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Autor Tema: ACTO DE AMOR (Cuento)  (Leído 1248 veces)
Peky
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Escucha a tu corazon que mas sabio que el no hay!!


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« : 26 de Enero 2004, 06:48:17 »

Cuando era chica, mi padre siempre interrumpía lo que estaba haciendo y escuchaba mientras, sin aliento, yo le contaba cómo había sido mi día. Para él, ningún tema estaba fuera de lugar. Cuando era una desgarbada y feúcha chica de trece años, papá me entrenó para ponerme de pie y caminar como una dama.

A los diecisiete y locamente enamorada, busqué su consejo para conquistar a un nuevo alumno de la escuela. - Mantén neutral la conversación- me aconsejó-. Y pregúntale por su auto. Seguí sus sugerencias y le daba cotidianos informes de mis avances. "¡Terry me acompañó al vestuario!" "¿Adivina qué? " ¡Terry me tomó de la mano!" "¡Papá! ¡Me invitó a salir!". Y pronto papá estaba haciendome chistes. -Te puedo decir cómo conquistar a un hombre; lo difícil es librarse de él.

Cuando me gradué en la universidad, estaba lista para extender las alas. Conseguí un empleo como maestra especial en una escuela de Coachella, California, una ciudad del desierto a unos trescientos kilómetros de casa. No era un trabajo soñado. Los departamentos baratos de enfrente de la escuela eran un paraíso para los drogadictos.

 Las bandas callejeras daban vueltas por la escuela después de que caía el sol. Muchos de mis alumnos, chicos emocionalmente perturbados de diez a catorce años, habían sido arrestados por robar en tiendas, autos, o causar incendios premeditados. -Ten cuidado- me advirtió papá durante una de mis frecuentes visitas de fin de semana a casa. Le preocupaba que viviera sola, pero tenía veintitrés años, entusiasmo e ingenuidad y necesitaba estar sola. Además, en 1974 los puestos docentes eran escasos y me sentía feliz de haber conseguido ése. -No te preocupes-lo tranquilicé, mientras cargaba el auto para iniciar mi viaje de regreso al desierto y a mi trabajo.

Varias noches después, me quedé luego de clase para reordenar el aula. Una vez que terminé, apagué la luz, cerré la puerta y enfilé hacia el portón. ¡Estaba cerrado! Miré hacia todas partes. Todos-maestros, preceptores, secretarias-se habian ido a su casa y, al no darse cuenta de que yo estaba allí, me dejaron encerrada en el colegio. Miré mi reloj: eran casi las seis de la tarde. Estaba tan absorta en el trabajo que no me había dado cuenta de la hora. Después de controlar todas las salidas, encontré el espacio justo para deslizarme por debajo de una puerta en la parte trasera de la escuela. Empujé primero mi cartera, me puse de espaldas y lentamente me deslicé. Recuperé mi cartera y caminé hacia mi auto, estacionado en un terreno detrás del edificio.

 Sombras inquietantes cayeron sobre el patio del colegio. De pronto oí voces. Miré a mi alrededor y vi por lo menos ocho chicos de secundaria siguiéndome. Estaban a media cuadra de distancia. Inclusive en la oscuridad podía ver que llevaban insignias de una banda. -¡Eh!-gritó uno-. ¿Eres maestra? -No, es demasidao joven, debe ser una ayudante -intervino otro. Mientras caminaba más rápido, siguieron azuzándome. -¡Eh! ¡Es bastante linda! Apresurando el paso, manoteé en la cartera para sacar el llavero. "Si tengo las llaves en la mano-pensé- puedo abrir el auto y entrar antes de que..." El corazón se me salía del pecho.

Frenéticamente busqué en toda la cartera. Pero el llavero no estaba allí. -¡Eh! ¡Vamos a agarrarla! -gritó el muchacho. "Dios querido, por favor ayúdame", rogué en silencio. De pronto mis dedos tropezaron con una llave suelta en la cartera. Ni siquiera sabía si era de mi auto, pero la saqué y la aferré con firmeza. Corrí por el pasto hasta el auto y probé la llave. ¡Funcionaba! Abrí la puerta, entré y la cerré, justo cuando los muchachos rodeaban el vehículo, pateando los costados y golpeando el techo. Temblando, encendí el motor y me alejé. Más tarde, unos maestros volvieron a la escuela conmigo.

 Con las linternas, encontramos el llavero en el terreno junto a la puerta, donde se habían caído cuando me deslicé. Cuando volví a mi departamenteo, sonaba el teléfono. Era papá. No le conté mi aventura, no quise preocuparlo. -¡Ah, me olvidé de decirte!- me dijo-. Te hice una llave adicional para el auto y te la puse en la agenda por si alguna vez la necesitas- me dijo. Hasta el día de hoy tengo esa llave en el cajón de mi cómoda y la atesoro.

Cada vez que la tomo en la mano, recuerdo todas las cosas maravillosas que papá hizo por mí a lo largo de los años. Me doy cuenta de que, a pesar de que él ahora tiene sesenta y ocho años y yo cuarenta, sigo remitiéndome a él en busca de consejo, guía y tranquilidad. Me maravilla sobre todo que su gesto reflexivo de hacer una llave extra me haya salvado la vida. Y comprendo cómo un simple acto de amor puede hacer que ocurran cosas extraordinarias.

Sharon Whitley

Espero les guste un beso a todos!!!  Kiss Kiss Kiss
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