Título: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:46:22 Amig@s, quisiera compartir con Uds. un pequeño libro, compuesto de varios relatos reunidss bajo una sola historia, que lleva por título "Götterdämmerung: el crepúsculo de los dioses", y que escribí hade 10 años, casi 11, y que, sin embargo, jamás llegué a publicar. Lo enviaré en sucesivos post. Primeramente les paso el prólogo; dice:
PRÓLOGO: El Destino ha querido que después de “El Libro de las Cien Noches y una Noche”, y “El que Espera”, haya surgido “El Crepúsculo de los Dioses”. Pero ¿qué dioses son esos? ¿Es que, acaso, son los mismos que me han inspirado y alentado para llevar a buen término mis obras? No sabría decirlo. Al mismo tiempo soy escritor, lector y testigo de lo que sucede. No puedo dar una definición exacta de ellos sin caer necesariamente en la improvisación. Y como bien se ha afirmado, la improvisación es el único tipo de manifestación que se puede esperar de quien procura decir algo, pero que no puede porque ese algo está más allá de su propia capacidad de comprensión. Este prólogo será breve y conciso. Sólo ocupará el espacio necesario para plantear una cuestión que aguijonea mi ánima: luego de este crepúsculo, ¿vendrá otro amanecer, propiciado por los mismos u otros dioses? ¿O, por el contrario, se acostarán a dormir ellos el sueño eterno, el más profundo y largo de todos, aquel del cual nada es posible saber, puesto que nadie ha despertado de él? Tal vez se encuentren entre “... los que duermen el sueño que no tiene sueños, ni aurora, ni inquietud, ni despertar”, como dijo Omar Kayyam, refiriéndose a los muertos. Pero ¿es realmente un verdadero crepúsculo? No sabría responder con certeza. No sé lo que me espera luego de este libro. Posiblemente muchos otros surjan a la luz en el futuro, o tal vez éste sea el último. Ese es un asunto que solamente concierne al Creador, y Él se reserva la respuesta para Sí. Y ahora, querido libro, ya que estás sobre este mundo de realidad, y no en el de la fantasía del proyecto a partir del cual surgiste, enseñoréate de ambos para ser una unidad completa e indivisible; y ser amo en el mundo de la realidad y en el de los sueños. Este prólogo fue escrito el día Viernes 2 de Abril de 1.993, a las Doce y Dos minutos, es decir en mitad del día, con el Sol en Aries y la Luna en Leo, a 34º 20’ de Latitud Sur y 57º 20’ de Longitud Oeste.- Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:49:06 Bien, aquí doy comienzo a la transcripción del relato en cuestión. Está ambientado en la ciudad de El Cairo, Egipto, en durante la segunda mitad del siglo XIII o primera mitad del siglo XIV. Dice así:
Se cuenta -¡pero Alah el Invisible es más sabio!- que en otro tiempo había en el país de Egipto, en El Cairo, un sultán entre los sultanes valerosos y poderosos de la ilustrísima raza de los Baharitas turcomanos. Y se llamaba el sultán Al Malek Al Zaher Rokn Al-Din Baibars. Y bajo su reinado brilló el Islam con un esplendor sin precedentes, y el imperio se extendió gloriosamente desde el límite extremo de Oriente a los confines profundos de Occidente. Y sobre la faz de la tierra de Alah, y bajo el cielo cerúleo, no quedó en pie ninguna plaza fuerte de los francos y de los nazarenos, cuyos reyes fueron alfombra para los pies de aquél sultán. Y en las llanuras verdes, y en los desiertos, y sobre las aguas, no se elevaba ninguna voz que no fuese la voz de un Creyente, ni se oían pasos que no fuesen pasos de quien caminaba por la vía de la rectitud. ¡Bendito sea por siempre el que enseñó el camino, el Bienaventurado, hijo de Abdalah el Koreichita, nuestro soberano Ahmad Mahomed, el Enviado (¡con Él la plegaria y la paz y las más selectas bendiciones!). Y en tal estado de paz y éxito, todo era progreso y prosperidad en la cultura, los negocios, el arte y la producción. En esa época, verdaderamente gloriosa y llena de virtud para cientos de miles de personas, vivía un joven a quien Alah, que reparte a su entero arbitrio virtudes y pesares, le había concedido un aspecto por demás fuera de lo común por esas zonas, otorgándole la particularidad de una cabellera sumamente clara, al igual que su barba y toda la vellosidad de su cuerpo. De tal forma y manera que todos le conocían como Suhhel, es decir Sirio, puesto que parecía brillar como dicha estrella debido a su palidez excepcional. Y a pesar de contar sólo veintitrés años, algunos había que le consideraban un anciano a primera vista, a causa de sus barbas aparentemente medio encanecidas. Pero dejemos, sin más, que sea él quien nos relate su propia experiencia. Nos dice así: Desde muy joven me dediqué a la compra y venta de artesanías en madera, y muy a menudo me veía necesitado de viajar hacia otras ciudades, en las cuales me hospedaba en casa de algún pariente o amigo de la familia. Un día, cuando me hallaba en Alejandría , hospedándome en casa de Aziz, cuñado de mi hermana, y volvía de la mezquita de hacer la plegaria de la tarde, acerté a pasar a caballo y muy tranquilamente por una calle muy secundaria aunque bellamente limpia y fresca, donde todas las ventanas poseían sus macetas y jardineras llenas de plantas y flores muy hermosas, que inundaban el aire con su fragancia. Y he aquí que, al pasar por debajo de una de dichas ventanas, vi a una joven feérica que estaba sentada dentro, mirando pasar la gente. Y esta muchacha estaba sin su velo, por lo que accidentalmente pude verle el rostro. Alcancé a vislumbrar, pues, unos bellísimos ojos de gacela, unos labios tan encarnados como una rosa, y unas mejillas tan suaves y delicadas como una prenda de seda. Sin embargo, continué mi camino hasta que llegué a la casa de Aziz. Al día siguiente y a la misma hora, volví a pasar por esa calle y en igual sentido, y vi lo siguiente: en la misma ventana, y tras las mismas flores, estaba ubicada la misma joven de la víspera; pero además, estaba acompañada de otras tres muchachas de aproximadamente la misma edad, es decir unos catorce años a lo sumo. Las cuatro estaban mirando con ojos extasiados mi paso pero no dijeron nada, aunque sus miradas expresaron mucho más que las palabras. Y aún pasé una vez más al tercer día, aguijoneado por la curiosidad, y vi las cuatro mismas jóvenes, que a mi paso corearon: “Adiós, joven hermoso.” Y se alejaron de la ventana corriendo hacia el interior de la casa mientras reían de buena gana. Yo continué mi camino, pero con una confusión tal que se diría estaba ebrio de vino. ¡Jamás había visto ni oído algo similar! Así que al llegar a casa de Aziz y como él me viera con una distracción realmente intensa, además de ser algo totalmente ajeno a mi carácter, me preguntó: “¿Qué te sucede Kassem? ¿En qué te ha ido mal hoy? Confíame tus pesares, que yo sabré solucionarlos”. Yo sólo atiné a acostarme sobre un diván y a restregar mi rostro con las manos. Y exclamando distraído, comenté: “¡Ah, por Alah! ¡Qué gente tan extraña la de aquí!” “¿Es que tuviste alguna querella o altercado con los mercaderes? Mira, aquí no necesitas trabajar si así lo deseas. ¿Ves esto? –y sacó una moneda de oro-. Las hay por cientos similares a ella en oro y plata en una gruta que yo conozco. Si es por dinero que te afliges, olvida tu pesar y alégrate”. - No es por negocios ni discusiones que estoy azorado. ¡Es la gente! Me extrañan sus actitudes. Y sin más, Aziz me dejó a solas con mis cavilaciones, se fue por un rato y yo me dormí por unos minutos. Pero no sentí haber descansado ni un segundo, pues a poco de dormirme comencé a soñar con las cuatro jóvenes que había visto y me saludaron. En sueños las vi que se elevaban muy alto en el aire, pero no volando como lo hacen las aves, sino simplemente flotando tal como lo hacen los peces en el Nilo. Y de tal manera llegaron más allá de las nubes, donde comenzaron a reír en coro, perseguirse unas a otras, y hacer mil juegos distintos; hasta que al fin aparecieron cuatro puntos blancos muy brillantes por el lado opuesto al Sol. Entonces ellas se pusieron muy serias y tiesas, miraron a esos elementos, y vieron que cada uno tomaba un aspecto diferente: el primero se convirtió en una especie de flecha de fuego sumamente delgada, atravesó a una de las jóvenes, y se transformó en una especie de llamita azul—amarillenta. El segundo objeto cobró la forma de la espuma que corona las olas marinas, chocó contra otra de las muchachas, y se vio convertida en una gota de agua pura y cristalina. El tercer punto de luz no tardó en convertirse en un grueso bloque de piedra gris que rozó a la tercera joven y ésta se esfumó, quedando en su lugar una ligera traza de tierra suave y negra. Por último, el cuarto elemento cambió su estructura hasta presentarse como un invisible soplo de aire fresco que ascendió delicado y sutil desde los pies de la última muchacha que aún conservaba su aspecto humano, hasta llegar a su cabellera, que agitó y acarició de la mejor y más hermosa manera imaginable. Entonces desapareció ella y en su lugar quedó una especie de esfera de aire más opaco que el resto, aunque sin perder parte de su transparencia. Sucedido esto, el globo de aire se unió a la llamita azul—amarillenta que ardió intensamente, inflamó luego la traza de tierra negra, y chocó la gotita de agua. Al ocurrir esto se produjo un estallido inmenso y no pude saber más nada, pues Aziz había vuelto acompañado de un médico y en ese momento ingresaron a la habitación en que me encontraba. Entonces quedamos solos éste y yo, él me hizo varias preguntas sobre mi trabajo, alimentación y mi vida en general. Luego tomó un papel y escribió algunas cosas sin hacer comentarios, le pagué y se fue luego de la zalema. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:50:45 (continuación...)
Así es que Aziz entró nuevamente a la habitación, preguntándome: “¿Qué hay de nuevo Kassem? ¿Qué te dijo el médico?” “No me dijo nada en concreto. Solamente hacía preguntas. ¡No paraba de hacerlas! Luego escribió algo en esta hoja de papel y se retiró. Toma, léela tú”. Entonces él la leyó en silencio y exclamó: - ¡Ah, mi amigo! Estás enfermo de amor y no me habías dicho nada. Escucha lo que aquí dice. “Receta para quien esté enfermo de amor: ¡En el nombre de Alah el Curador, maestro de las curaciones y de los regímenes buenos! ¡He aquí lo que hay que tomar con la ayuda y la bendición de Alah! Tres medidas de esencia pura de la amada mezcladas con un poco de prudencia y de temor a ser espiado por los envidiosos; además, tres medidas de excelente unión clasificada con un grano de ausencia y de alejamiento; además, dos pesas de afecto puro y de discreción sin mezcla con la madera de la separación; hacer una mixtura de ello con un poco de extracto de incienso de besos, dado en los dientes y en el centro; dos medidas de cada variedad, más cien besos dados en las dos hermosas granadas consabidas, cincuenta de los cuales deben ser endulzados pasando por los labios, como hacen las palomas, y veinte como lo hacen los pajarillos; además, dos medidas iguales de movimientos de Alepo y de suspiros del Irak; además, dos okes de puntas de lengua en la boca y fuera de la boca, bien mezcladas y trituradas; después poner en un crisol tres dracmas de granos de Egipto, adicionándoles grasa de buena calidad, haciéndolo cocer en el agua del amor y el jarabe del deseo sobre un fuego de leña de placer en el retiro del ardor; tras de lo cual se decantará el total en un diván bien mullido, y se añadirán dos okes de jarabe de saliva, y se beberá en ayunas durante tres días. Y al cuarto día, en la comida del mediodía, se tomará una raja de melón del deseo, con leche de almendras y zumo de limón del acuerdo, y por último, con tres medidas de buena maniobra de muslos. Y terminar con un baño en beneficio de la salud. ¡Y la zalema!” Finalmente, cuando terminó de leer todo, no tuve otra solución que explicarle lo que sucedía, a lo cual respondió: - Está bien, pero ten cuidado; no sea que te veas envuelto en una red de intrigas de la cual no puedas soltarte. Tu aventura puede derivar en una espiral de la que tal vez ignores cómo salir. - Sí, lo sé –contesté yo-. Estaba empezando a vislumbrarlo. Y de esta manera la noche fue cubriendo la ciudad, hasta que llegó el nuevo día. Y con él, otras cavilaciones. Así es como pasaron ocho días, unos iguales a otros, diciendo ellas la misma frase y sintiendo yo el mismo azoramiento. Pero al llegar la hora consabida del noveno día, y luego de haber cumplido mis deberes en la mezquita, pasé una vez más por esa calle y vi que las cuatro hermosas jóvenes no estaban observando desde la ventana, sino que estaban en la acera, unas sentadas y otras de pie recostadas a la pared, hablando. Y cuando yo estaba casi por pasar ya, ellas se interpusieron en mi camino obstruyendo mi paso, tomándose de las manos desde un costado al otro de la calle. Y mi cabalgadura se vio en la necesidad de detenerse, en vista del obstáculo. Y una de ellas, la que había visto el primer día y que era la más hermosa de las cuatro, me habló en estas palabras: - Baja de tu montura, lindo. Queremos hablarte de algo. Pronunció estas palabras con una sensualidad y con unos gestos y miradas tales que yo pensé: “Cualquier cosa puede pasarte, Kassem. Permanece con los ojos bien abiertos”. Porque realmente parecían dispuestas a todo esas jóvenes. - Acompáñanos por aquí –dijo ella. Y me condujo a mí y al caballo hasta la esquina, desviándonos hacia la izquierda y entramos en una caballeriza muy iluminada y prolijamente limpia, donde mi cabalgadura fue dejada pastando tranquilamente. Y de allí pasamos a un patio inmenso, lleno de árboles decorativos, frutales, plantas florales y fuentes de agua pura y cristalina; de una de las cuales estuve a punto de beber un sorbo, cosa que vivamente me disuadió de hacer otra de las muchachas, que me tomó de la mano diciéndome: - Aún no es el momento de beberla. Ya tendrás sobrado tiempo de hacerlo. Ahora ven con nosotras, que te daremos el agua de otro manantial, muy distinto de éstos. Y entre los trinos de las aves y los aromas de las flores y los frutos maduros, alcanzamos una puerta de madera labrada tan ancha como cuatro personas y alta como dos, que atravesaba un grueso muro de ladrillos esmaltados. Del otro lado había una gran sala con una mesa circular negra y varios lugares donde sentarse. Esta habitación estaba tenuemente iluminada por unas lámparas de petróleo, y pude divisar que las paredes estaban recubiertas, al igual que el techo y el piso, por grandes alfombras ricamente adornadas y tejidas, que daban una singular calidez al ambiente, a la vez que amortiguaban extrañamente los sonidos más fuertes. Así es que, luego de adaptados nuestros ojos a la penumbra del lugar, nos ubicamos en torno de la mesa y nos dispusimos a comer las frutas que alguien había traído en una bandeja toda labrada. Y como bebida consumimos un almíbar muy fresco y dulce, que dilataba los abanicos del corazón y estimulaba a la actividad y a la conversación. De forma tal que el diálogo entre mis desconocidas amigas y yo fue haciéndose más y más fluido a cada minuto. Y de esta manera, no sabría decir cuánto rato transcurrió desde mi llegada, pues esa habitación carecía de ventanales –o estaban cubiertos— y la puerta estaba cerrada. Así es como hablamos de mi vida, de mi trabajo, y mis distracciones preferidas. Y cuando preguntaron mi edad y respondí que tenía veintitrés años y cinco meses, a coro exclamaron: “¡Ah, qué hermoso! ¡Qué bien!” Y el ardor interno que las consumía parecía aumentar intensamente a cada momento, a decir por sus risitas cada vez más frecuentes y prolongadas. Y mi asombro crecía con mis reflexiones, pues no sabía a qué respondía la actitud, tan extraña a la par que escandalosa, de estas lindas jóvenes. Así es que, luego de esta demostración de euforia, tres de ellas se retiraron a una habitación contigua a través de una puertecita más bien pequeña pero excelentemente disimulada en la pared. Y nos quedamos solos la joven vista el primer día y yo. Entonces ella me tomó de la mano y me condujo hasta un diván muy mullido, ubicado cerca de un rincón y que yo no había percibido aún. Y allí mismo de pie, comenzó a acariciarme las manos, me las llevó hasta sus hombros, y luego me hizo colocárselas sobre la cintura. Así es que yo ceñí una cintura que adivinaba perfecta en su constitución juvenil. En esta situación, verdaderamente curiosa, comenzó ella a acariciar suavemente mi barba, mis pómulos, para pasar luego a quitarme el turbante y todo el resto de mi vestimenta. Y mientras aquello hacía, ningún gesto asomaba a su rostro, ni era posible escrutar lo que sucedía en su ánima pues nada dejaba traslucir. Sin embargo, no cesaba de frotar, con la punta de su lengua, su labio superior. Y yo la miraba con ojos cada vez más desorbitados, a causa del asombro que me producía ver semejante consumación en una mujer tan joven. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:51:56 (continuación...)
