En el transcurso de nuestras vidas, muchas veces hemos sentido la Incomprensión, el recelo, la intolerancia, el encono y las desaprensiones de nuestros amigos o familiares y lo único que solíamos hacer dentro de nuestra irracionalidad, fue responder con la puñalada artera que deja cicatrices indelebles.
El gran poeta peruano César Vallejo, escribía en uno de sus hermosos poemas:
“...El mutilado de la paz y del amor, del abrazo y del orden y que lleva el rostro muerto sobre el tronco vivo, nació a la sombra de un árbol de espaldas y su existencia transcurre a lo largo de un camino de espaldas. Mutilado del rostro, tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre, no obstante, está entero y nada le hace falta. No tiene ojos y ve y llora. No tiene narices y huele y respira. No tiene oídos y escucha. No tiene boca y habla y sonríe. No tiene frente y piensa y se sume en sí mismo. No tiene mentón y quiere y subsiste. Jesús conocía al mutilado de la función que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no oía. Yo conozco al mutilado del órgano que ve sin ojos y oye sin orejas". Solemos comportarnos como aquel mutilado de la función que tiene ojos y no ve, y tiene orejas y no oye; y de espaldas al camino, arrojamos nuestros valores y principios, y volteamos la cabeza cuando éstos exhalan despavoridos un grito de auxilio al verse lentamente naufragar en brutal y desesperante agonía.
Y continuamos embelesados con nuestros egoísmos que nos acompañan como sombra funesta por donde quiera que vayamos; y nos negamos a enrumbar nuestra proa visionaria, hacia bellos horizontes. Nos colocamos una tupida venda sobre nuestros ojos, negándonos a ser guiados por la luz. Y todo nos parece detestable. Y en nuestra errada concepción de que somos puros, impolutos, sin mancha, contaminamos nuestras mezquindades a las conciencias de los demás.
Tal vez, hasta podríamos vernos retratados en el poema "Los Motivos del Lobo" de Rubén Darío, cuando su lobo imaginario convertido en, "…bestia temerosa de sangre y de robo/las fauces de furia, los ojos de mal", dirigiéndose al “Varón que tiene corazón de lis,/alma de querube, lengua celestial,/al mínimo y dulce Francisco de Asís", le dice:
"...Mas empecé a ver que en todas las casas estaban la envidia, la saña, la ira, y en todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira. Hermanos a hermanos hacían la guerra, perdían los débiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen día todos me dieron de palos..." Es menester pues, que hagamos todo el esfuerzo necesario para conservar ante cualquier circunstancia, nuestros principios y valores como rayo luminoso eternamente inextinguible, sin pretender convertirnos en un dechado de virtudes, pero por lo menos, podríamos repetir poéticamente, luego de un baño de arcilla perfumada, en vez de jabón, cuando la arcilla humildemente nos golpea en los oídos diciéndonos:
"Soy tan sólo un poco de barro, que al ponerme en contacto con la rosa, se apoderó de mi, parte de su fragancia". Trasladando ésta metáfora a nuestra realidad, nos gustaría que se repitiera a cada instante, en cada lugar, en cada acto, en cada respiración:
"Soy tan sólo un hombre imperfecto, que al ponerme en contacto con la escuela de la vida, se me impregnaron las fragancias de sus virtudes". Entonces estaríamos recién en el camino correcto para la construcción de un mundo diferente.
Hagamos el intento y muy pronto veremos sus hermosos resultados.
Gentileza, Wagner Terrones Vásquez ( PERÚ)