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PeterPaulistic@
   
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Soy Celta, estoy feliz.
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« Respuesta #1 : 3 de Octubre 2005, 05:20:10 » |
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(continuación...)
A continuación comencé a pasar mi lengua por su clítoris, humedeciéndoselo primeramente con mi saliva, mientras esperaba que su creciente excitación terminase por hacerle manar las secreciones vaginales que, seguramente, terminarían por fluir naturalmente por entre sus labios menores. Luego proseguí un tanto con sus ingles, la entrada de la vagina, los labios mayores y menores, que se los apartaba y presionaba ligeramente con mis dedos, e incluso alcanzaba a estimular su perineo, gozando con la tibieza y suavidad de esa piel tan delicada. Después regresé a su clítoris, el cual procedí a succionar suavemente con mis labios, a fin de hacerle más intensa la estimulación y, de alguna manera, llevarla más cerca del orgasmo. Entonces Karycya me tomó de la cabeza con sus manos, me acarició el pelo y me dijo: - Ahí, sí, ahí, no pares, sigue, sigue, aaahhh, aaahhh, ¡¡AAAHHH!!...
Hizo su cabeza a un lado y mordió el tapizado del respaldo, mientras gruñía roncamente su orgasmo y sus jugos sexuales escurrían abundantemente, manando casi a manantiales desde su interior. Parecía una fiera enojada, furiosa. Luego de un rato más de lamerle sus labios mayores y menores, de frotarle el clítoris con mis dedos y masajeárselo con la lengua, y de acariciarle las ingles, le dije: - Bien, Karycya, ahora me toca a mí; quiero penetrarte, así que acuéstate.
Apenas se había tendido sobre los almohadones, cuando de un salto se incorporó, diciendo: - Espera, se me ocurre una idea. Vamos afuera.
A mí me desconcertó un tanto su comportamiento, pero inmediatamente me di cuenta de que tenía deseos de tenía intenciones de mantener relaciones íntimas conmigo al aire libre, sobre un banco de tablas que hay bajo un corredor exterior, asiento éste confeccionado de modo que respaldo y asiento no se tocan formando arista, sino que se encuentran un tanto separados, y así una persona puede ubicarse cómodamente sentada “al revés”, es decir de frente hacia el respaldo. Es importante aclarar este punto, ya que contiene un detalle importante que es parte de la clave en el desarrollo de la trama posterior de lo que me sucedió con Karycya. Me senté normalmente sobre el asiento, pero ella se ubicó de frente a mí con sus nalgas sobre mis muslos, pegándose todo lo posible sobre mi vientre, mientras abría sus piernas y las pasaba junto a mis lados, deslizando así los pies por entre el espacio que dejaban el asiento y el respaldo del banco en que nos hallábamos sentados. Para ese entonces yo ya me sentía de nuevo sumamente excitado, y mi pene no podía más de erección, sintiéndomelo durísimo y casi a punto de estallar. Creo que también mi amiga estaba súper excitada, porque en cuanto separó sus piernas resbaló un pequeño chorrito de secreciones vaginales. Como a los diez o doce minutos de iniciada la penetración, ella tuvo su primer orgasmo, el más fuerte de toda la serie que le sobrevino después. En ese momento tan solo atinó a pegarse mucho a mi cuerpo, echándose hacia delante, abrazándome con sus antebrazos sobre mi nuca y colocando su cara junto a la mía, con lo cual consiguió acallar sus pujidos de un modo notable, si bien los dejó sentir justo junto a mi oído izquierdo, con lo cual casi me hace acabar de golpe. Luego de esto se retiró un tanto. Yo todavía no me venía, y tenía enormes deseos de que todo esto durase lo más posible, si bien temía no poder lograrlo. En un momento, y sólo por sorprenderme, Karycya contrajo sus músculos vaginales de modo que logró apretar mi pene dentro de ella, con lo cual me sobresaltó un tanto. Creo que fue una sabia estratagema para asustarme por un instante y, así, retrasar mi eyaculación, que la sentía ya casi inminente. Así lo hizo una do dos veces más, luego d elo cual me dijo: - Espérame un segundo.