Terminada su tarea de desvestirme, hizo lo propio consigo misma, se reclinó en el diván, tentación de soñolientos cuerpos o de felices parejas de amantes, y me invitó a hacer lo mismo, diciéndome: - Ven, acompáñame; y quiero que entres. Yo sabía muy bien a qué se refería, y entré feliz y contento ante tal bienvenida, tan bien organizada y estructurada. Y gocé de ese segundo agasajo, tan distinto del primero. Y lo que a continuación sucedió, constituye un misterio de la fe musulmana. Y aquella vez no hubo en toda la ciudad de Alejandría, ni en todo el país de Egipto, un grupo más hermoso que el que formaban ambos jóvenes enlazados, adaptándose uno al otro como las dos mitades de una misma almendra. Pero cuando consideré satisfechos mis deseos, me levanté y vestí, diciendo que había llegado el momento de irme. Así es que mi joven amante hizo lo mismo y fue en busca de sus amigas, que aparecieron una a una y me saludaron con sus labios en los míos. Luego de lo cual me acompañaron hasta la titánica puerta que da al jardín, donde quedé más tieso que una columna: el Sol había desaparecido tras el horizonte, y eran visibles las estrellas más brillantes. Evidentemente, habían transcurrido más de cuatro horas, casi sin notarlas pasar. Al menos esa fue mi primera sensación, pues luego de pasar por la caballeriza a retirar mi montura y salir a la calle, descubrí algo que me dejó más petrificado aún: unos tenues y sonrosados rayos de Sol iluminaban las palmeras más altas y los minaretes de las mezquitas; la respuesta, demasiado clara para ser considerada desde el primer momento, me había encandilado con su evidencia y no me permitía llegar a ella: las estrellas no estaban apareciendo: desaparecían; y el Sol no se estaba ocultando: ya se levantaba nuevamente. En otras palabras, estaba amaneciendo un nuevo día, y yo había pasado, sin darme cuenta ni sentirlo, toda la noche con esas cuatro muchachas de ojos babilónicos y miradas lánguidas. Es decir, más de doce horas en total. Así es que, y ya estando cerca de la mezquita, fui derecho hacia allí y realicé la plegaria matinal de acuerdo a las prescripciones del Libro Noble, luego de lo cual retorné a la caza de Aziz. Como es de imaginar, cualquiera que posea un mínimo de cordura y sentimiento hacia los demás, estaría realmente desesperado por tal desaparición de un familiar; y nada menos que a plena luz del día. Y como no pudo ser de otra forma, encontré a Aziz convertido en un temporal cuando entré en la casa. ¡Estaba transformado en una fiera! Primero quiso golpearme con sus puños, y me persiguió por toda la casa. Ya en el jardín, tomó una pequeña maceta y la arrojó a lo lejos. Tras esto, pareció tranquilizarse un tanto, atinando a preguntarme dónde había estado durante la noche. Yo solamente acerté a decir: - No sé; estuve en una casa con unas muchachas. Ignoro quiénes son, pero me atendieron bien. Tras de lo cual le expliqué lo más detalladamente que pude la ubicación de la vivienda, el jardín, y todo lo demás. Pero no hay utilidad en repetirlo. Con esto, creo que terminó por serenarse del todo, y comentó: - Bueno, mientras no pase de eso no es problema grave. Pero que no se te haga costumbre. Así es que al día siguiente, y al otro, y por toda una semana, evité pasar por esa calle y hasta por esas esquinas, debiendo dar un gran rodeo si en mi camino quedaba esa parte de la ciudad. Transcurridos ocho días, tomé nuevamente el valor necesario para pasar por esa calleja y encontré, como antes, a mi primera amiga pero acompañada esta vez por dos compañeras suyas que no conocía yo. Y como esta vez viajaba a pie, ella me hizo seña que esperase, me abrió la puerta y entré a la casa, una construcción bellamente enriquecida con decoraciones delicadísimas en sus paredes y adornos valiosísimos distribuidos muy ordenada y discretamente. Me hizo pasar por una primera sala muy pequeñita, luego por otra bastante más amplia, y finalmente llegamos a una tercera, verdaderamente inmensa, con las paredes cubiertas de estanterías con libros, cuadernos de notas, y un sin fin de mapas y otras cosas más. Esta sala estaba hermosamente iluminada por una gran bóveda de cristal de roca, por la cual se filtraba la luz de una manera muy suave y homogénea. En el centro, y rodeada de varios asientos enriquecidos como tronos, había una mesa de madera rosada con incrustaciones de maderas de otros colores en dibujos de una geometría fantástica. Y sin tardanza quise mantener relaciones con ella. Y para no quedar por tonto ni por idiota le dije: “Aquí le tienes, mi señora”. Pero ella me miró con aire despectivo y me dijo: “Guárdale, porque se va a resfriar”. “Bueno, ya que lo que te tienta no es esto, ¿para qué me deseas?” Entonces me asignó un lugar para que me sentara, y luego desapareció por unos instantes, para volver con una bandeja, de todo punto similar a la de hacía unos días, igualmente repleta de frutas y bebidas. Venía también acompañada de sus dos compañeras, que me saludaron muy simpáticamente, como si me conociesen de toda la vida. Entonces, mi amiga me interrogó diciéndome si conocía alguna historia simpática y digna de ser contada. - Sí, efectivamente, conozco muchas de ese tipo. - Entonces, ¡oh jeique!, te rogamos que nos favorezcas con esa historia. Si no, el fastidio hará que me desgarre hasta abajo las vestiduras –dijo otra joven, que evidentemente creyó ver en mí a un hombre de ya cierta edad. Aunque generalmente no consiento en narrar historias más que a fuerza de ruegos y súplicas, tomé entre mis manos una fruta de la bandeja y comencé diciendo: “En los anales de los antiguos y en los libros de los sabios se cuenta, y se nos ha transmitido por la tradición, que en la ciudad de El Cairo, residencia del buen humor y de la gracia, había un joven tan hermoso como la estrella Canopea cuando brilla sobre el mar, y tenía un fondo sin igual de listeza, de sagacidad, de inteligencia y de cordura, a más de ser indudablemente el individuo más instruido y más ingenioso de su tiempo. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:53:28 (continuación...)
“Tenía por nombre Kassem , y por oficio mercader de artesanías en porcelana, por lo que eventualmente se veía obligado a viajar de una ciudad a otra en busca de nuevos mercados. “Así es que un día, y hallándose en casa de Maabad, familiar suyo, en la ciudad de Damieta, fue a la mezquita a mediodía, y al regresar de ella acertó a pasar a pie junto a una casa en una de cuyas ventanas había una joven sola, quien invitó a Kassem a pasar. “Y tras entrar y haberle ella colmado de caricias, le hizo seña de que se dedicara a su oficio de gallo. Y él se prestó a ello con diligencia y celeridad. Y he aquí que, al día siguiente, tras de haber jugado con su amante una partida de ajedrez en siete asaltos, el visitante se fue por su camino, satisfecho y chasqueando la lengua de contento. “Así es que, al día siguiente, repitió la visita a esa casa y a la misma hora, esperando ser recibido con las mismas pruebas de la pasión desplegada la víspera. Pero la única respuesta que recibió a la frase “Aquí me tienes de nuevo, vida mía” que dijo a su amante, fue un gesto de indiferencia al cual siguió un portazo, quedando él en la calle tan perplejo y tieso como una torre. Y su estado se tornó en un estado lamentable, marchándose cariacontecido y sintiendo que se le rompía de despecho la bolsa de la hiel. “Así es como por tres días seguidos no salió Kassem de casa de Maabad. Pero al cuarto sí lo hizo, aunque evitando pasar por la calle de la amante que lo había repudiado sin mediar palabra alguna. “Sin embargo, diez días después ya no pudo evitar la tentación de transitar por ahí y vio que estaba esta muchacha en la ventana, la cual le habló diciéndole que le haría pasar. “Así que luego de cerrar la puerta a su espalda, ella golpeó las manos y aparecieron cinco hombres, uno de los cuales era un kadí, y los otros restantes eran los cuatro testigos requeridos para realizar un casamiento como corresponde. Y entonces, quedaron unidos por contrato legítimo ante Alah y su Profeta (¡sean con Él la plegaria y la paz!). Y entonces la joven se echó el velo por la cara, según se acostumbra, y se envolvió en el izar . “Consumado, pues, el matrimonio, y recogiéndose la orla del traje, Kassem echó a correr con una carrera más rápida que si le persiguiese la hora de su destino, hasta llegar a la casa de Maabad a quien comunicó la extraordinaria aventura que acababa de sucederle; pero lejos de reaccionar positivamente, el dueño de casa se puso a recriminarle, diciendo que él no hospedaba gente para que éstos consiguieran amantes ni cónyuges. Él sólo lo hacía cuando su visita estaba por trabajo. Pero como la cólera es mala consejera, y hace perder a las gentes bien educadas el sentimiento de su dignidad, allí mismo se pusieron a armar querella y a dirigirse invectivas de un modo ostensible, lanzándose mutuamente, contra su costumbre, las imprecaciones más violentas, y amenazándose, a vuelta de muchos gestos y ojos inyectados, con matarse, o por lo menos con ensartarse. Y así fue como se trataron mutuamente de maricas y de hijos de . “Tras esta discusión, donde además Maabad expulsó de su casa a Kassem, aquél le dijo que “Es desde entonces que tu cabeza no estará segura sobre tus hombros, porque buscaré hacerte morir con la muerte peor y te daré a gustar la defunción más negra”. “Y luego de dichas tales palabras, Kassem se retiró con paso lento hasta la mezquita, en cuyo patio se sentó a esperar que llegase la hora de la plegaria del anochecer. Tras de lo cual, y ya serenado su ánimo al llegar al palacio en que él habitaba a la sazón, su esposa le recibió con transportes indecibles, y él respondió como el yunque responde al martillo. Y no cesó la lucha hasta que su contrincante hubo pedido gracia, dándose por vencida. “Y pasados que fueron quince días, Kassem ya no tuvo más objetos que vender, sino solamente el capital necesario para costearse el regreso con su esposa a la ciudad de El Cairo. Pero no contaba con la desaprobación de su esposa, que por ningún motivo quiso abandonar su amada ciudad de Damieta, donde se había criado ella y las generaciones de sus padres y abuelos. “Y como Kassem era un hombre serio y responsable, incapaz de dejar su trabajo y su familia por el amor de una joven mujer sin experiencia en la vida, le dijo: “¡Quedas divorciada por tres veces!” Esta es la fórmula más grave del divorcio, y la más solemne. Y el que la pronuncia no puede volver a casarse con su primera esposa, si un día lo desea, mientras su esposa no consume un nuevo matrimonio con otro marido que, a su vez, la repudie. Así lo especifica el Libro Noble, y así debe ser cumplido. Luego de este episodio, volvió a retomar su vida sosegada de trabajo en paz. “Tal es, pues, la historia de Kassem y su fugaz matrimonio con la muchacha de Damieta”. Y luego de decir yo estas palabras, las tres muchachas suspiraron de puro gusto y placer. De tal forma, pues, transcurría el tiempo, trabajando y hospedándome en casa de Aziz durante el día, y visitando a mi amiga por las noches. Siempre me recibía ella con mucho entusiasmo y con mucha expansión; y nada escatimaba para darme gusto. Yo seguía comiendo, bebiendo, narrando, besando y amándola; vistiendo cada día los trajes más hermosos unos que otros, y las camisas más finas unas que otras, hasta que me puse muy gordo y llegué al límite de la gordura. No sentía ni penas ni preocupaciones. En tal estado, verdaderamente delicioso, permanecí todo un año. Pero he aquí que un día, a principios del año nuevo, había ido al hammam , y me había puesto el traje mejor entre los mejores trajes. Y al salir del hammam, me había tomado un sorbete y había aspirado voluptuosamente los finos aromas que se despedían de mi ropón impregnado de perfumes. Me sentía más contento que de costumbre, y todo lo veía blanco a mi alrededor. El sabor de la vida era para mí verdaderamente delicioso, y me sentía en tal estado de embriaguez, que me aligeraba de mi peso, haciéndome correr como un hombre ebrio de vino. Y en tal estado me acudió el deseo de ir a derramar el alma de mi alma en el seno de mi amiga. Así es que, y como nada me impedía hacerlo, encaminé mis pasos hacia su mansión. Porque no sospechaba lo que me reservaba el Destino desde el fondo de la Eternidad: al pasar por una casa, había una señora muy anciana sentada en un escalón y recostada contra la pared, y me preguntó si yo sabía leer. Respondí que sí, y le pregunté en qué podía servirle. Cuando le dije esto, su rostro pareció iluminarse por una fuerza súbita e inexplicable, pareciendo rejuvenecer instantáneamente como cincuenta años; porque realmente que era una mujer muy anciana y de piel muy curtida por una vida de trabajos y de soles. Así es que, y antes de que me diera lo que tenía para leer, tomó mi mano con la suya y me hizo entrar, apoyándose un poco sobre mi hombro para subir los dos o tres escalones que la separaban del interior de la mansión. Llegados adentro, pues, me invitó a sentarme, diciendo que llamaría a otra persona para que leyéramos juntos una carta y no hubiera posibilidad de engaño. Aparentemente, esta anciana sentía algo de desconfianza respecto de mi honradez, producto de sus largos años en la experiencia de la vida. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:54:49 (continuación...)
