Eurovision 2006

El bebedizo tema resulto mortal de necesidad, No más Eurovisión, por favor!
Hacía tiempo que no me reía tanto con el cutrefestival de Eurovisión. En fin, todos sabemos que a ese concurso suele concurrir lo más freak de los diferentes países. Poca gente realmente consagrada suele arriesgarse a un escrutinio tan despiadado. A estas alturas no deberiamos sorprendernos de na de lo q ha pasado.
Las ketchup son eso. Un producto publicitario de gloriosa estirpe (las hijas de un tal Tomate) con una sola canción exitosa, Aserejé, compuesta casualmente por el mismo tipo que las llevó la otra noche al glorioso cuarto puesto por la cola. 12 votos de Andorra y 6 de Albania, 18 en total, consiguieron el milagro. El tema se titulaba Bloody Mary. Desgraciadamente en esta ocasión el bebedizo no sólo no evitó la resaca del éxito, sino que resultó mortal de necesidad.
La contrapartida a este desastre fue el grupo ganador. Los finlandeses Lordi, con su look satánico y su música un poco más rock que pop, poco hay de metálico en ellos, ganaron por la originalidad y el haber sabido tomarse a cachondeo esta bobada de festival que cada año por estas fechas regresa como la alérgica primavera.
Los más bobos del lugar les han acusado de oportunistas, satánicos y otras chorradas. Como si no hubiera habido comercialismo a saco en el bombazo que fue esa letanía llamada Aserejé. Como si esa “¿canción?” titulada Macarena, que perpetraron Los del Río, tuviera algún valor musical pese a haber vendido millones de copias. Como si el tipo ese del corral fuera el mismísimo Mozart.

He llegado a escuchar que el triunfo de Lordi representa la vuelta del heavy... vamos a ver, eso no es heavy ni metales en general. Es rock durillo, como el que lleva haciendo también disfrazado y desde hace 30 años Alice Cooper. Por otra parte, el heavy nunca murió del todo. Las bases rítmicas basadas en guitarras eléctricas han evolucionado a lo largo de todo este tiempo y disfrutan en sus nuevas reencarnaciones de millones de seguidores en todo el mundo. Otra cosa es que una gran parte de la juventud esté medio atontada con los ritmos sintéticos y la otra media alabando grupillos sin sustancia, promocionados hasta la saciedad por la revista “cultural” de turno, en mi época era la SuperPop.

Por último, lo que más me ha gustado de esta historia, por encima del desconcierto eurovisivo y la ceguera colectiva que en este país nos hace pensar que todo se reduce a tecno o a ritmo latino, ha sido que los finlandeses actuasen disfrazados. Una vez más, la identidad de los miembros carece de importancia frente al mensaje satírico, que no satánico.