Se puso de pie y se alejó unos pasos hacia la parte de tierra y césped, y me pidió que me acercase. - Deseo mostrarte algo. ¿Has visto orinar así?
Lo primero que hizo, fue separar un tantito los pies. Pensé que el siguiente movimiento que haría sería el de ponerse en cuclillas, pero ¡oh sorpresa! En vez de agacharse, movió su pelvis hacia delante y su torso hacia atrás, quedando así su vulva bastante proyectada hacia el frente. A continuación colocó la palma de su mano izquierda sobre la morena, rizada y prolijamente recortada vellosidad de su pubis, y muy delicadamente encajó sus dedos índice y medio entre los labios mayores y los menores, apretando con suavidad estos últimos y dibujando una especie de “V” invertida con lo susodichos dedos. Mientras tanto mi incógnita crecía a pasos agigantados, pensando en qué iría a terminar el caso. Según yo creía, su orina resbalaría sin más por entre sus dedos hasta la alfombra de gramillas, mojando sus muslos en el trayecto. Sin embargo, el sorprendente efecto fue muy otro: brotó de aquella panocha, tan apretada y mortificada, un vigoroso chorro muy derecho hacia delante, cual lo hubiera proyectado el mejor dotado de los hombres. Era algo que no se podía creer por lo curioso del caso. Nunca me lo hubiera imaginado. Cuando terminó, le pregunté dónde había aprendido esa técnica tan novedosa de orinar como los varones, y me dijo:
- Me lo enseñaron algunas compañeras, cuando cursaba segundo grado de secundaria, en los recreos y horas libres. Nos íbamos por ahí, y ensayábamos con la falda subida y la tanga baja. Las más entrenadas nos mostraban y nos explicaban hasta que lo lográbamos con el refinamiento necesario como para no gotear nadita. Entonces ya estábamos listas para transmitirle la técnica a otras nuevas o con menos práctica.
Me tomó luego el pene con una mano y comenzó a masturbarme muy delicadamente. Permanecíamos siempre de pie, de frente y con su pecho muy recostado al mío, si bien nuestras caderas se mantenían ligeramente distanciadas para poder maniobrar con las manos en los genitales respectivos. A su labor yo correspondí de igual manera, acariciándole con el dedo medio de mi diestra toda su abertura entre los labios menores, de modo que podía sentir simultáneamente, bien sea su agrandado clítoris, como su vestíbulo, o su entrada vaginal, que a estas alturas estaba prácticamente encharcada de secreciones interiores. Con estas mucosas procedí a untarme los dedos y, de esta manera, lubricar un poco el resto de su panocha facilitando su excitación sin causarle irritaciones ni molestias con el roce de mi mano. Nuestros pujidos pasaron a ser gemidos de excitación y éstos se convirtieron en jadeos de placer, mientras movíamos lentamente nuestras caderas en un balanceo de adelante para atrás y de nuevo hacia delante, en un remedo de lo que es la verdadera relación sexual con penetración. Creo que en ese momento mi pene estaba en un grado de erección nunca antes alcanzado, y debió llegar a un tamaño unos poco más grande de lo habitual, ya que por un instante mi amiga se detuvo en sus movimientos de masajeo, lo tomó con ambas manos, entornó los ojos mirándome fijamente a la cara, y se mordió ligeramente el labio inferior, como diciéndome “¡Qué divino, estás al palo!”. Así las cosas, llegó un momento en que ya no resistí más y terminé por decirle: - Bueno, mi vida, ya no aguanto más. Vamos ya, que me correré sin más. - Sí, vamos a hacerlo de una vez por todas.