Cuando por fin volvió, lo hizo acompañada de una joven mujer, que contaría unos veinte años, dándome simultáneamente una nota perfectamente sellada y precintada. Me ordenó abrirla, y entonces la joven se sentó a mi derecha. Leí en voz alta para que ambas se enteraran del contenido, y resultó se una carta del padre de la muchacha, donde se la autorizaba a contraer matrimonio con el primer joven que leyese dicha misiva. Por eso, pues, había estado la anciana sentada en los escalones de su casa y me preguntó por mi instrucción. Es de suponer que a muchos les preguntaría, aunque deduzco que yo fui el primero en responderle de manera afirmativa. Así pues, de la manera más curiosa y menos pensada, me hallaba ya casado con una atractiva joven, cuya cintura daba envidia a la rama del árbol “ban” cuando se mueve al viento, de tan flexible y agradable como era su movimiento. Y me dijo ella: - Si tienes que despedirte de algún conocido, familiar o amigo, aprovecha a hacerlo ahora y regresar antes del anochecer. Porque si no lo haces, me perderás irremisiblemente. Entonces yo marché tan rápido como podían hacerlo mis piernas, y llegué a casa de Aziz, diciéndole que me marchaba nuevamente para El Cairo, mientras tomaba mis escasas pertenencias. No podía decirle que me habían desposado imprevistamente con una desconocida, pues sabía que armaría otra ostentosa demostración de su cólera. Yo sabía que esos escándalos pasaban pronto y no constituían más que una máscara que cubría un espíritu tolerante y bien dispuesto, pero de todas maneras quería evitar cualquier tipo de enfrentamiento que desembocara en algo grave. Así es que me vi obligado a decirle esa mentira, a pesar de que seguiríamos viviendo en la misma ciudad, con el riesgo permanente de volver a vernos y se descubriese la verdad. Tras la despedida con Aziz fui a la casa de mi amiga soltera y le comuniqué mis intenciones de marcharme antes del atardecer, por lo que me negué a pasar más allá del vestíbulo y aceptar cualquier tipo de alimentos y bebidas, sabiendo que la ingestión de estos alimentos traía, como único efecto, la pérdida de la noción del tiempo por mi parte. Aún así, ella se desvistió en parte y me ordenó tener relaciones íntimas, cosa que yo acepté a regañadientes, pues también debería hacerlo luego con mi sorpresiva nueva esposa. No pude resistirme ante ese cuerpo tan bien modelado, ni negarme “... porque será la ultima vez, antes de la despedida y del adiós”, según sus palabras. Cuando por fin llegué a casa de mi esposa, el Sol estaba casi rozando ya el horizonte, y ella pudo respirar con alivio. Apenas hube traspuesto el umbral, la anciana lo cerró con tal ímpetu que hizo retemblar todas las demás puertas y ventanas, haciéndome dar media vuelta por la sorpresa. Y pasando veinte cerrojos, cadenas y llaves, a cuál más ruidoso, me anunció que “... desde ahora en adelante, y por seis meses, deberás abandonar toda ocupación y toda actividad relacionada con el exterior de esta casa, para ocuparte únicamente de ejercer tu oficio de gallo”. Yo no sabía lo que eso significaba, y cuando se lo pregunté me respondió, sin más: “Pues comer, dormir y amar a tu cónyuge. Y ahora, ve con tu esposa, que te espera”. Así fue como me hallé raptado y arrastrado, un poco en contra de mi voluntad, hasta la habitación de aquella con quien me habían casado, donde me explicaron que los grilletes de la puerta de entrada no serían retirados hasta luego de seis meses. Así es que, y como es de suponer, me sentí naufragar en un mar de conjeturas y desesperación, porque pensaba: “Jamás habré faltado tanto tiempo de mi casa natal ni de mi ciudad. Y menos sin dar noticias a mis familiares, que ya me darían por muerto desde hace tiempo”. Porque ya hacía más de un año que no recibían noticias de mí. Sin embargo, no tardé mucho tiempo en adaptarme a mi nueva vida sin preocupaciones y sin trabajo, hasta que terminó mi reclusión forzada y oí caer los grilletes de la puerta de calle. Y con una felicidad que colmaba mis sentidos, pude ver de nuevo brillar el Sol en la calle. Pero no mucho tiempo duró mi alegría, porque la anciana me anunció que al amanecer del día siguiente la puerta de entrada sería clausurada nuevamente por otros seis meses. Así es que, viéndome en posesión de la libertad ansiada durante tantos días, comencé por visitar a Aziz, que me recibió con grandes muestras de alegría. Y como no pudo ser de otra forma, la pregunta funesta, que jamás debió salir de labios de él, surgió en toda su retumbante magnitud: “¿Cómo están de salud nuestros familiares de El Cairo?” Tal pregunta me resultó tan sorpresiva, aunque en sí resultaba tan obvio que fuese preguntada luego de tanto tiempo sin vernos, que me dejó algo desorientado; pero tuve la suficiente presencia de ánimo para reponerme rápidamente de mi perplejidad momentánea al no saber qué responder por ignorar la verdad, y contesté: - No he tenido noticias, pues hace tiempo que no voy por allá. Mi ocupación me ha mantenido alejado todos estos meses. Y luego de conversar algo más, me retiré a visitar a mi amiga de la callejuela, aquella joven misteriosa que conocí con sus amigas, si es que aún existían esa casa y esas muchachitas. Cuando pasé, pues, junto a la ventana consabida, vi ¡por Alah! a mi amiga, a ella misma, con su persona y con sus ojos, que me miraba riendo de alegría. Así es que me llamó y pasé, luego de lo cual hablamos algo de mí y algo de ella. Y más tarde aún, hicimos todo lo que hace un hombre con una mujer. Terminada esta tarea, salí nuevamente a la calle, descubriendo que ya la noche había cubierto la ciudad con su manto de estrellas. Y las tinieblas de Alah me protegieron hasta por la mañana; porque ya los almuédanos estaban convocando a la plegaria de la mañana, minutos antes del amanecer, cuando llegué de nuevo a mi casa. Y las puertas fueron cerradas a mis espaldas por otros seis meses más. Así es como dio comienzo el segundo ciclo de seis meses de encierro, período en el que no tardé en perder el peso que me sobraba y recuperar mi aspecto normal. Y como nuestra convivencia se hiciera algo monótona a pesar de nuestras divertidas actividades –que, dicho sea, no podían llenar todas las horas ni todos los días—, comenzamos a organizar paulatinamente, y al principio como una broma y sin darnos mucha cuenta del hecho, una especie de competencia intelectual en la que nos narrábamos, uno a otro, historias, leyendas y cuentos, a cuál más original por lo novedoso, o por ser breve pero muy consistente, o lo extenso, o por la serie de sucesos asombrosos e increíbles. Así es que un día, y tratando de hacer acopio de bastante creatividad y memoria, le dije a ella: En tiempos en que yo recorrí el Maghreb a la búsqueda de nuevos mercados donde colocar mis producciones, una mañana, entre la ciudad de Xauén donde tan buenos tapices hay y Marrakesh, puede entablar una conversación con un fellah que araba sus tierras con un arado rústico formado por una horquilla de hierro, tirado por un buey y un forzudo caballo. En el campo que el hombre labraba había varios bloques grandes de piedra casi gigantes, pero no lo suficiente para que no pudiesen ser desplazados entre varias personas mediante un poco de esfuerzo. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:56:20 (continuación...)
Me había detenido al borde del camino a contemplar el trabajo, asombrándome de los esfuerzos redoblados que hacía el hombre para guiar su instrumento entre las rocas. Como vio que lo observaba, vino a saludarme, y nos hicimos las zalemas rituales. Con la gentil y delicada amabilidad beréber me preguntó si todo estaba bien para mí. Y así era. Le pregunté si para él también lo estaba, y efectivamente así fue. Convinimos, pues, en que el Creador debía ser alabado por ello, y lo hicimos. Entonces nos sentamos, reunimos nuestras provisiones, y con arreglo a las costumbres del desierto tomamos juntos nuestra comida. Y hablamos del cultivo, de los suelos, del calor, y de todo lo que hablan dos personas de distintos países que recién se conocen. Así es que le pregunté por qué no sacaba aquellas piedras de su campo. Me miró entonces como si Alah me hubiese negado la facultad de comprender; y, en efecto, me la había negado. ¿Es que yo ignoraba acaso que cuando Alah enviaba el agua, tanto la del Cielo, así como la de la Luna (el rocío), eran esas piedras las que la conservaban, y que sin ellas su campo quedaría tan seco como el camino? Aquellas rocas las había puesto el Eterno para que la tierra fuese buena y para que las cosechas fuesen abundantes. No vendería sus campos a nadie, ni por ningún concepto. La exuberancia de su producción era algo muy gratificante. Él no era ningún letrado, pero sabía ver la verdad de las cosas prácticas. Existían algunas piedras que alejaban el mal, y aquellas lo eran. Y entonces, pregunté yo, ¿por qué no ponía otras piedras más? Me respondió que quizás un santón lo sabría, pero él ignoraba qué piedras poner, ni dónde. Por lo tanto, cuando se trata de sus tierras, jamás hay que tomar a la ligera los dichos de los agricultores. Y luego este campesino me narró la historia de otro hombre, que también tenía otra piedra en uno de sus prados, una roca que era un menhir soberbio, plantado erecto, de cerca de cuatro metros; y a ese campesino mi amigo le había oído decir: “Quizás no sea a causa de esa piedra, pero desde luego el mío es el mejor prado. Y el que más excelentemente alimenta a las bestias. Y, si supiese cómo, también pondría otras piedras en otros prados. Después de todo, esos antiguos que las pusieron allí ya tenían buenas ideas en la cabeza. Esos antiguos eran más listos de lo que se cree”. Y luego de decirme esta anécdota, mi amigo me deseó buen camino. Estos dos hombres, que sabían de qué hablaban cuando se trataba de su tierra y de su oficio, estaban de acuerdo sobre este punto: las piedras de Alah y las piedras de los antiguos eran, agronómicamente, benéficas. Esta fue, sin más, una de las primeras historias serias y formales que le narré a mi esposa. Y para no quedar atrás, ella contó lo siguiente: Desde muy antiguo cuentan las crónicas que en una villa del reino de Aragón, muy al occidente de nuestro Egipto, hay un templo cuya campana tienen los aragoneses por cosa muy cierta y averiguada el tañerse por sí misma cuando ha de fallecer algún rey o príncipe de dicho reino, o cuando ha de acontecer alguna cosa notable, aunque sea muy lejos de Aragón. Y esto tengo entendido de personas muy serias y dignas de fe, fuera de la fama muy divulgada por todo el reino de Aragón y Cataluña. Dicen que cuando se tañe por sí es en cruz, y tan lamentablemente que quiebra los corazones de los que la oyen en dolor y tristeza. Quieren decir también que fue dada a los primeros reyes de Aragón por privilegio especial, para aviso de su muerte. La iglesia donde está esta campana me dijeron que tiene un altar donde está pintado un obispo con una campana delante, la cual está bendiciendo. Cierta vez, luego de sonar de esta manera, estando todos en Aragón y Cataluña suspensos, esperando por la muerte de algún rey o príncipe (porque, como se tañe, luego corre la fama de eso), dice que no pasaron más de veinte días sin que se siguieran las prisiones de muchos cardenales y obispos que entonces se hicieron, como por los robos que muchos hicieron en las iglesias y reliquias de los santos. Tal es, pues, lo que se cuenta de esta misteriosa campana de la muerte. Y nada más sé sobre ello. Pasaron luego tres días en que ninguno de los dos retomó el tema de las historias, pues nos dedicamos totalmente a darnos mutuamente muestras de expansión y de gozo. Tras de lo cual retomamos el ritmo de nuestras narraciones, haciendo una ella y otra yo alternadamente, separadas pos dos noches de holgorio. Entonces ella tomó la palabra primero, diciendo así: Cuentan las crónicas que en la India vivía, en una época unos años posterior a la Hégira, un hombre a quien Alah había dotado de una extraordinaria cultura, dominando de manera especial la lingüística y la historia antigua, lo que le había dado el privilegio de participar de los beneficios de la corte imperial, rica en todos los lujos al alcance de un mortal. De su carácter se podría decir que era bastante huraño y poco comunicativo, aspecto que se vio especialmente acentuado en los últimos años. Lo visitaban personajes de diversas partes del imperio esperando conseguir de sus labios el relato de alguna grandiosa historia, pero apenas recibía a nadie. Tenía un temperamento fuerte y no dudaba en recurrir a su daga, de la que siempre iba acompañado, cuando alguien no respetaba sus derechos. Habiendo salido de su país siendo aún joven, cuando éste fue ocupado por los ejércitos musulmanes, llegó a Nepal y allí entró en contacto con un misterioso anciano que le habló de la historia del mítico rey Maruf y su tesoro, así como de la legendaria Godihán, ciudad que según las tradiciones más antiguas se encuentra entre las montañas del Tíbet. Fue buscada a lo largo de los años por soñadores y amantes de lo esotérico, y hasta hubo expediciones oficiales con tal fin. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:57:40 (continuación...)
