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Karmofilo
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La pesadilla de LOBA SOLITARIA
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« : 27 de Abril 2006, 23:26:57 » |
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Sexualidad y tercera edad
© Salvador M. Camacho/Enkidu
Las primeras consideraciones sobre la sexualidad datan desde casi cinco mil años, tan solo se dispone de datos muy limitados sobre la descripción de las conductas y actitudes sexuales, en diversos pueblos con anterioridad al año 1000 A de C, pero no es hasta el siglo XX se empieza a investigar la sexualidad desde un punto de vista más científico. Algunos autores comenzaron a ofrecer una visión mas positiva de la sexualidad por ejemplo: Sigmund Freud (1856-1939) las publicaciones de Freud han dado lugar a una corriente del pensamiento, el psicoanálisis que permanece viva y se ha multiplicado en diferentes teorías y posiciones y que ha impregnado toda la cultura del siglo XX.
Al abordar la temática de la sexualidad en la Tercera Edad, nos enfrentamos a un doble inconveniente: ahondar en las particularidades de la vejez, suele resultar una tarea agobiante no sólo por la falta de información y datos investigados al respecto, también porque la problemática de esta etapa es generalmente abordada desde sus caracteres negativos, sin valorizar, ni considerar las ganancias y riquezas que alcanza dicha etapa. La palabra sexualidad no designa solamente las actividades y el placer dependientes del aparato genital, sino toda una serie de excitaciones y actividades existentes desde la infancia, que producen un placer que no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad fisiológica fundamental y que se encuentra también a título de componentes en la forma llamada normal del amor sexual.
La genitalidad es una función de los órganos genitales, un fenómeno fisiológico. Existe también, sin relación afectiva. En cambio, la sexualidad tiene una dimensión típicamente personal y humana. También comprende la genitalidad, pero la supera y trasciende, esta no es solo la satisfacción de un deseo provocado por un estimulo neuro - hormonal, es mucho más, por que afecta a toda la persona, no solo al instinto. Esto no es más que uno de los muchos elementos de una relación sexual en la cual intervienen sobre todo la afectividad, la fantasía, la emoción, el amor. (Espina, 1997).
Hay algo que es inherente a la condición humana, es el sentimiento de soledad, que en la vejez se acentúa por las sucesivas pérdidas que sufre el anciano/a.
Es la separatividad de Fromm como sensación existencial del hombre que se hace especialmente consciente en esta etapa. Esa tendencia vital de unirse a los demás hombres y mujeres para tener posibilidad de utilizar sus potencias humanas puede encontrarlas en diferentes realidades del amor (amor paternal, amor a Dios, etc.). Sin embargo, la realidad experencial del amor sexual o de pareja es demasiado importante como para aceptar la exclusión de su riqueza.
El hombre demanda afecto mientras viva y es capaz de darlo y recibirlo mientras existe. La vida sexual es una necesidad biológica, vital, a cualquier edad y negarlo es negar la condición humana, pero también es una necesidad social en muchos, incluso siendo ancianos. Es además fuente de vitalidad en el sentido de longevidad. Investigadores de la Escuela de Higiene y Salud Pública (Hopkins University), en 1997, han demostrado otra realidad positiva, en cuanto que cuando los adultos mayores se vuelven a casar, disminuye notablemente su índice de mortalidad.
La capacidad sexual no desaparece con la edad y la disponibilidad de un copartícipe atractivo y complaciente es el factor más importante para lograr mantener una vida sexual satisfactoria. El anciano/a necesita convencerse que tener deseos sexuales no es anormal, inusual o inmoral. Tienen que llegar a comprender los cambios psicológicos y físicos que se producen en esta edad evolutiva, que no significa la renuncia al placer. (Gutiérrez, 1998).
Aunque el envejecimiento puede ser asincrónico en diferentes aspectos, mientras lo biológico involuciona, lo psíquico evoluciona, desarrollándose nuevos intereses y funciones que podrán ser integrados a estructuras forjadas en relaciones más antiguas reestructurándolas, pudiendo así contrarrestar la tendencia a la angustia y a la regresión.
El contacto, el calor, la palabra y la ternura ganan en importancia, siendo más precisas las caricias para ambos sexos, de ahí que la calidad de abrazos, toques y otras manipulaciones influyan mucho en el mantenimiento de la actividad sexual de la pareja o el individuo. El adentrarse en el mundo de los ancianos implica involucrarse con sus realidades y dejaríamos de ser objetivos si no reconocemos los cambios sexuales funcionales en el anciano.
Es frecuente que la actividad sexual se modifique durante la senescencia, pero no cabe inferir de ello una determinación biológica neta. La pérdida de la función reproductora quizás mueva a la mujer al rechazo de la sexualidad o, por el contrario, acreciente su interés en ese terreno. El temor de que disminuya su rendimiento sexual es sentido por el varón como indicio de cierta inferioridad, que le afecta principalmente en su orgullo viril y su autoestima. Ahora bien, el interés sexual propiamente dicho no se modifica en realidad. Los cambios fisiológicos sexuales asociados a la vejez son muy variables de una persona a otras, pero en general permiten mantener la vida sexual.
Sin embargo, hay dos hechos que merecen subrayarse: El apetito sexual de los ancianos está directamente relacionado con la intensidad de su apetito en la juventud. Los hombres en los cuales la aparición del deseo sexual fue temprana e intensa en la juventud, mantuvieron el máximo deseo y la potencia mayor en la ancianidad: (Freeman 1981). Un factor esencial para una vida sexual activa y continua radica en un compañero sexual activo, deseoso y cooperativo. (Friedfels, 1990). El sexo en la tercera edad debe abrirnos a un nuevo enfoque en la intimidad con su pareja, en el largo juego de un preámbulo lleno de caricias sensuales y tiernas que vayan animando a la pareja; en el romanticismo y la sensualidad que la prisa de la juventud no dejó disfrutar.
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