Nuestra es la condición singular que coloca
al borde de las nubes de piedra y mantequilla,
al margen del complice pecado
respetado por la fiebre de los rios ausentes.
No nos visitan ni la duda ni las deudas,
ni siquiera la floresta que vigila nuestro escondite imaginario
en su furtiva y tenue huella de su aleatoria duración.
Somos como sueño de los peces
hecho de segundos olvidados y perpetuos
que penetran íntimos hasta el reino de los besos esperados.
Que nadie levante la mano aunque no duela, porque duele,
son tan breves los astros que florecen entre versos...
Te extraño a la hora de la siesta,
extraño tu roce sostenido en los silentes arrumacos.
Así es el sueño de los peces...
estamos hechos de instantes y agujeros de memoria
que sólo conocen la ímproba futuridad
de las grandes ausencias silenciosas.
Yo también te quiero Choché...