Así es como este hombre, que llevaba por nombre Sauab, quedó tan impresionado por las fantásticas historias del viejo sabio que decidió dedicar su vida a la búsqueda del nuevo tesoro. A pie, a través de montañas y valles selváticos, con todos los peligros que esto implica, atravesó parte del Tíbet hasta llegar al triángulo donde se sospecha que, según la leyenda, los pobladores hicieron desaparecer el cuantioso tesoro, al enterarse de que su rey, Maruf, había sido traicionado por el conquistador Alawiah. Parece ser que dicho invasor había exigido a Maruf, como precio al perdón de su vida, la entrega de treinta caravanas de veinte camellos cada una, y cada camello cargado con diez bolsas de oro y dos de plata. Habiendo reunido tal tesoro y hecho el anuncio correspondiente, Alawiah faltó a su palabra, decapitando al rey derrocado. Por ese motivo es que el tesoro desapareció, y ahora Sauab quería rescatarlo. Una vez instalado en el marco adecuado, emprendió su búsqueda; pero su aventura le tenía preparada una sorpresa a Sauab: en lugar del tesoro del rey Maruf, hizo dos hallazgos de suma importancia: por una parte, minas de oro; y por otra, túneles y galerías subterráneas excavadas a una gran profundidad y construidas con una atractiva perfección. Sauab se había instruido con toda la literatura sobre el tema que se puso a su alcance, lo que, unido a las tradiciones orales, lo había convertido en un verdadero experto en la materia. En sus primeras exploraciones en la selva nepalesa entró en contacto con una tribu de caníbales. Estos salvajes comedores de humanos eran tremendamente feroces y no solían tener relaciones con gente extraña. Sin embargo, con Sauab pasó todo lo contrario, al comprobar que podía entenderse perfectamente con ellos hablando sánscrito. Esto le abrió todas las puertas, pues comenzaron a tratarlo como a un ser excepcional, gracias a lo cual pudo sobrevivir pasando a formar parte de la tribu durante el tiempo que duraron sus indagaciones. Los miembros de esta tribu de caníbales tenían en la cara un tatuaje que a Sauab le interesó desde su llegada. Eran una especie de lunares situados en las mejillas, frente, mentón, nariz y cuello. Cuando cierto día se adentraron en la selva y llevaban varias horas de camino, encontraron a otros dos nativos sentados sobre una gran roca lisa; y ahí se enfrentó con una gran sorpresa: en la roca había un dibujo idéntico al tatuaje de los nativos. Unos pasos más adelante, y cubierta por la selva, se encontraba la entrada de la gruta. Allí mismo, Sauab decidió proveerse de los medios básicos de supervivencia para la exploración y regresaría a ese punto. Su sueño de tantos años estaba a punto de cumplirse. Los caníbales no sabían exactamente lo que custodiaban, pero desde tiempo inmemorial, y generación tras generación, su tribu había guardado el secreto, el lugar sagrado al que no tenían acceso más que algunos seres excepcionales. Y Sauab lo era; por eso, si bien ninguno quiso acompañarlo en su aventura por temor a no regresar jamás, al igual que algunos que lo habían intentado, sí le facilitaron su labor exploradora, no sin antes oír del jefe de la tribu las siguientes palabras: “La gente que vive ahí abajo, en las profundidades de las cavernas, son dioses. Poseen un rayo que mata, y con él pueden cortar rocas y montañas. Mis antepasados y yo mismo hemos visto abrirse la tierra y salir de ella una estrella brillante que se elevó hacia el cielo”. Le dijo también que nunca llegaría al lugar sagrado si los seres que lo habitan no están de su parte. A pesar de todas las advertencias, Sauab tenía sólo un objetivo: conocer el reino subterráneo, aunque ello le costase la vida. Provisto de cuerdas, lámparas de petróleo y algunos utensilios indispensables, así como de víveres para veinte días, inició su aventura hasta llegar a la roca custodiada por los dos guardianes. Una vez en la gruta, descendió por una especie de chimenea que desembocó en una galería cortada en ángulo recto, con las piedras tan bien ajustadas que no pasaba entre ellas una hoja de papel. Fueron muchos días los que Sauab pasó en el interior de los túneles, que ascendían y descendían alternativamente, hasta que un día llegó a la intersección de uno transversal tomando a la izquierda y, después de caminar una treintena de pasos, se encontró en una estancia perfectamente iluminada sin que la luz viniera del exterior, con una gran columna de cuarzo azul en el centro. De esta estancia partían varios pasadizos, con otras muchas orientaciones. Tras decidirse por uno de ellos y caminar unos cuantos pasos, arribó a otra sala con una gran mesa redonda de piedra pulida, en el centro, rodeada de ocho sillones también de piedra, a espaldas de los cuales se abrían ocho puertas, una en cada dirección. Las paredes también estaban tan perfectamente pulidas que hacían el efecto de espejos. Luego caminó por pasadizos de no más de un metro de altura por medio de ancho, con paredes viscosas y suelo resbaladizo. Era como si se tratara de dos mundos diferentes, como dos caminos, como si lo suntuoso y lo absolutamente mísero se entrelazaran de manera natural e inseparable, y desde siempre. Cuando comenzaba a hacer mella en él la fatiga de tanto caminar por una galería, se encontró con una fresca cortina de agua cristalina verde—azulada, como si estuviera iluminada. ¡Cuánta belleza... y cuánta desolación! Era el final del túnel. Como volver sobre sus pasos le tomaría muchas horas, finalmente decidió atravesar la cascada de agua, y su audacia se vio premiada con la luz del Sol después de unos cuantos días en total oscuridad. Se encontraba ahora en una especie de cráter excavado muy profundamente en plena roca, a muchos cientos de metros por encima del valle. Siempre parecía el fin, pero siempre hallaba una solución, una salida. Esta vez, igual que las anteriores, el camino parecía no tener continuidad. Luego de descansar un rato, su intuición le indicó escarbar en el suelo bajo sus pies, y tras haber removido parte de la tierra se encontró con una losa. Después de varios intentos logró levantarla, apareciendo en su lugar un hueco negro en el que se vislumbraba una amplia escalinata. Sin vacilar inició el descenso hasta que, transcurrido largo tiempo y habiendo bajado cientos de peldaños, se sintió empujado a una especie de tobogán por el que se deslizó a una gran velocidad, desembocando en una caverna húmeda y resbaladiza de olor nauseabundo, con un gran lago sobre uno de sus lados. Repentinamente, una sensación de cansancio fue invadiendo su cuerpo, ya casi sin fuerza, mientras cientos de pensamientos angustiosos asaltaban su mente. Sentía que era el fin y que, viniera lo que viniera, lo esperaría allí sin dar un paso más. Poco a poco se dejó llevar por el cansancio, y transcurridas varias horas salió de su trance, ya restablecido y dispuesto a seguir afrontando dificultades cuando, una vez más, una nueva etapa de tan excitante viaje estaba a punto de ser iniciada. Para su sorpresa, el agua del lago había bajado considerablemente de nivel, dejando ver en una pared una puerta que daba a un pasadizo. Esto le hizo pensar a Sauab que el nivel del agua era controlado a voluntad; pero ¿por quién? Desde luego, él estaba dispuesto a averiguarlo, por lo que inició la marcha a lo largo del pasadizo que, como en las etapas anteriores, tan pronto ascendía como descendía. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 05:59:14 (continuación...)
A estas alturas de la expedición ya escaseaban los alimentos y el combustible de la lámpara estaba dando sus últimas luces. De nuevo aparecieron el desasosiego, la duda; pero como si alguien hubiese captado su pensamiento de preocupación y, a la vez, hubiera querido darle una respuesta, una tenue luz empezó a vislumbrarse a lo lejos, haciéndose más intensa a medida que se iba acercando al final del pasadizo. Parecía la luz del Sol, pero... imposible, no podía ser... ¡a tantos metros de profundidad! En efecto, no era la luz del Sol. Era una luz artificial que iluminaba toda la sala, la más impresionante de cuantas había visto hasta ese momento. Todo estaba estático, en perfecto orden. Por un lado montones de oro, más lejos cofres repletos de piedras preciosas, al otro lado armaduras del precioso metal y, en el centro, lo más impresionante: sobre una mesa rectangular de enormes dimensiones, montones de libros con hojas de oro parecían esperar su turno para revelar su secreto, tan bien guardado por siglos. Repentinamente, notó que la intensidad de la luz disminuía hasta convertirse en penumbra. Tras esto, sobre un pedestal al fondo de la estancia, vio a cinco seres cuya altura le llegaría al pecho a Sauab, vestidos con capas metálicas hasta los pies, con ojos oscuros y achinados, y cabeza ovalada, con una banda en el pecho y una esmeralda en la frente. Aún no había reaccionado ante lo que tenía frente a sí, cuando oyó una voz que le decía: - Tu audacia te ha hecho estar aquí después de haber superado las difíciles pruebas a las que fuiste sometido. Tienes el privilegio de ser el primer humano que ha llegado hasta nosotros. Nosotros te hemos permitido llegar. Conocemos bien vuestra civilización. En muchas ocasiones les hemos ayudado, pero cada vez que hemos querido provocar un acercamiento entre ustedes y nosotros, los resultados han sido nefastos. No nos interesa, de momento, una relación con ustedes, pues no están preparados mentalmente y podrían recibir daños irreparables. Toda la historia de ustedes y nuestra, pasada y futura, está en esos libros de la mesa. El planeta ha sentido grandes catástrofes provocadas por la codicia y la soberbia de los humanos. Nosotros tuvimos que exiliarnos, pero no estamos dispuestos a consentir que esto suceda una vez más. Algunos humanos privilegiados, por tener la mente despierta, conocen el secreto de nuestra existencia, aún sin haber descendido a las profundidades... Vuelve con los tuyos. Encontrarás un camino de salida mucho más corto... No toques nada de lo que encuentres a tu paso, o de lo contrario nunca regresarás a la superficie. De repente, los seres se esfumaron dejando a Sauab sumido en una paz incomparable. Siguiendo una estela luminosa bajo sus pies se encontró con la tan añorada luz del Sol, casi en un abrir y cerrar de ojos. Hasta aquí –continuó diciendo mi esposa— llega el relato que hacen las crónicas sobre el aventurado viaje de Sauab. Un relato increíble para el común de la gente por lo fantástico, pero que los “conocedores del secreto” no dudan en admitir, como si de una historia cotidiana se tratara. Luego de lo cual, y durante dos días y dos noches consecutivas, nos dedicamos a nuestras actividades particulares, intercalando una noche de narraciones antes de otras dos de holgorios. De tal forma que completamos cincuenta y nueve jornadas intelectuales con ciento dieciocho de expansiones. Pero no nos adelantemos a los hechos. Así es como, luego de que ella narrara lo suyo, hice yo mi historia, diciendo: Hablan las crónicas de los tiempos antiguos, que en cierta ocasión un ermitaño del Sudán se encontró en el desierto con una hermosa mujer que le pidió quedarse a pasar la noche en su cabaña, con la disculpa de que se había extraviado y tenía miedo de los animales salvajes. Éste, muy seguro de sí mismo, accedió a que la bella joven permaneciera en sus aposentos. Nada más entrar, comenzó a seducirlo hasta que el monje no pudo resistir la tentación y sucumbió a sus encantos. Pero, en el momento en que se iba a llevar a cabo la unión, la joven desapareció inundando el aire con una horrible y estruendosa carcajada. También hacen referencia las mismas crónicas, y a continuación de aquella, a otra leyenda asimismo relacionada con apariciones sobrenaturales. Cuentan que en Abisinia vivía una mujer entre tantas, dedicada a las tareas habituales de su hogar. Había estado sometida a cierta presión nerviosa durante cierto tiempo, a causa de la repentina muerte de su hermana con quien vivía; pero aparte de eso su vida transcurría con normalidad. Jamás fue devota del ocultismo, aunque siempre le interesó de manera superficial. Una noche se fue a la cama, y cuando se durmió empezó a soñar que estaba despierta. Tenía la costumbre de dormir con una lámpara encendida. Soñó que abría rápidamente los ojos y veía a un hombre joven, alto, delgado y moreno, de pie al lado de su cama. La visión le pareció tan real que le preguntó: “¿Quién es usted, y qué está haciendo aquí?” El personaje le respondió que era el Maligno y que estaba allí para hacer un pacto con ella por las almas de dos mujeres que la habían injuriado cierto tiempo antes y que ahora estaban, espiritualmente hablando, en sus manos. Ella le contestó: “Yo estoy soñando y usted es sólo una criatura de mi imaginación. No hay Diablo, y ningún espíritu puede hacer trato con las almas”. “Está usted confundida –contestó el Lapidado- y puedo adoptar la apariencia de un ser humano”. Después le pareció que se sumergía otra vez en el sueño normal y a la mañana siguiente recordó los hechos como un incidente curioso. El Sábado se volvió a repetir la experiencia y ella quiso convencerse, repitiendo las mismas palabras que la vez anterior, es decir, que lo que estaba viendo era un sueño y que el Cheitán no existía. El hombre la miró fijamente e inclinándose sobre su cama le dijo: “Yo estoy aquí, y mañana creerás en mi existencia”. Como el día anterior, tuvo la sensación de sumirse en un profundo sueño. A la mañana siguiente, cuando al levantarse su sirvienta le dio el izar, exclamó: “Señora, ¿qué le ha sucedido en la espalda?” En su espalda estaba grabada la mano de un hombre. La piel estaba como quemada, y esa marca le duró varios días. Sin embargo, las crónicas no registran qué final tuvieron las relaciones entre el Maligno y esta mujer, ni si cerraron el trato que él proponía. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:01:18 (continuación...)
