Sujeto a un clavo ardiendo,
atado a tu limpia mirada,
instalado en tu cómodo pecho,
perdido en el óvalo de tu cara.
Respirando tu fresca brisa,
vigilando tu andar tranquilo,
siguiendo tu paso sin prisa,
amando tu sutil peligro.
Padeciendo tu indiferencia,
soportando tu invierno frío,
amagando tu impaciencia,
olvidando tu ardor ficticio.
Apelando a la luna llena,
suplicando por un latido,
añorando tu sonrisa plena,
imaginando que te he tenido.
Obligándome a respirar,
repitiéndome que no te has ido,
retorciéndome frente al hogar,
pintándote en el vacío.
Es la primera que cuelgo, no seáis muy duros
