carta de un joven hermosillense sobre caso abc

(Carta en respuesta a la publicada por la Sra. Nancy de Salcido que viene al final de esta misma)

Qué tal senora?

Acabo de ver su columna, y no me pude quedar sin escribirle de vuelta.

Tengo que decirle que no estoy de acuerdo en el modo en que abordó la problemática de la guardería con este artículo. Por cierto percibí algo similar en su artículo acerca del caso del joven Fernando Noriega Soto, es decir me pareció que el artículo evadía responsabilidades de los verdaderos culpables y parecía dar la culpa exclusivamente a la sociedad en su conjunto.

Dios tiene poco o más bien NADA a qué ver con este tipo de problemas. La frase que usted utilizó: "¿Qué tan disgustado está el Señor con nosotros, con todos los hermosillenses, que ha permitido que esto nos suceda?" me pareció sinceramente una frase del siglo XV. Ya no estamos para esto, o al menos no deberíamos de estarlo!. Yo creo que Dios nos hizo libres, y en nosotros está utilizar nuestra libertad responsablemente. Tal vez la frase más adecuada pudo haber sido: "¿Qué tan amolados estamos, todos los hermosillenses, que hemos permitido que esto nos suceda?". Le aseguro que lo seguiremos permitiendo si le dejamos todo a Él.

Dice que vana sería la muerte de los ninos si no cambiamos todos nuestras actitudes y estilo de vida, y no tengo nada en contra de esto. De cualquier modo, lo que debe ocurrir inmediatamente es que se aplique la justicia a los que consciente o inconscientemente provocaron esta desgracia. Le aseguro que si los hermosillenses vemos cómo se encierra a el (los) propietario (s) de la guardería, se despide y castiga a los que permitieron que se cometieran irregularidades, etcétera, vamos a aprender la lección mucho más fácilmente que sólo dejando todo a la buena voluntad de la gente. Desgraciadamente así somos, para convencernos de usar el cinturón de seguridad se tuvo que implementar multas, así del mismo modo para ensenarle a los duenos de guarderías y negocios de este tipo a operarlos bien se debe dejar claro que cualquier falta de atención o incluso de sentido común puede traerles graves consecuencias.

Les faltó sentido común para tener extinguidores o puertas de emergencia bien instaladas, les faltó sentido común y les sobró avaricia para utilizar el mismo edificio como guardería y bodega, y así se pueden mencionar muchas faltas que no necesitan un papel firmado para ser claras. Y por estas faltas me queda claro que deben de pagar caro si queremos que las cosas de verdad cambien.

Palabras bonitas, reflexiones, Dios nuestro Senor, Justicia Divina... sin mencionar la justicia terrena y la urgencia de que ésta se aplique correctamente. No me gusta, y sobre todo no creo que sea lo que necesitamos oír como sociedad.

No nos hagamos tontos, ninguna persona inteligente se tiraría de un paracaídas porque un amigo suyo le firmó un certificado de un curso al que jamás asistió, igualmente los propietarios no debieron seguir operando de modo inseguro sólo porque contaban con las auditorías y certificaciones firmadas al "ahí se va". Me es claro, ?a ellos no?.

Pareciera que cuando el culpable se apellida de cierto modo nos olvidamos de exigir justicia y dejamos todo en manos de Dios. No estoy de acuerdo en que pensemos "!a la cárcel el borracho inconsciente que atropelló a mi hija!", pero "ay pobrecito el hijo de mi comadre que mató sin querer a 2 ó 46 personas".

Sinceramente, espero más de sus artículos. No me decepcione.

Saludos,

A. S.

En Respuesta a:

Tal cual es

Nancy Burruel de Salcido
La fe nos enseña que Dios nos habla de muchas maneras. Nos habla a través de la Sagrada Escritura, nos habla por inspiraciones del Espíritu Santo, nos habla a través de otras personas, y nos habla en los acontecimientos de la vida diaria.
Así lo enseñan quienes dan catecismo o quienes predican la Buena Nueva, en cualquier religión. Y desde el Antiguo Testamento Dios habla a su pueblo a través de signos. Luego Él mismo se hace hombre y el mensaje o la enseñanza lo comunica directamente Dios hombre, Jesús. Y Cristo muere y al resucitar nos promete y envía al Espíritu Santo para acompañarnos e indicarnos el camino, a través de sus inspiraciones.
Pero esas mociones del Espíritu Santo requieren de un corazón alejado de la soberbia, un corazón dócil, humilde, abierto y sencillo para producir un cambio en el interior de la persona que lo convierta en profeta para anunciar la Buena Nueva del amor de Dios, pero también para denunciar los males de la sociedad, la maldad y la injusticia.
Un corazón dócil y humilde es lo único que nos ayudará a traducir o entender el mensaje que Dios nos envía a través de los acontecimientos.
Por eso en estos hechos tan dolorosos que vivimos sí debemos preguntamos “el porqué” de esta desgracia, pero sólo para que no se vuelva a repetir.
Pero más allá de la tragedia, nuestra mirada debe llevarnos a analizar “el para qué”.
Nuestra reflexión profunda a ese “para qué” nos involucra a todos los hermosillenses. Es decir, casi debemos preguntarnos: ¿Qué tan disgustado está el Señor con nosotros, con todos los hermosillenses, que ha permitido que esto nos suceda? ¿Por qué si somos una ciudad tan pequeña nos convertimos en el foco de las miradas del mundo por algo tan triste? ¿Qué es lo que estamos haciendo mal? ¿Qué es lo que debemos cambiar? ¿Qué es lo que debemos mejorar?
Y pensemos en nuestras culpas como padres, como hijos, como profesionistas, como autoridades, como empresarios, simple y sencillamente como prójimos de nuestros hermanos para ver cómo y dónde les estamos fallando.
Vana sería la muerte de estos chicos si sólo se incrementan las reglas de seguridad, pero seguimos siendo los mismos: Personas fatuas y superficiales movidas por cosas vanas y temporales como: El protagonismo, la vanidad, la moda, la ambición, el ansia desmedida de poder, la sensualidad y todo lo que no incluye, de manera congruente y tangible, el amor a Dios y al prójimo.
Algo debemos haber estado haciendo muy mal, y algo deberemos de cambiar. Cada uno tendremos que hurgar dentro de nosotros mismos y trascender este dolor con un cambio que beneficie a nuestra sociedad, y llegar incluso, por qué no, a cambiar nuestra cultura para bien.
Vimos durante estos primeros dolorosos días un Hermosillo volcado en ayuda a sus hermanos en desgracia y especialmente a personas clase media, pero millonarios de generosidad haciendo de estos acontecimientos una oportunidad para generar una corriente de bondad, de amor, y de esperanza.
Pidamos que el Espíritu nos inspire para entender la necesidad de un cambio como sociedad, pero primero en lo personal, para que podamos hacer que más cosas buenas sucedan ahora en nuestra comunidad.

Nancy Burruel de Salcido es maestra especialista en Ciegos y Débiles Visuales. Delegada estatal de Ancifem y vocera de
“Vamos por Sonora”.