Así es como ella me contó, a su vez, lo suyo: Hace pocos días se cumplieron 20 años en que Amín, entonces con 25 años, se casara en Damasco con Aziza, de 23 años. Como toda pareja tras la boda, salieron de paseo por una semana, pero al otro día Amín dijo a su esposa que se iba a ver a unos amigos con quienes seguir celebrando. No apareció nunca más. La joven mujer, desesperada, acudió primero a su mamá, luego a los familiares de Amín, y por último a la policía. El esposo de veinticuatro horas nunca más apareció. Se le creyó muerto, y la Justicia así lo aceptó, por lo que Aziza volvió a casarse y actualmente tiene tres hijos y es feliz. Sin embargo, cuando nada lo hacía prever, obviamente, Amín apareció en escena y, lo que es más, cuando Aziza le dio que era casada por segundas nupcias y tenía tres chicos, montó en cólera y vociferó: “Ya no se puede confiar en nadie”. Ante semejante reacción, Aziza no se amilanó y preguntó con valentía: “¿Pero dónde estuviste estos veinte años?” La respuesta no mereció más réplicas: “Estuve raptado por los genn malhechores”. Y a la tercera noche llegó mi turno, en el que conté mi historia correspondiente: Vengativo como pocos resultó el maghrebí Torkash, que aguardó nada menos que veinte años para tomar revancha del hombre que en su juventud le arrebató a su querida pretendiente. Víctima de los amigos de Torkash resultó ser Rustem, que se despertó meses atrás con su casa envuelta en llamas. Tras el lógico susto, Rustem escapó y en la puerta lo aguardaba el despechado Torkash, de treinta y siete años, que no conforme con incendiarle la vivienda a su rival, lo tomó a golpes de puño hasta que un vecino los separó, no sin que antes llegara a romperle algunos huesos. Según se supo, el vengador dedicó dos décadas para buscar a Rustem, y finalmente lo encontró. Tal fue mi narración, luego de la cual oí la que surgió de labios de mi esposa, aquella hermosa raptora que tanto gusto me estaba haciendo sentir junto a ella. Dijo: Cuentan las crónicas, y nos ha sido transmitido a través de la tradición durante años, que en un país entre los países, en la época del surgimiento del Islam, vivía un hombre a quien Alah, siempre atento y bien dispuesto hacia sus criaturas, había dotado de un afán insaciable hacia los viajes, haciéndole sentir una curiosidad irrefrenable por las costumbres exóticas a su país y las historias por demás curiosas o anecdóticas de las regiones que visitaba. Fue así como cierto día, a poco de partir de su ciudad natal, arribó al país del Níger, cuyo modo de vida estudió con tanto detalle. Así es como hizo notar muy claramente, y de manera explícita lo manifestó y repitió en sus anotaciones, el hábito que tenían tanto los campesinos en sus haciendas, como los pobladores de las ciudades en la plaza o algún lugar similar, de reunirse por las noches luego de terminadas las tareas de la jornada, a narrar historias junto a una hoguera. Narraciones de todas las épocas y que explicaban muchos de los temores y las inquietudes, a la par que hábitos y costumbres de esa gente. La mayoría de tales leyendas se referían a tiempos muy remotos y sus protagonistas habían ya perdido hace mucho tiempo su identidad real, pasando a ser unos seres mitad legendarios, mitad reales, en la oscura nebulosa de la noche de los tiempos. Otras narraciones por el contrario, tenían su origen en tiempos muy recientes, unos veinte o treinta años atrás, o eran un hecho totalmente actual, cuyos protagonistas eran los mismos que noche tras noche las iban narrando. Sus notas en esta etapa de su viaje dicen lo siguiente: “Viajaba por la zona del río Níger cuando hice pie, en una de mis etapas, en la ciudad de Gao, la cual me ha resultado my curiosa sobre todo en lo referente a sus construcciones, que realizan enteramente con adobe, y alguna rama para darle mayor firmeza al total. Tienen como muy arraigada costumbre los habitantes de este país el reunirse junto a una hoguera, por las noches, a narrar cuentos y leyendas. Cuando yo arribé a esta ciudad y me invitaron a integrarme a la reunión nocturna acepté de muy buena gana, sabiendo que el no hacerlo me acarrearía el desprecio general, además de que el hecho de oír historias distintas y originales ha sido siempre una de mis mayores debilidades. “La primera noche en que me integré, estaba hablando un hombre muy anciano, de cabellos largos y rostro muy arrugado por los soles y los esfuerzos. Contaba una historia a la que había dado inicio justamente esa noche. Decía así: “Mi historia se refiere a una ciudad a la que la leyenda ha asignado el nombre de Xanadú. Parece ser que esta aldea, al igual que tantas como ella, se encuentra bastante lejana con respecto a las demás, y unida a éstas por muy malos caminos. Por lo tanto, es frecuente ver en ella el casamiento de personas estrechamente emparentadas entre sí, y cuyos hijos pueden heredar muchos de los mismos rasgos y características de ambos progenitores. “Uno de los hechos, tal vez el más notable, y por el cual se ha hecho famosa hasta llegar a nosotros, narra que varios médicos han identificado a muchos de sus actuales habitantes como poseedores de ambas naturalezas humanas, es decir la femenina y la masculina, tan mezclada que resulta imposible definirlos con certeza como hombres o mujeres. En total suman cuarenta actualmente, y son todos descendientes, al menos por un lado, de una misma mujer ahora fallecida, y muchos de ellos pasibles de ser rastreados hasta ella tanto del lado materno como del paterno. Evidentemente, la señora en cuestión tenía en su ser “algo” distinto a la generalidad, y lo transmitió a muchos de sus descendientes. Con el tiempo, los descendientes fueron tantos que en algunos matrimonios celebrados dentro de la aldea ambos miembros de la pareja portaban ese “algo”, lo cual aumentaba cada vez más las probabilidades de que sus hijos se desarrollaran con ambigüedad en su naturaleza. De hecho, de los bisnietos originarios de esa mujer, uno resultó ambiguo; entre sus tataranietos hubo seis; entre los hijos de éstos, catorce; y en la generación siguiente, diecinueve. “Durante varias décadas, todos los individuos ambiguos nacidos en Xanadú eran identificados como niñas al nacer y educados en consecuencia. Pero hace unos ochenta años había ya tantos casos de “niñas” que se convirtieron en muchachos llegada la juventud, que los pobladores comenzaron a prestar mayor atención a los órganos de los recién nacidos. Desde esta época la mayoría de los individuos ambiguos fueron reconocidos como varones al nacer o durante la infancia, y criados como tales. Entre los de mayor edad, aún quedaban dieciocho educados como niñas. “Al llegar a la edad adulta, sólo uno de esos dieciocho mantenía su identidad como mujer. De joven se había casado con un hombre, que le abandonó al año. Los otros diecisiete gradualmente se fueron convenciendo de su masculinidad a causa de los cambios aparecidos en el cuerpo durante su juventud. Al principio objeto de burlas, sus confundidas familias finalmente los aceptaron como varones. Quince de ellos se casaron, en uniones donde los roles de pareja son los tradicionales y en general alcanzaron una buena aceptación. No diré que el cambio fue fácil o que no dejó mella emocionalmente, pero en Xanadú fue más completo y halló menos resistencia, por parte de familiares y amigos, que en otros confines del mundo”. “Al terminar esta historia –sigue escribiendo el viajero Odis—, ya nadie más habló esa noche, pues la mañana hizo su aparición por el horizonte de Levante y la reunión se disolvió hasta la noche siguiente, en que otro hombre habló, diciendo estas palabras: “Cuenta el ilustre Al-Sabbak que: “Una vez que Alah hubo creado el intelecto, le preguntó: ‘¿Quién soy?’ El intelecto permaneció mudo. Entonces, dios aplicó sobre su vista el colirio de la luz de Su unicidad. El intelecto abrió entonces los ojos y dijo: ‘Tú eres Alah, y no existe otra divinidad más que Tú’; ya que el intelecto no estaba capacitado para conocer al Todopoderoso, y sólo podía hacerlo por intermedio del Todopoderoso”. “Por otra parte, el insigne Al-Kharraz cuenta que cuando Alí accedió al poder, se compró una camisola y una faja de cinco dirhams. Como la encontrara muy larga de mangas, fue a pedirle a un zapatero remendón que le cortase la parte de tela que excedía el largo de su brazo. Y, concluye Al-Kharraz, no obstante el mismo hombre dividía el mundo en derecha e izquierda, es decir que el hombre más poderoso de su época era al mismo tiempo el más pobre y el más humilde. “Luego, un tercer hombre –escribe Odis— tomó la palabra esa noche, acaparando la atención de su público y hablando así: “Desde muy antiguo, el discípulo está unido a su maestro por un lazo doble de afecto y obligación. Esto es de todos sabido; pero lo que casi nadie conoce es una historia relacionada con esta norma, que implica que el discípulo obedezca todo aquello que le dicta el maestro, aún aquello que parece imposible o desatinado. Si el maestro lo pide, existe alguna razón. Y el discípulo debe aceptarlo, así como debe aceptar cualquier prueba y cualquier verdad. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:03:18 (continuación...)
“En el caso al que hacía referencia, un maestro pide a dos de sus discípulos que vayan a buscar camellos y les hagan saltar un muro. El primero no se mueve, en tanto que el segundo lo intenta, sin lograrlo. Más tarde el primero explica su actitud diciendo que el sentido común y la inteligencia le decían que se trataba de algo imposible. Entonces, el maestro le despide. Luego, se dirige al segundo discípulo y le pregunta por qué había intentado lo imposible. ‘Yo sabía que tú sabías que era imposible –responde el discípulo-; yo sabía que la solución fácil consistía en decir ‘el sentido común me impide intentarlo’, y que solamente un individuo superficial podía pensar de esa manera. Todos tenemos el suficiente sentido común para negarnos a obedecer cuando ello es preciso. Yo sabía, entonces, que tú querías poner a prueba mi obediencia y mi rechazo a las opciones fáciles”. “Así oí hablar al tercer hombre. Y luego de él –continúa escribiendo Odis— otro más intervino, dirigiéndose a su auditorio en las siguientes palabras: “Cuenta la tradición, diciendo del ilustre Attar, famosísimo médico antiguo, que un día en que él curaba a sus enfermos, se detuvo ante su comercio –donde vendía medicamentos- un mendigo y le pidió limosna. Al ver que no se acercaba limosna alguna, hizo entender a Attar que también él terminaría muriendo, y le preguntó de qué manera. “Igual que tú –le contestó Attar-; ahora, dime cómo morirás tú”. “Así”, respondió el mendigo, que se acostó y murió. Después de este incidente, Attar habría renunciado a todos sus bienes para consagrarse únicamente a la búsqueda mística. “Tal es, sin más, mi historia”. “Nada más dijo este hombre, y ya ningún otro habló esa noche, pues estaba a punto de amanecer. Pero a la noche siguiente comenzó a hacer su historia otro hombre, que llegó a ser el quinto que yo escuché. Su narración fue presentada en estas palabras: “En mi época de estudiante, cierta vez mi maestro de filosofía me narró el siguiente incidente de su juventud: “Yo aprendí la gnosis –me explicaba- de un monje cristiano llamado el Abate Simeón. Una vez que lo visité en su celda le dije: ‘Abate Simeón, ¿cuánto tiempo hace que vives en esta celda?’ ‘Setenta años’. ‘¿De qué te alimentas?’ ‘Oh, Hanifita, ¿qué motivo te lleva a hacerme semejante pregunta?’ ‘El deseo de saber’, le respondí. Entonces me dijo: ‘Un garbanzo cada noche’. Le dije: ‘¿Qué es lo que te anima para que te baste ese garbanzo?’ Y me respondió: ‘Una vez al año vienen hasta mí, ornamentan mi celda y hacen una procesión en su derredor en signo de reverencia; en las ocasiones en que mi espíritu está cansado de rezar, pienso en esa hora y soporto las penas de todo un año en función de una hora. Hanifita, soporta pues las penas de una hora por la gloria d la eternidad”. En ese momento la gnosis se instaló en mi corazón”. “Tal fue la historia que mi maestro me narró hace ya varios años; anécdota que ha vuelto a mi memoria luego de todo este tiempo, y que he querido compartir con ustedes esta noche”. Esto dijo el quinto hombre que yo oí hablar, al cual sucedió el sexto, con estas palabras: “Hablan las crónicas del Sudán que, hace ya muchos años, vivía en aquél país una mujer de nombre Farizada y considerada como la santa más importante de cuantas ha habido hasta ahora. Farizada había consagrado su amor a Alah en forma exclusiva y solía obsesionarla el sentimiento de su presencia inmediata. Siempre se negó tanto a casarse como a atenderse cuando estaba enferma, ya que veía en la enfermedad la expresión de la voluntad divina, haciendo caso omiso del fenómeno. “En mi caso –decía- dicha existencia no es, ya que yo he dejado de existir y estoy muerta en mí. Existo en el Creador y soy enteramente suya. Vivo a la sombra de Su mandato”. En otra parte, dice: “Si te adoro por temor al Infierno, quémame en el Infierno; si te adoro en la esperanza del Paraíso, exclúyeme del Paraíso. Pero si te adoro por Ti mismo, no me prives de tu Belleza eterna”. Y a continuación escuchamos al séptimo, hablando en esta forma: “Dicen que cuando Alah era más sabio y más piadoso, hubo en el pasado de las edades un rey entre los reyes, un maestro en armas y en ejércitos, en vasallos y en señores; y este maestro del tiempo y el pueblo fue un opresor para ambos, atrayendo el infortunio sobre sus súbditos y esclavos. “Un día, entre un grupo que hablaba en secreto, fue asesinado en medio del mercado; pero un sabio entre los sabios confortó al pueblo con una profecía, diciéndoles que llegaría un liberador procedente de las nubes. Y el pueblo clamó: “Miraremos a las nubes, pero si los grandes no tienen el poder de salvarnos del tirano, ¿cómo un pobre lo hará?” Y el sabio replicó: “Tened fe, confiad en Alah, pues llegará el día en que del firmamento bajará un niño; un niño desconocido montado sobre una nube. Pero la nube será tan fuerte como una montaña bajo la nieve, y desde las alturas del cielo el niño destruirá al tirano con la flecha de la justicia”. “Esto dijo el sabio al pueblo de la India; palabras que guardaron y supieron recordar día tras día, mes tras mes, en espera del milagro. Y según cuenta la leyenda, un día Shiva tuvo un hijo con una encarnación femenina de Vishnú –dos de los dioses de la trilogía hindú—, que se llamó Manikhanta, al que enviaron a la Tierra para terminar con la mujer—demonio Mahashi, que tenía aterrorizados a los humanos. Manikhanta fue descubierto una tarde por el rey, que encantado por su belleza lo adoptó. El niño creció en la corte y se convirtió en un joven príncipe heredero. Pero la reina, celosa porque su propio hijo, nacido bastante después que Manikhanta, no heredaría el trono, decidió deshacerse de él. Para eso le pidió que fuera al bosque a buscar leche de una hembra de tigre con el fin de curarse de una enfermedad que le aquejaba. Tras muchas vacilaciones, el rey concedió a Manikhanta el permiso para acudir en busca de la leche de tigre, pero le dio para que se alimentase durante el viaje un pequeño turbante negro en cuyo interior se encontraba un coco lleno de arroz. Manikhanta se puso el turbante en la cabeza al estilo indio. Una vez en el bosque el joven se encontró con la mujer—demonio, a la que dio fin en un combate singular, volviendo a la corte acompañado de un ejército de tigres hembras. Viéndole, y comprendiendo su divinidad, el rey y la reina se postraron a sus pies para implorarle que tomara posesión del reino, pero negándose, Manikhanta tomó un arco y lanzó una flecha a través de los aires. La flecha fue a caer en las inmediaciones de una aldea, donde su padre el rey debería levantarle un templo, aún existente en la actualidad. “En el momento del adiós, Manikhanta prometió al rey que cada año se aparecería en la montaña bajo la forma de una luz, después de que dos águilas blancas sobrevolaran dos veces alrededor del templo. Después, desapareció en el bosque”. Tal la historia del séptimo narrador, luego de cuyas palabras hizo su aparición triunfante el esplendoroso Sol matinal. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:05:00 (continuación...)
Pero a la noche siguiente, el octavo hombre se convirtió en el centro de la atención de todos nosotros hablándonos en estas palabras: “Poco antes de fallecer, mi anciana madre nos llamó a mí y a mi hermano, diciéndonos lo siguiente: “Hijos míos, voy a contarles una cosa que he conservado en el fondo de mi ánima como el mayor de los secretos, pero que les daré a conocer pues siento cercano el momento de mi muerte. Escúchenme con atención, que quien sabe escuchar tiene todas las puertas abiertas. “Mi historia se refiere a mi primera infancia, y cómo es que pude continuar con vida hasta hoy. La familia con la que pasé la mayor parte de mi vida no fue aquella que me vio nacer puesto que, una tragedia tras otra, el Destino la fue borrando de este mundo. “Vivía mi familia en esa época en una zona bastante alejada de aquí, por donde corre un río llamado “Río de Oro”, en vista de la abundancia de dicho metal. Dos meses antes de nacer yo, una mañana dicen que mi padre se despertó sobresaltado y presa de una agitación inesperada pues, según comentó rato después, su madre le había llamado desde el Cielo durante el sueño. Así es que todo ese día lo pasó tratando de explicarse dicho suceso; pero, no encontrando ninguna causa que justificase tal aparición en sueños, pronto continuó con sus actividades diarias. Porque debía alimentar a mi madre y a mi hermano. “Pero cuál no sería la sorpresa y la amarga angustia de mi madre cuando, tres días después del incidente, mi padre amaneció fallecido en el lecho matrimonial. Así, y de una asombrosa manera, parecía cumplirse el sueño de mi padre. “Sin embargo, y aunque debió asumir ella sola las tareas rurales cotidianas luego de mi nacimiento, no se encontraba mi madre si compañía, puesto que también vivía en esa casa su padre; es decir vuestro bisabuelo. Poco tiempo después, cuando mi hermano contaba apenas cinco años escasos y yo apenas seis o siete meses, dicen que mi abuelo comenzó a perder el buen sentido y el juicio, hablando incoherencias cada vez con mayor frecuencia, lo que hacía perder la paciencia y la serenidad a mi pobre madre. “Hasta que un día, poco después de salir ella de la casa para cumplir con su tarea, parece que el anciano, en un acceso de locura mayor que de costumbre, tomó un cuchillo de los que se usan en la cocina para cortar la carne y las verduras, soltándolo con cierto ímpetu hacia donde estaba mi hermano; y con tanta mala suerte realizó su trayectoria el cuchillo, que fue a cortar gravemente el vientre de mi pobre hermano, antes de detenerse en su funesta carrera junto a una cama. Así es que, reaccionando repentinamente y viendo lo que había hecho, dicen que este hombre tomó nuevamente el arma y se cortó las venas. “Pero mi hermano, con una heroicidad ejemplar, tomó un retazo de tela gruesa y lo envolvió alrededor de su abdomen. Tras de lo cual me levantó en sus tiernos brazos y me llevó tan lejos como le permitieron sus ya menguadas fuerzas; hasta que llegamos al Río de Oro, junto a cuyas orillas me dio de beber para acostarse rendido por la fatiga y ya no levantarse jamás. Y así es como, desde ese momento y hasta hoy, se le conoce a mi hermano como “El Niño del Río de Oro; porque también de oro fue su alma y su acción, al salvarme de la salvaje locura destructora de nuestro abuelo. “Sobre nuestro destino inmediato pocas son las noticias que tengo. Según algunas informaciones, un pastor de la zona nos habría visto, y alertó de esta manera a mi madre y a los vecinos, que pudieron así salvarme y dar sepultura digna a mi hermano. A él le debo mi vida, y con él subo a reunirme. No olviden esta historia, hijos míos; recuérdenla intensamente, que en sus memorias es donde viviré eternamente, y mi difunto hermano resucitará conmigo de esta manera. “Adiós, hijos de mi cuerpo y de mi alma; me voy hacia otros horizontes. Mi vida se perpetúa en la de ustedes y vuestros descendientes; mi recuerdo también”. “Y nada más nos dijo mi madre a nosotros dos. Fieles, pues, a nuestra promesa, hemos narrado esta historia a nuestras familias. Y ahora yo hago a ustedes partícipes del hecho. Nada más tengo para decirles yo por esta noche”. Así habló, sin más, este hombre, al cual sucedió esa misma noche otro, que llegó a ser el noveno que yo escuché. Habló en estos términos: “Recuerdo que cuando yo era pequeño, mi padre me narró una historia que a su vez le había contado su padre, que había oído de un comerciante muy anciano llegado a la ciudad hacía tiempo. En fin, dice la historia en cuestión que una vez este mercader, volviendo de hacer negocios con las islas de los mares del Sur, tuvo la oportunidad de conocer muchas tribus de todo punto distintas a nosotros. Y pasando por una de estas islas, se dice que vio el templo y la residencia de una serpiente monstruosa, que los habitantes habían elegido por dios, y alimentaban con carne humana. Era del grueso de un camello, tenía treinta pasos de larga, la cabeza muy grande, y los ojos pequeños. Sus mandíbulas, cuando las separaba, descubrían dos hileras de dientes encorvados. Tenía todo el cuerpo recubierto de escamas redondas de gran espesor, excepto la cola, que era lisa. “Este mercader, aunque los nativos no pudieron convencerlo de que este monstruo pronunciaba oráculos, se aterrorizó extraordinariamente la primera vez que lo vio; y su terror subió de punto cuando, al hacer fuego sobre él con una antorcha, lanzó un rugido como el del león, y de un coletazo conmovió la torre entera. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:06:32 )continuación...)
