Nunca llegó a tiempo. Siempre fue un impuntual redomado. Jamás hizo caso a la dictadura de las manecillas del reloj. Esta informalidad enfermiza le salvó la vida el martes. El miércoles lo llevaron esposado a la sala de ejecuciones. Y, fiel a su sino, tardó demasiado en morir.
(Microcuento de esos que me gustan a mi, escrito por Hiperbreves y leido en esas interneses de Dios)

Saludos, salud y buen finde...