Al paso de los toros, naciste rodeado de montevideanos. Escribiste con y sin nostalgia sobre la muerte y otras sorpresas, sobre despistes y franquezas, sobre el amor, las mujeres y la vida. Quién de nosotros no podría darte las gracias por el fuego, por tus geografías, por tus andamios, por la borra del café, por los poemas de oficina. Haciendo inventario, pido la tregua para, en un ejercicio de criterio, mirar dentro de tu buzón de tiempo. Allí están el desexilio y otras conjeturas de un hombre, testigo de sí mismo, que nos enseñó, en defensa propia, que el olvido está lleno de memoria o que la primavera tenía una esquina rota. La vida, ese paréntesis, te impidió existir todavía. A ti, maestro, que tanto te gustó vivir adrede.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esas interneses de Dios)
Saludos, salud y buen finde...
