Tus piernas y tus pies, a paso ligero, sacudían con fuerza el pavimento duro y frío de la calle, mis ojos perdidos en la armoniosa cadencia de tus pasos… en la subida y bajada de tu falda que al caminar iban produciendo tus caderas…
Cada paso dejaba la impronta que tu personalidad le imprimía, segura de ti misma y ajena a los pensamientos que se atropellaban en mi cabeza.
Esa tarde quería conocerte, más tus prisas iban a dar al traste con todas mis estratagemas para hacerme el encontradizo contigo, o quizás era que preveías alguna maniobra similar y obrabas en retirada antes que maniobrar en huida…
Siempre amé el ímpetu de las mozas que se sentían acosadas por el machito de turno y les ponían en ridículo para hacerles mofa de sus pretensiones.
Pero esta vez estaba decidido a llegar a mirar esos tus ojos negros a la altura que precisaban mis anhelos, cara a cara era como quería mirarlos y desafiar tu orgullosa mirada para saber si tenía alguna posibilidad de llegar a ti.
DF
¿Quien dijo que los boquerones son buenos sólo para hacerlos fritos?
Un abrazo, tio grande.

Karmawaki, como comprenderás....
