El abuelo

Cada día baja del tren y con su maletín de trabajo se dirige de ocho a tres a dar su paseo laboral, camina lentamente, sin prisas, sintiendo en los huesos de sus piernas cada paso que da. La cabeza hacia abajo, mirando el suelo, sin ver a los transeuntes que pasan a su lado, que se cruzan con él. Yo soy una de tantos que cada día se cruzan con él, hay dias que paso de largo, que noto su presencia pero no me paro a mirarle, pero otros dias, le miro a los ojos y no me ve, va ensimismado en sus pensamientos tal vez recordando su niñez, su juventud, su madurez, su soledad, recuerdos alegres, maravillosos, en los que se filtran de vez en cuando, sin avisar, algún recuerdo doloroso, frio y algún atisbo de soledad. No me ve, no me conoce, para él soy una figura, un alma que pasa de largo, no se percata de que existo y de que pienso en él.

Un abuelo que recorre las calles de mi pueblo cada día de ocho a tres, como si fuera a trabajar, con su traje y su maletín. Todavía conserva el buen porte que tenía de joven, y camina cabizbajo sin apartar la mirada de la acera. Poco imagina que yo pienso en él, que me gustaría hablarle, preguntarle si se siente solo, si necesita mi conversación o la sonrisa de mi hijo.

Lo miro de nuevo y paso de largo, preguntándome cuántas personas solas hay en este mundo, sin una sonrisa amiga, sin sentir, vagabundeando por la vida a la espera de su fín.

Abuelo, no tienes un nombre con el que yo te pueda identificar, pero quiero que sepas que no estás solo, que por lo menos cuando bajas del tren y empiezas a caminar por mi pueblo, de ocho a tres, hay una persona que piensa en ti y que habla de ti. Sin tú saberlo para mí existes.

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Cuántas personas en este preciso instante estarán pensando en nosotros?. Personas que quizás no conocemos de nada, que sólo nos han visto un minuto, en aquel tren, en aquella playa, en aquel autobús en el que te cedieron el sitio....

Hoy siento que no estamos solos.