportales se terminan, me detengo y observando la lluvia busco una luna empequeñecida por la sombra. Giro sobre mi mismo, y te intuyo en el mismo lugar que parece querer adueñarse de ti. Aun hoy cuatro años después los minutos que continuaron a este momento están borrosos, como en ese sueño que intentas recuperar cuando te despiertas y te das cuenta que aun puedes dormir un poco más. Recuerdo que subiste por la calle hasta donde me encontraba, y tus ojos llamaron a mis ojos como queriendo que te siguieran. Echaste a andar bajo la lluvia y como un buen perro te seguí y antes de llegar donde estaba el búho ya nos habíamos besado. Me acerque a la cama y descubrí dos pequeñas calvas en el triangulo ámbar, y una sonrisa casi inaudible se escapo entre mis dientes. Que detallista hasta de dibujas tus dos heridas. Una en la parte superior izquierda (la que sería la más cercana a tu mano derecha) simboliza ese pequeño tatuaje, una caja de madera verdeazulada que te recuerda a tu madre. La otra calva está en la zona central, y es una cicatriz de un accidente en el mar. Retire tu excéntrica forma de decirme adiós, delicadamente de la cama y acomode como mejor supe sobre la mesa de mi escritorio, me esforcé por volver a definir el triangulo y sus dos pequeñas calvas, me acosté en la cama y con tu olor en ella me dormí para volver a soñar contigo.
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