“Parece ser también que estos individuos creen que su situación en el otro mundo será la misma en que se hallen al morir; de aquí su deseo a escapar de los problemas de la vejez. Así, no bien siente alguien aproximarse su vejez, notifica a sus hijos que ha llegado la hora de su muerte. Si descuida hacerlo, los hijos toman el asunto por su cuenta. Se celebra una consulta de familia, se señala el día, y abren la sepultura. La persona de edad puede elegir entre ser enterrada viva o ser estrangulada. “El mercader, de nombre Al-Hadi, que presenció una de estas ceremonias, la describe en los términos siguientes: “Un joven fue a invitarme para que asistiera a los funerales de su madre, que iban a verificarse en aquel momento. Yo acepté la invitación y me uní a la comitiva; pero, sorprendido de no ver a ningún cadáver, pregunté sobre el particular, y entonces el joven me señaló a su madre, que marchaba con nosotros tan viva y animada como cualquiera de los presentes, y no menos satisfecha al parecer. Entonces manifesté mi sorpresa al joven, preguntándole cómo había podido engañarme de esa manera diciéndome que su madre había muerto cuando estaba viva y sana. El joven me respondió entonces que habían celebrado el festín mortuorio, y que a la sazón iban a enterrarla, que era anciana, que él y su hermano pensaban que ya había vivido demasiado, y era tiempo de enterrarla, a lo que la madre se había prestado gustosa. Él había ido a buscarme para que rezase por ella. “Añadió que obraban así por amor a su madre, que movidos por ese mismo amor iban entonces a enterrarla, y que nadie sino ellos podía ni debía cumplir esa sagrada obligación. Yo hice cuanto pude por impedir acto tan diabólico, pero por toda respuesta me dijeron que era su madre, que ellos eran sus hijos, y que debían darle muerte. Así es que llegando a la sepultura la madre se sentó; sus hijos, nietos, y demás parientes y amigos se despidieron de ella cariñosamente; los hijos le arrollaron al cuello una cuerda, dándole dos vueltas, tiraron de los extremos y la estrangularon; después de lo cual la depositaron en la tumba con las ceremonias usuales”. “Tras de lo cual –continúa escribiendo en sus notas el viajero Odis— el Sol apareció en todo su esplendor y ya nadie más contó su historia”. Y luego de esta noche ya no permaneció por más tiempo en la ciudad de Gao, continuando su camino por pueblos y países hasta llegar a nuestro Egipto, donde consignó los grandes progresos realizados por el Islam, destacando la cohesión existente entre todos los correligionarios, así como dejó constancia fiel de haber oído la historia de los hoy llamados “Colosos de Memnon”, que son dos estatuas erigidas en honor de dicho faraón antiguo. “Me dicen –escribe— que en una época, una de estas dos estatuas era llamada “la piedra que canta” por algunos poetas griegos muy imaginativos. Según ellos, Memnón era hijo de la Aurora y de Titón, rey de Egipto y de Etiopía. Al ser muerto en combate por Aquiles, su madre la Aurora suplicó envuelta en lágrimas al poderoso Júpiter que resucitara a su hijo, por o menos una vez cada día. Así ocurrió, pues: cada mañana, al ser iluminado por los rayos de la Aurora, respondía a su madre con un largo y dolido lamento. “Otra leyenda dice que una vez el suelo se movió, destruyendo la antigua ciudad de Tebas y sus monumentos. Así es como una de esas colosales estatuas se partió de arriba abajo hasta la cintura. Desde ese momento, cada mañana al salir el Sol, se oía un sonido largo, armonioso, parecido a un lamento. “Sin embargo, los sabios en sus crónicas afirman que este monumento, y toda la ciudad que aquí se erigía, fueron víctimas del vandalismo del rey Cambises y los sonidos eran producidos por el calor del Sol al penetrar en las frías grietas, que durante las noches heladas perdían todo su calor, y hacía vibrar el aire entre ellas. “Con el tiempo, el Coloso quedó restaurado con el advenimiento del emperador Septimio Severo, y cesaron los lamentos”. De aquí pasa a Damasco, donde registra en sus notas el ascenso al trono de la dinastía Omeya. Lo vemos luego viajando hacia el Sur hasta alcanzar la ciudad de Medina, donde se halla la tumba del Profeta (¡con Él la plegaria y las bendiciones!). “Se dice en esta ciudad de Medina –escribe Odis—, que hace unos años vivió un gran Profeta de nombre Mohamed, es decir “El Muy Alabado” en su idioma, cuyo suegro, cierta vez, habiéndolo ofendido con una palabra imprudente, se arrepintió y, a partir de entonces, llevó siempre al cuello una piedra, que se ponía sobre la boca en presencia del Profeta, a fin de evitar la reincidencia”. Pasa luego por Anatolia y más tarde aún por Persia, para arribar posteriormente a India, donde todavía los ejércitos musulmanes no habían posado sus pies. Llega luego a China, donde en la corte imperial oye hablar, por boca del mismo emperador, la historia del viajero Yuan Chuang, contemporáneo suyo. En sus notas, Odis tuvo buen cuidado de registrar lo que de este hombre oyó decir, consignando que “... cierto ilustrado y devoto budista, llamado Yuan Chuang salió de Singan, capital de Tai-Tsung, emprendiendo un gran viaje a India. Estuvo ausente dieciséis años; regresó en el año 23 de la Hégira y escribió un relato de sus viajes, atesorado como gran libro de la literatura china. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:09:27 (continuación...)
“De infinita credulidad, no pasaba por monumento o ruina sin oír algún relato fabuloso que le concerniera. Las ideas chinas de dignidad literaria le impidieron quizás contarnos detalladamente su manera de viajar, quién le acompañaba, dónde se alojó, y cómo pagó sus gastos. “Enorme fue su viaje. Fue y volvió por la ruta del Pamir, por el camino septentrional cruzando el desierto de Gobi; pasó por las estribaciones meridionales de los Tien Shen rodeando al vasto lago azul de Issik Kul, y llegó a Tashkent y Samarkanda, siguiendo por el Paso de Khyber y Peshawar. Volvió por el camino meridional cruzando el Pamir del Afghanistán a Kashgar; y siguiendo las estribaciones de Kuen Lun, para llegar otra vez a su camino de salida próximo al solitario extremo de la Gran Muralla. Tanto uno como otro camino exigieron duras ascensiones. Catorce años estuvo en India, recorriéndola desde Nepal hasta Ceilán. “Había en ese entonces un edicto imperial que prohibía los viajes al extranjero; de modo que Yuan Chuang salió de Singan como criminal huido, y le persiguieron para evitar que llevara a cabo sus propósitos. Se extravió en el desierto de Gobi, y estuvo dos días con sus noches sin agua; cuando cruzó las montañas, murieron helados doce de sus compañeros. “Hace mención de diversas ciudades y jefes, aliados o tributarios, más o menos nominales, de China, y entre otros del Khan de los turcos, magnífico personaje vestido de raso verde y largo pelo atado con seda. “No dejó de anotar en su libro “Vida” –escribió Odis— el modo en que fue recibido Yuan Chuang por el Khan, quien estaba muy gozoso y mandó sentarse a los recién llegados; luego, comieron y bebieron hasta la saciedad en compañía de música. Después del festín, Yuan Chuang aprovechó a exponer al Khan las doctrinas de las “diez virtudes”, de la compasión por la vida animal y de la emancipación. El Khan, levantando las manos se inclinó, y con alegría creyó y aceptó la enseñanza. “Describe a Samarkanda como una ciudad amplia y próspera, ‘... gran depósito comercial, rodeada de fértiles campos, abundante en árboles y flores, pródiga en hermosos caballos. Sus habitantes son hábiles trabajadores, listos y enérgicos’. “Sin embargo –escribe Odis, comentando el libro “Vida” de Yuan Chuang— cuando la narración se acerca a lo que vio en India, el piadoso e ilustrado peregrino se sobrepuso al viajero, y el libro aparece repleto de historias monstruosas de milagros increíbles. Ya en ese entonces, la fe de Buda se perdía en una selva de absurdos escombros, en una filosofía de infinitos Budas, cuentos de apariciones de pantomima, inmaculadas concepciones por elefantes de seis colmillos, príncipes caritativos que se entregan a tigres hambrientos, templos construidos sobre una sagrada uña, etcétera. Y en competencia con este budismo, minado intelectualmente como estaba, el Brahmanismo iba ganándole terreno, lo cual anota Yuan Chuang muy pesaroso. “Al lado de tantas muestras de gran decadencia intelectual en India, con gran frecuencia Yuan Chuang habla de ciudades arruinadas y abandonadas. La ruina, sin embargo, no era universal; por lo menos, queda mención de ciudades y villas populosas y de cultivos laboriosos. “En su libro “Vida” deja constancia de las dificultades durante el viaje de regreso a China: cayó en manos de unos ladrones, el elefante que llevaba la mayor parte de lo que poseía se ahogó, y le costó mucho trabajo hallar nuevos medios de transporte. “Su regreso a Singan fue un triunfo. Hubo correos que adelantaron la noticia de su llegada. Fue como un día de fiesta; las calles estaban adornadas con alegres banderas y animadas por la música. Fueron necesarios veinte caballos para transportar el fruto de sus viajes. Trajo consigo centenares de libros budistas en sánscrito; también muchas imágenes, grandes y chicas de Buda en oro, plata, cristal y madera de sándalo; además, no menos de ciento cincuenta reliquias de Buda bien autentificadas. Yuan Chuang fue presentado al emperador, que le hospedó en palacio y le hizo referir, día tras día, las maravillas de las extrañas tierras en que tanto tiempo se detuvo. Pero cuando el Emperador le preguntaba acerca de India, el peregrino sólo se mostraba dispuesto a hablarle del budismo. “La subsiguiente historia de Yuan Chuang contiene dos incidentes que iluminan los trabajos mentales de aquel gran monarca Tai-Tsung. Es evidente que la bondad natural de las religiones le parecía a Tai-Tsung la misma bondad fundamental. Y así era natural que propusiera a Yuan Chuang el abandono de la vida religiosa para que se consagrara a sus asuntos extranjeros, proposición que a Yuan Chuang, de momento, no le pareció aceptable. Insistió entonces el emperador en que por lo menos le hiciera un relato escrito de sus viajes, y así se logró este tesoro literario. Por último, Tai-Tsung propuso a aquél hombre tan saturado de budismo que hiciera uso de su conocimiento del sánscrito para traducir las obras del gran maestro chino Lao-Tse, a fin de ponerlas al alcance de los lectores de India. Yuan Chuang rechazó la propuesta, se retiró a un monasterio, y pasó el resto de sus años ocupado en traducir cuanto pudo de la literatura budista que trajo consigo a una elegante lengua china. “Esto es, pues, lo que he podido confirmar de este viajero”. Las próximas noticias que de él se tienen es que viaja por Mongolia, el montañoso país de los invasores nómadas. La Mongolia, con sus áridas y terribles montañas, con sus altiplanos sin límites, ha dado vida a un misterio que es conservado celosamente por los lamas del Tíbet; este mito, ese fenómeno de carácter tan esotérico y misterioso, es lo que ellos llaman Mundo Subterráneo. Cuenta Odis que: “Viajaba yo por el legendario país de los pastores mongoles, cuando en un momento, imprevistamente, mi guía dijo: “¡Detente! ¡Detente!” mientras atravesábamos un altiplano. “Su camello se arrodilló sin necesidad de recibir la orden. El mongol levantó entonces sus manos como en un gesto de adoración, y repitió la frase sagrada: “Om mani paeme hum”. “Los demás detuvieron inmediatamente sus camellos y se pusieron a orar. “¿Qué ocurre?”, pregunté estupefacto, deteniendo mi camello. El guía me hizo una seña para que me mantuviera en silencio, y todos continuaron rezando durante unos instantes; luego volvieron a sus camellos, reanudando la marcha. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:11:34 (continuación...)
