Soneto triste
La soledad de pena que me invade
se apodera de mi alma y de mi pecho,
y me lleva en un cauce tan estrecho
que el llanto se desborda y se me expande
por las anchas besanas de los aires
que surcaran mi voz; de trecho en trecho
salgo del surco y giro hacia el barbecho
estival y abrasado donde nadie
parece haber quedado a esperarme;
donde, fehacientemente, nadie espera;
donde, en mi desgracia, ya, a nadie quiero.
Y así, la soledad, al alcanzarme,
en llantos me devuelve a la primera
humana condición. Allí te espero.