
Nadie hay en el mundo como tú, mi amada.
Todas la bellezas que la Tierra encierra
copiarte quisieran, mas no logran nada,
es en vano todo: como mi adorada
no hay otra en la Tierra.
Al caer la tarde, el sol que declina
cubre su vergüenza con vapores rojos.....
y allá en los confines, tras de la colina
se oculta vencido por la luz divina
de tus lindos ojos.
La brisa que pasa entre la arboleda
con un rumor tenue cual arrullo de ave,
calla estremecida y en suspenso queda
al oír la magia de tu voz de seda,
delicada y suave.
Al rayar el alba, la aurora decora
el cielo y la tierra con tintas rubíes
y su luz se expande buena y protectora.....
pero para mi alma sólo hay una aurora:
cuando tú sonríes.
Ricardo Boggio.