“Fíjate –me dijo mi guía-. Los camellos, asustados, sacuden las orejas; los caballos parecen aguardar algo; los pájaros han dejado de volar y los perros de ladrar. El aire vibra suavemente y se oye un sonido que penetra los oídos de hombres y animales. Todos los seres vivientes, asaltados por el miedo, se postran a orar. En este momento, el Rey del Mundo, en su palacio subterráneo, está profetizando el futuro de todos los pueblos de la Tierra”. “Así habló el viejo mongol. Y nada más pregunté yo, pues me di cuenta que él no quería decir más, aunque a todas luces resultaba evidente que este hombre sabía más de lo que habló”. El próximo lugar del que tenemos noticia certera que visitó fue Mul-Java , donde oyó hablar de una singularísima leyenda sobre la creación del Mundo, historia esta que es originaria de las islas ubicadas en los Mares del Sur. Según la misma, los isleños creían que el mundo se reducía en un principio a cielo y agua, sin más que un milano entre los dos; el cual, fatigado de volar de una parte a otra sin hallar un punto de reposo, puso al agua en discordia con el cielo. Este, para mantener al agua dentro de sus límites e impedir que se creciera, la sobrecargó de islas, donde el milano pudiera posarse y dejarlos en paz. La especie humana –decían— nació de una caña grande de dos nudos, que andaba flotando por el agua hasta que las olas la arrojaron a los pies del milano, una vez que él estaba a la orilla. El milano la abrió con el pico; de uno de los nudos salió el hombre, y del otro la mujer. Los dos no tardaron en casarse con el consentimiento de su dios, que causó el primer temblor de tierra; y de esa pareja descienden las diversas naciones del mundo. Lo encontramos luego cruzando el Himalaya, con sus angostos y tenebrosos desfiladeros, a menudo peligrosos para el forastero, ya que frecuentemente terminan al pie de una abrupta montaña y hay que volver sobre parte del camino ya recorrido hasta encontrar la ruta correcta. Cada arriesgada travesía enfrenta, hasta a los más conocedores, a graves riesgos naturales, más serios de los que pueden darse en cualquier otro punto del mundo. Monzones asiáticos, tormentas de hielo y espesos bancos de nubes al ras del suelo convierten cada viaje en una arriesgada aventura. “... me cuenta mi guía en esta zona, que “algunos viajes por estas regiones son auténticas pesadillas. A veces nos vemos obligados a marchar por caminos tan elevados que se nos escarcha contra la barba el vapor de la respiración. Se ha dado repetidamente el caso, cuando la visibilidad es muy escasa, de que más de un viajero inexperto se ha despeñado por el costado del desfiladero. Es algo que ataca a los nervios ver lo que sucede, y saber que es imposible ayudar o evitarlo”. “En esas conversaciones íbamos, cuando de pronto el camino desvió hacia la derecha, bordeando la falda de la montaña a media altura, quedando allá abajo la vista de un valle plano. Inmediatamente debajo de nosotros vimos una gigantesca pirámide blanca. Estaba recubierta de un material blanco resplandeciente, que bien podía ser metal o algún tipo de piedra. Era del más puro blanco por todos lados. Lo más notable era la cima de la pirámide, que parecía una enorme joya y aparentaba ser de cristal. “No hubiéramos podido bajar hasta allá aunque hubiésemos querido hacerlo. No había manera de bajar por el precipicio que nos separaba de aquello. Sin embargo, nos había dejado atónitos la inmensidad de semejante cosa. No había nada en torno a ella... Sólo una gran pirámide en medio de aquél valle. Imagino que sería enormemente vieja. ¿Quién la construyó? ¿Por qué? ¿Qué hay dentro? Supongo que no conoceré nunca las respuestas a estas preguntas ...” Pese a la enorme dosis de curiosidad que embargaba a Odis, continuó viajando por entre montañas y mesetas, hasta dar con el valle por el que discurre el último tramo del río Ganges, “... río sagrado entre los sagrados, y santo entre los más santos de la India”, según sus palabras. Pasa de allí a Delhi, donde vivió en la corte del emperador por espacio de cuatro años, escribiendo durante ese tiempo una detallada crónica de sus viajes para el rey, destacando de manera especial las costumbres de los países hasta ese momento recorridos por él. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:13:59 (continuación...)
En esta ciudad, y por boca del mismo emperador, conoció la historia del verdugo que precedió al actual en la corte, y su desdichado fin. Habló el rey a Odis, efectivamente, de su anterior verdugo, diciéndole que “... durante 35 años fue Akil el encargado de ejecutar a todos los criminales sentenciados a muerte en la capital, Delhi. Después de haber cortado unas 160 cabezas, trató hace dos o tres semanas de cortarse la suya propia acosado por los remordimientos. Pero su mano vaciló, y el ex verdugo sólo pudo hacerse una ligera herida. Ha jurado, sin embargo, que intentará otra vez suicidarse tan pronto como aminore la vigilancia que su familia ha puesto en torno suyo. “Hace dos años que se retiró de esta actividad, y su hijo, que había venido siendo su primer ayudante, le sucedió en el puesto. El anciano ha cumplido la edad de 78 años y tiene ya cierta cantidad de dinero ganado y guardado por lo que recibía de extra en su trabajo; entonces, pues, decidió retirarse de esa actividad. Pero entonces sucedió una cosa extraña: se sintió de repente acosado por espantosas visiones de su vida pasada. Desde entonces, los espectros de sus víctimas le persiguen constantemente, le han quitado el descanso y hacen imposible su sueño. Por huir de ellos es por lo que el verdugo ha tratado de hacer consigo mismo lo que había hecho con tantos otros. Y no es que se le aparezcan fantasmas; no. Razona y explica perfectamente su afección en estas palabras: “Mi memoria se ha convertido en la facultad más poderosa de mi cerebro. El pasado ocupa exclusivamente mi imaginación, y lo hace con un vigor tal que a cada momento parece que estoy presenciando nuevamente las escenas de sangre de las que he sido actor durante mi larga vida. Vuelvo a verlo todo igual que si lo tuviera delante de los ojos: la sangre que brota, los músculos del cuello recién cortados, los cuerpos que se estremecen. “Mis ensueños son horribles; en ellos veo a mis ajusticiados. Sus cabezas cortadas me hacen guiños desde el cesto en que han caído; y aquellos cuerpos descabezados saltan y se sacuden. De todos brota sangre: unas veces a grandes borbotones, y las más de las veces inundando el tablado como si se derramara un líquido de un recipiente”. “Tal es, en suma –prosigue el rey—, lo que dice ver el antiguo verdugo”. Conoció también la historia de Sauab y su viaje por los túneles del Himalaya, a la cual definió como “... leyenda vilipendiosa y falsa, protagonizada por un personaje vil y carente por completo de credibilidad. No es posible ver en su aventura un solo ápice, un único atisbo de realidad ni de verdad. Sucesos como ese no merecen la más mínima seriedad ni confianza al ser escuchados, y deben ser relegados al olvido junto con sus pretendidos protagonistas”. También consignó Odis en sus notas la leyenda, muy extendida en la India, de un leñador que rescató del bosque a dos chicos que vivían en compañía de lobos. Pensó este hombre que pronto se adaptarían a la vida en sociedad, pero no fue así. Los chicos—lobo odiaban a las personas, se comportaban como animales enjaulados, y sólo aprendieron 50 palabras en toda su vida. Tal es la historia que transcribió a sus cuadernos de boca de los mismos pobladores de la India, aunque sin efectuar ningún comentario al respecto. Las próximas noticias que de él tenemos son que visita un imperio más al Norte que el país de los francos, reino aquél que “... está en manos de un rey maestro de la locura, muy amigo de ejecutar a los pobladores por cientos, hacerlos trabajar despiadadamente, ordenar golpearlos con los verdugos, y cientos de horrores más, los cuales me siento incapaz de repetir por la magnitud de sus bestialidades. Los protagonistas principales de estas carnicerías son, sin embargo, honrados ciudadanos que en sus vidas privadas no se diferencian para nada de los demás; poseen todas las virtudes de los pobladores de esta región: el sentido del deber, la eficacia, la capacidad para utilizar su espíritu metódico en sus tareas y llevarlas a buen fin; por descontado, son muy trabajadores”. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:16:20 (continuación...)
Cuando Odis fue presentado por primera vez ante el rey, de nombre Sabur—Schah, sin duda que se sintió decepcionado, a decir por sus palabras: “En el fondo, yo esperaba encontrarme con una especie de monstruo, habida cuenta de los hechos inhumanos que le han sido atribuidos. Sin embargo, no había nada de diabólico en su persona, dando la impresión de ser una persona común y corriente. Era de estatura normal, más bien delgado, y los ojos muy azules. Por toda indumentaria llevaba una camisa blanca, unos pantalones negros y unas sandalias de cuero teñidas de colorado. “Cuando fuimos dejados solos, me preguntó por mis viajes y mi país, a lo que yo hablé largamente de ellos. Luego, él me contó lo suyo. “Me hablaba con voz ronca –es posible que hubiese bebido, no lo sé-; narró, al fin, las matanzas “... que me he visto obligado a llevar a cabo, porque hay quienes se sublevan y arrastran con ellos a parte de la población; la única manera efectiva de sofocar los disturbios es eliminando el problema desde la base”. “Yo –comenta Odis en sus notas- encontraba todo aquello horrible... No estaba precisamente dotado de un temperamento duro, que me permitiese soportarlo todo sin pestañear ni estremecerme. Recuerdo perfectamente lo que experimenté al respecto en aquellos momentos y no me sentía en absoluto a gusto. Temblaba como si terminase de pasar por una difícil prueba. “He abandonado este país rápidamente, no sin notar antes la bondad de su clima y la hermosura de sus praderas, que sin embargo se ven invadidas por la maleza y las alimañas, al no haber una buena administración que estimule la producción, ni casi gente que pueda cuidar de ella, ya que la crueldad imperial alcanza a los habitantes de la ciudad como a los campesinos por igual. Antes de cruzar la frontera, sin embargo, he elevado una plegaria al Creador, invocando un poco de piedad para con estos desgraciados pobladores”. A todo esto ya corre el año 50 de la Hégira, y vemos a Odis que continúa su viaje avanzando hacia el Este del imperio de Sabur-Schah. Luego, ya no es posible seguir sus pasos, y las próximas noticias que de él se tienen es que ha llegado a su país, donde comenzó a realizar una completa revisión de sus notas; tarea que no llegó a completar pues a los dos años falleció en la paz del Creador, perdiéndose de manera lamentable más de los dos tercios del total de sus observaciones. La aventura de Odis fue el viaje más extraordinario que concibió un humano sobre la Tierra, y su espíritu de aventuras, el tesoro más grande de la Humanidad. Ahora vive en la tradición y el recuerdo, entre las nubes del cielo, con sus memorias transformadas en mitos, con sus guías convertidos en símbolos. La Humanidad ve en los seres como él a los vencedores de la Tierra, a los hombres que unieron todas las distancias. ¡Pero Alah es más sabio, y sólo Él sabe en qué lugar se halla el resto de sus preciosas informaciones! ¡Y únicamente Él conoce lo que Odis no tuvo tiempo de transmitirnos! Y nada más habló mi esposa sobre Odis y la asombrosa historia de su aún más maravilloso viaje. Así es como me llegó el turno y pude narrar lo mío, diciendo estas palabras: – Cuentan que en épocas de la Primera Cruzada de los ejércitos cristianos contra los turcos de Tierra Santa, vivía en la ciudad de Damasco un joven, de nombre Soleimán-Schah, que a los 25 años se vio heredero de la gran fortuna acumulada por su padre y sus abuelos, todos ellos joyeros de muy alta estima entre las clases adineradas. Fallecidos sus abuelos en una peregrinación a La Meca, durante la cual fueron asaltados y ejecutados, y muerto su padre algunos años más tarde al tropezar y caer el camello en que viajaba, se encontró en posesión de tres magníficos palacios y cuatro tesoros, que reunidos sumaban tanto como para cargar sobradamente a veinte caravanas de 350 camellos cada una, más cuarenta cavernas grandes como el Templo de la Ciudad Santa, llenas hasta el tope. Y esto sin contar los 2.500 libros de los que llegó a ser único y legítimo heredero, viéndose en la necesidad de construir una sala especialmente diseñada para poder contenerlos. Así es como, y gracias al concurso inestimable de los mejores arquitectos del reino de Scham, logró erigir el edificio más glorioso que se haya levantado jamás en país alguno en honor al saber y la cultura, con seiscientas columnas del más puro mármol blanco y otras tantas arcadas de granito negro, que sostenían una inmensa cúpula de cristal de roca transparente y azul, varias veces más inmensa que la del Templo del Domo de la Roca de Jerusalén. Alrededor de ésta, quince cúpulas más pequeñas completaban la maravillosa obra, rodeada de treinta y cinco grandes ventanales. Y en el centro de ese edificio ordenó construir una tarima con las mejores porcelanas; porque había pensado destinar ese edificio no solamente al cultivo del espíritu a través de la silenciosa lectura, sino también con la ayuda de la palabra hablada, que corre de una persona a otra con la rapidez del rayo. Y cuando estuvo todo listo sucedió que era el día más largo del año, por lo que decidió inaugurarla en ese mismo momento. Así es como convocó a los arquitectos, constructores y amigos, para realizar la presentación formal de la obra; dando para ello una breve explicación de cuál había sido el motivo que lo había llevado a ordenar tan asombrosa obra. Pero no hay utilidad en repetirlo. Al terminar la reunión inaugural, cerró la sesión diciendo: –Los convoco a todos para mañana por la mañana, y así continuar con esta reunión tan amena y distendida. Y al día siguiente, siendo muy temprano, cada uno volvió a ocupar el mismo lugar de la víspera, comenzando a hablar Soleimán-Schah en estos términos: –Ayer por la tarde, luego de terminada nuestra reunión en este lugar, salí a pasear por las calles a tomar el fresco, y de tal manera llegué hasta la Gran Mezquita, donde entré hasta el patio y me senté a contemplar a los demás. Y luego de observar un rato, pude reparar en la presencia de un hombre bastante anciano sentado junto a la fuente de las abluciones, que pedía limosna por Alah, y vestía bastante mal, aunque lucía un turbante bordado con hilos de plata y zafiros. Así es que me acerqué a él, y luego de las zalemas le pregunté, sin poder disimular mi curiosidad, a qué se debía la disparidad en sus vestimentas. Entonces él me respondió así: –¡Ah, mi historia no es una historia común ni vulgar! Porque es tan asombrosa y tan prodigiosa, que si estuviera escrita con agujas en el ángulo interior del ojo, serviría de enseñanza a quien la leyera con espíritu atento. Así es que yo me dije “La experiencia de este jeique debe ser asombrosa entre todas. Lo convocaré para mañana por la mañana luego de la plegaria del amanecer”. Y así se lo hice saber, a lo que él asintió de buena gana. De esta manera es como hoy podemos favorecernos con su conversación. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:18:02 (continuación...)
