Allí estaba. Linda. Voluminosa, jugosa y al punto. Tras un breve periodo de contemplación, el cliente encadenó dos potentes mordidas seguidas de un masticado a la desesperada. Su cara de placer vía gula se transformó en un instante. Pasó de la extrañeza a la sorpresa y enseguida vino la mueca de asco. De entre los dientes y la lengua se sacó un enorme pelo humano. Rápidamente se dirigió a la culpable. Sólo tuvo que enseñarle la muestra capilar. La chica enrojeció de inmediato y sintió que le flaqueaban las piernas. Su mundo se desmoronó en aquel instante. Miró de reojo el congelador lleno con 50 kilos de carne picada, recordó la larga historia y supo que podía perderlo todo. Todo por un pelo que no era suyo, sino de la hamburguesa.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esas interneses de Dios)
Saludos, salud y...