Entonces me senté de nuevo en el banco, pero simplemente sobre el borde del asiento, con las rodillas dobladas, los pies sobre el piso y el torso erguido, indicándole a Karycya que se sentara con sus nalgas sobre mis muslos y de frente a mí, pasando sus piernas por mis costados. Es la pose conocida como “la doma” De este modo, quedamos frente a frente y sus pechos se ubicaron exactamente a la altura de mi cara, por lo que se los besé nuevamente un tantito. En ese momento ella comenzó a gemir y temblar, mientras todo su cuerpo tornaba a ponerse un poco rígido por un instante. Estaba teniendo su primer orgasmo sin penetración ni estimulación directa, sino simplemente causado pos la tremenda excitación sexual a la que se había visto sometida durante tanto rato. A mí casi me pasa lo mismo al verla tan gozosa, y estuve a punto de eyacular en el aire, por lo que la tomé por la cintura con una mano al tiempo que asía mi pene con la otra y lo encaminaba a su abertura vaginal. Pero como quiera que ella ya había tenido un orgasmo y para entonces estaba un poco más satisfecha que yo, decidió hacerse desear tomando el pene con una mano y posándolo sobre su vagina haciendo movimientos suaves sobre ella, pero sin introducirlo. Más que jadear, yo ya había comenzado a gruñir de excitación y deseo, e intenté imponer mi voluntad a la suya presionando a Karycya hacia mi miembro lentamente, mientras la miraba a los ojos. En este momento ella comenzó a moverse hacia atrás y los lados, se soltó de su posición y se dio media vuelta, con lo que nuevamente se sentó sobre mí pero dándome la espalda, y marcando el ritmo apoyando sus pies en el piso. Ahí sí admitió ser finalmente penetrada. Mientras tanto, a mi vez yo podía tocar sus pechos, besar su cuello y acariciar suavemente el cabello de mi amada mientras ella se movía. El ángulo de visión que me ofrecía esta variante es muy excitante para mí, ya que permite ver en primer plano cada embestida que ella realizaba. Como quiera que en cada cambio y demora que ella incluía se producía un cierto retraso en mi eyaculación, la verdad es que estábamos gozando tremendamente de esta relación, incluso mucho más que si hubiésemos tenido un orgasmo conjunto de buenas a primeras y en menor tiempo. Para terminar, ella se puso nuevamente de pie, sólo que esta vez con mucha mayor facilidad que un momento antes. Entonces, de frente a mí, me pidió que me parase y la tomase en brazos, penetrándola parado con ella rodeándome el cuerpo con sus piernas. Es la clásica pose llamada “el abrazo total”, en la que el hombre está de pie, con la mujer en sus brazos, mientras ella lo envuelve con sus piernas y brazos. Decidí tomarla de los glúteos y la atraje a mi cuerpo para penetrarla, mientras ella se movía lentamente de arriba abajo, para ayudar, ya que ninguno de los dos podía asir mi pene, dado que yo tenía mis manos ocupadas en sostenerla por las nalgas, mientras ella me rodeaba el cuello y parte del torso con sus brazos para ayudarse. Esta técnica del abrazo total es una actividad que generalmente forma parte de un sexo pasional y creativo, donde por otra parte el contacto corporal es muy completo. El ritmo, que puede ser de dos maneras: de arriba hacia abajo o de atrás para adelante, dependiendo de la intensidad de placer que ambos experimenten con cada opción, fue acelerándose hasta que decidí avanzar dos o tres pasos hasta que la recosté suavemente al marco de la puerta de entrada, con lo que estabilicé los movimientos de mi penetración en ella, terminando con un fortísimo orgasmo y una eyaculación tan placentera para mí que casi me hace aflojar las rodillas por la satisfacción, con lo cual estuvimos a punto de caer pesadamente al suelo, si bien afortunadamente tuve la suficiente presencia de ánimo y la necesaria rapidez de reflejos para recobrar el control y fuerza en mis piernas, con lo que el acto sexual finalmente tuvo un resultado feliz para ambos. Por último, pasamos desnudos al baño y allí nos lavamos mutuamente los genitales: ella mi pene y testículos, y yo su perineo y vulva, de donde comenzó a escurrir lentamente el enorme volumen de secreciones vaginales, más todo el semen y mucosas aportadas por mí. Luego nos secamos con papel higiénico, descargamos el agua de la cisterna para eliminar los rastros, y nos vestimos.
¡Abandono este jardín llevando en mi corazón, como el tulipan sangriento, la herida del amor! ¡Desgraciado el que sale del jardín del mundo sin llevarse ninguna flor en la orla de su traje!
FINAL DEL RELATO
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