–Han de saber, mis queridos amigos –comenzó diciendo el anciano—, que en el pasado yo fui un gran militar; y bajo mi mando tenía a un gran ejército de cuarenta mil hombres adiestrados para todo. Y sin embargo, ésta constituía una mínima facción del total de los ejércitos. Así es como, respondiendo a uno de los ataques de los francos, pudimos adueñarnos nuevamente de la mayor parte de las ciudades de Tierra Santa, luego de lo cual nos distribuimos por las calles de las ciudades, dispuestos a repartirnos las riquezas de sus templos y adueñarnos de las mujeres. De tal manera que yo, en mi calidad de jefe, tuve la oportunidad de acaparar en mis manos a no menos de doscientas doncellas de noble origen, en su mayoría emparentadas con los reyes francos o sus principales militares o señores. Y también tuve acceso a sus palacios y casas, donde me adueñé de gran diversidad de objetos. Porque era la ciudad de Homs, y estaba muy embellecida. De esta manera, pues, llegué hasta el palacio de la misma reina, cuyo esposo había caído prisionero, encontrándome frente a frente con su hija, una criatura hermosamente bella en toda su candidez. Y me acometió el deseo de tener relaciones con tan hermosa mujer allí mismo y en ese momento. Pero como al principio se mostrara algo reacia, no encontré mejores palabras para decirle, que “Mira, si me aceptas ahora, mañana serás una de las mujeres más acaudaladas del reino”, con lo cual pareció serenarse y me recibió en sus aposentos, mientras mi ejército continuaba con el saqueo y la ejecución de los rebeldes. Así es como, luego de recatarnos tras el velo del misterio, ella me regaló el hermoso turbante que aún conservo, junto con un magnífico ropón de brocado y un par de babuchas de seda. Y más tarde aún hablamos un poco de ella y un poco de mí. Pero yo tuve especial cuidado de no revelar mi nombre ni mi importancia por temor a que ella se asustase. Así es que, al preguntarme quién era el responsable de aquella despiadada invasión, me limité a contestarle “Ha sido Ibn—Hamdún quien nos ha ordenado hacer esto, y nosotros le debemos obediencia. Si tuviera en mis manos algún poder para evitarlo, con gusto lo haría; pero soy simplemente un soldado más”. No podía revelarle la magnitud de mi importancia, pues también temía algún tipo de represalia por parte de ella. Y sin darme tiempo para más palabras, estalló en un sinfín de insultos e imprecaciones contra el supuesto Ibn-Hamdún, mi imaginario jefe militar, luego de lo cual exclamó: –¡Ah, ese maldito! Él ha ordenado ejecutar a mi padre. Si lo tuviese a mi alcance por sólo un minuto, seguro que lo ejecutaba yo misma. Y al presenciar semejante demostración de euforia, no pude menos que desear con el alma que se abriese la tierra a mis pies y me tragase, para escapar a esa situación tan comprometida. ¡Ah, en verdad que lo deseaba ardientemente! ¡Pues a mí era a quien deseaba ella tener para poder eliminar! Luego, pues, me retiré de esta habitación, aunque ella manifestara a grandes voces su pesar y tristeza, hasta que llegué a la calle. Entonces la jovenzuela dio media vuelta y cerró el palacio de un portazo. Así es como inicié mi marcha por las calles de la ciudad, esperando encontrarme con mis militares, y la tarea ya concluida... Pero lo único que pude hallar fue sus cadáveres, por cientos y miles. Inmediatamente, una duda comenzó a filtrarse en mi ánima, haciéndome reflexionar de manera siguiente: “Cuando ingresamos a la ciudad, ningún militar la defendió ni opuso la más mínima resistencia; a la puerta de cada casa, ni sombra hubo de alguna protección. Así, pues, ¿no cabría suponer, sin atisbo de duda, que los militares nazarenos estarían agazapados por cientos en los patios y sótanos de las viviendas? De esta manera, al abalanzarse sobre los míos, éstos estarían en una cantidad muy inferior a ellos y perecerían sin oponer resistencia al estar muy dispersos e incapacitados para defenderse de tan inesperado ataque”. Eso es lo que pensé, y eso parecía haber sucedido. Caminé de esta manera durante horas, hasta que alcancé a llegar a la puerta de una iglesia, en cuya escalinata me senté a descansar. Un caballo, solitario y cabizbajo, caminaba entre los muertos, chapoteando en la sangre de los míos. Poco a poco, luego de que mis sentidos se acostumbraron a ese espectáculo tan siniestro y me recuperé a medias de mi aturdimiento por tal sorpresa, comencé a oír ciertos rumores que provenían del interior del templo cristiano. Entonces reparé en que las escalinatas estaban manchadas de sangre... ¡Los ejecutores de mis soldados estaban dentro, diciendo misa! No pude dar crédito a mis sentidos, y cometí la torpeza de entrar para ver y convencerme de tal cosa. ¡Ojalá nunca lo hubiera hecho! Apenas ingresé, cuando el sacerdote me señaló con un dedo, gritando a la multitud: “¡A él, a él! ¡Aún queda uno! ¡Matadlo, que es enemigo de la religión!”. Por milagro escapé de allí con vida, no sin sentir antes cómo rasgaban mis vestimentas con sus armas o con sus manos directamente. Descendí las escalinatas casi volando, y logré alcanzar al caballo que había visto pasar unos minutos antes, al cual subí, con lo cual pude adelantarme a mis captores, que estaban aún fatigados por la lucha. Así es como atravesé las murallas por una de sus innumerables aberturas, y continué cabalgando llanuras y lomas, hasta perder de vista la ciudad y sus habitantes. Luego, las praderas dejaron lugar al desierto, donde creo que hubiera perecido yo también si no hubiese existido en mi ruta un mísero oasis donde pude dar de beber a mi caballo, haciendo yo igual cosa. Y de esta manera creo que hubiéramos secado todo el oasis, de no haber sido que nos interrumpió en la tarea un hombre muy anciano, que se acercó para hablarme en estas palabras: –¡Ah, mi amigo! Veo que estás en aprietos, porque nadie se aventura por estas zonas viajando solo y a caballo. Sé que vienes huyendo derrotado; tu aspecto me lo dice. Ven, quédate aquí; nadie te molestará. Hay suficiente alimento. Olvida tus obligaciones. En este lugar, el que se establece vive una vida de paz que es el preludio de la que hay en el Paraíso, aunque no encuentre a las huríes de ojos lánguidos. Tras la sorpresa inicial que me produjo oír aquella voz y ver ese hombre en un lugar que yo no pensaba habitado, contesté que no había llegado hasta aquí con ánimo de quedarme, sino que huía de los ejércitos francos. Tenía, pues, idea de continuar hasta Damasco. –Larga será tu marcha, mi amigo –replicó el anciano—. Descansa aquí unos días, que ya tendrás tiempo de seguir tu camino. Podrás reponer tus fuerzas en paz, que ningún enemigo te molestará. Personalmente, no me interesaba la propuesta, ni me entusiasmaba la perspectiva de quedarme en un oasis olvidado por todos los humanos. Sin embargo, y para no desalentar al anciano, acepté vivir ahí por tres jornadas. Y entonces me tocó oír la más curiosa historia que saliera jamás de boca alguna. Porque el anciano apenas cesaba de hablarme algunos minutos cada día: los necesarios para tomar sus alimentos; luego continuaba. Ahora ya no recuerdo gran parte de sus palabras; estoy anciano yo también, han pasado muchos años desde entonces, ¡y fue tanto lo que habló ese hombre, que apenas podía ir razonando lo que me decía! Además debía yo confiar todo a mi memoria, puesto que no tenía ningún papel donde escribir ni una frase, ninguna palabra que me rememore sus comentarios al detalle. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:20:26 (continuación...)
A pesar de todo, lo recuerdo hablándome de cómo logró huir del ataque de los Cruzados cuando hicieron su aparición en Antioquía. La matanza fue atroz: de los diez mil habitantes que existían solamente se salvaron cuatro, que huyeron en una carrera desesperada, de un oasis a otro. Uno de ellos murió en el desierto, y los otros dos en distintos lugares montañosos. Solamente ese hombre, ahora anciano y sin fuerzas, había llegado hasta el oasis en que lo encontré. Me explicó que, al ser ese un lugar muy apartado y de difícil acceso, no tenía de qué temer, además de encontrarse ya sin fuerzas para continuar. Sin embargo, el detalle de los hechos realmente me hizo sentir náuseas más de una vez. Cuando el ejército Cruzado se aproximaba a Antioquía, hubo algunos musulmanes que se les adelantaron y dieron la voz de advertencia en la ciudad. A pesar de todo, el poderío franco fue subestimado a lo mínimo, y en vez de organizar una mejor defensa o emprender una huida anticipada, no reinó mejor idea que adquirir abundantes alimentos y agua para poder soportar así un sitio que se suponía sería breve. Lamentablemente las previsiones fallaron, pues el ejército de los cristianos estaba integrado por veinte mil hombres, una pálida muestra de los que vendrían tiempo después; provistos, también, de grandes cantidades de comida que fueron obteniendo de los campos y ciudades ya capturados. Así, pues, y luego de una resistencia de diez meses, las reservas de la población comenzaron a escasear de manera manifiesta y no hubo otra solución que organizar una macabra selección de quiénes debían morir. De esta manera, los escasos militares de la ciudad repartían todos los días un papel precintado a cada habitante: aquella hoja que portaba un círculo blanco sobre fondo negro significaba la salvación de su destinatario por un día; y la que era totalmente negra representaba el veredicto de muerte, que era prontamente llevado a los hechos. Evidentemente, esto se hacía para que los sobrevivientes recibieran algo más de comida cada día. Pero indefectiblemente llegó el momento en que los alimentos ya no se encontraron; y esa fue la jornada más negra de la historia hasta ese momento: al abrir las puertas de la muralla, los francos se lanzaron al asalto de la ciudad, pasando enteramente a cuchillo a todos los pobladores, excepto a tres amigos suyos y el anciano mismo, que lograron fugarse a través de un túnel secreto de ellos cuatro, excavado desde una casa próxima a la muralla, y que lograron terminar de abrir en esos momentos tan críticos. Partieron luego, cada uno en un camello, dispuestos a cualquier sacrificio con tal de salvarse de los atacantes, y de tal forma se internaron en el desierto con dirección al Sur. A tres días de viajar, el más joven de los cuatro falleció al morir su caballo por la fatiga y la sed. Los demás continuaron la marcha, pero una semana después, ya encontrándose en las primeras elevaciones precursoras de las montañas de Tierra Santa, un suceso inesperado vino a dividir al pequeño grupo, separando al anciano de sus acompañantes: éstos sostenían que debían continuar por entre las montañas a través de sus valles, mientras que el anciano aseguraba que el obstáculo debía ser eludido viajando hacia el Este; finalmente, cada uno tomó su camino, y el jeique fue el único que logró salir con vida y llegar al oasis en que se radicó. Es de suponer que sus compañeros hayan muerto, pues no los volvió a ver. Esto es lo que recuerdo –continuó diciendo el hombre del valioso turbante— de la historia del anciano del oasis. Luego de lo cual me marché de ese hermoso, si bien que solitario lugar, hasta que llegué a Damasco, esa ciudad embellecida con los jardines y las aves, donde me enteré que ningún otro hombre de los ejércitos musulmanes había podido salvarse de la ejecución a cargo de los Cruzados. Y este es el motivo que me ha llevado a vestir de manera tan extraña y dispar, además de ser esa la razón que me impulsó a mendigar limosna. ¡Pues solo, ya no soy sino un pobre desheredado, sin alguien a quien dar órdenes ni nadie de dónde recibirlas! Tal es mi historia. Esto es lo que dijo el anciano a Soleimán-Schah y a toda la concurrencia de la biblioteca de su propiedad, luego de lo cual se silenció. Tras esto, la reunión se disolvió hasta el día siguiente por la mañana, y el dueño del dominio encaminó sus pasos, igual que la víspera, hacia el patio de la mezquita, donde se sentó a contemplar la gente con la esperanza de ver otro individuo extraño que le contase una historia curiosa. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:23:55 (continuación...)
Así es como encontró, en el lugar que el día antes ocupara el jefe militar, a un hombre de mediana edad, que estaba vestido con un cuero de oveja apenas suficiente para cubrirle sus partes más íntimas. Estaba este individuo acostado de espaldas hacia el suelo, con los brazos muy extendidos y la cara mojada. A ratos se incorporaba, pedía alguna limosna, y volvía a tomar la misma posición, para comenzar con unos extraños movimientos de brazos y piernas, con los que se arrastraba. Y luego pedía limosna nuevamente sentado. Tan extraña le pareció la actitud de ese individuo a Soleimán-Schah, que se acercó a él preguntándole sobre la causa que lo motivaba a hacer algo tan descabellado en vez de trabajar; porque era un hombre que aún tenía capacidades para ello. Y la respuesta que recibió no fue menos original que el individuo de quien emanó: “Te arrastrarás de espaldas como en el agua lo hace el pez, mojada con agua tendrás la tez, no cubrirás tu cabeza con el hermoso fez, ni lavarás tu cuerpo aunque sucio lo ves”. “Mi historia, amigo, es tan extravagante y loca, que ya nadie la cree ni repite aunque yo la jure por sobre toda mi miseria, que es la mayor del mundo. Si quieres divertirte oyéndola, dame una limosna, y otra más, y aún una tercera muy pequeña. Luego hablaré”. Y mientras eso decía, no cesaba de agitar los brazos y piernas, mojando su cara y toda su cabeza en la fuente de las abluciones. Entonces le dio lo que él solicitaba, y lo citó para el día siguiente al amanecer, en la sala de la lectura y las conferencias. Llegado, pues, el momento de narrar la historia a toda la concurrencia, este extraño hombre se comportó con el mayor de los aplomos y con una intachable seriedad frente a todos sus oyentes, diciendo esto: “¡Ah, mis amigos!... Mi experiencia en este mundo no es nada común, y para el que la escuche, será fuente de enseñanza y muy importante lección para todos. “Yo nací en la bella ciudad de Alepo, y allí pasé mi infancia y primera juventud. Un día, cuando contaba unos doce o trece años, una adivina les auguró a mis padres que yo sería un hombre muy poderoso durante cierto tiempo, con muchas personas bajo mi poder, pero que luego fracasaría estruendosamente y me vería reducido a la miseria más grande. Y luego recitó la mujer estas palabras: “Te arrastrarás de espaldas como en el agua lo hace el pez, mojada con agua tendrás la tez, no cubrirás tu cabeza con el hermoso fez, ni lavarás tu cuerpo aunque sucio lo ves”. “Y nada más dijo aquella misteriosa mujer. “Pero pronto anidó en mi corazón el amor hacia las batallas, y de esta manera fui escalando posiciones en el ejército imperial, hasta llegar casi a lo más alto, momento en el cual los francos hicieron su aparición en Tierra Santa. “Sí, en mis épocas de mayor esplendor yo fui un poderoso militar que tenía al mando a un ejército de veinte facciones, cada una de las cuales estaba integrada por diez mil soldados adiestrados para todo; y era mi deber el indicar sus actividades, entre guerra y guerra, de manera que los entrené hasta “sudar sangre”, de tanto que les exigía. Tal vez me excedí, pero era la única manera que tenía yo en aquella época de hacerme respetar. Y debo confesar que, en las batallas, nadie me falló. “Pero no constituía, con mis legionarios, más que la tercera parte de todo el ejército imperial, no debiendo yo dar declaraciones más que a nuestro jefe, hagg Abú-Giafar Abdalah, que a su vez rendía cuentas únicamente al emperador en persona. “Así es como llegó el primer grupo de Cruzados, tomando ciudad tras ciudad, sembrando el pánico entre pueblerinos y campesinos, y nosotros reaccionamos a esta agresión al Imperio y a la Fe tan pronto como nos fue posible, sitiando a las ciudades invadidas y forzando a la rendición a los enemigos. “Sin embargo, y a pesar de mis recomendaciones de humanidad para con los vencidos, mis soldados se abandonaron a una cruel matanza, vengando la sangrienta derrota acaecida a nuestros hermanos musulmanes de las ciudades atacadas. Bien es cierto que les di orden de ejecutar a los principales jefes, pero ellos extendieron este permiso a casi todos los cristianos, dejando apenas a los más debilitados o los heridos. Y así continuamos, ciudad tras ciudad, hasta que los francos fueron diezmados casi por completo de nuestro Imperio. ¡Pero todo esto, y sobre todo lo último, muy en contra de mi voluntad! No tenía reales intenciones de exterminarlos. “Hasta último momento continué pensando en una conversión inesperada por parte de los francos ...” Durante los días postreros de estas batallas, con sus milicias extenuadas y reducidas a la más mísera de las expresiones, se lanzó a los caminos de la derrota, seguido por los pocos esbirros que le quedaban. En Acre, en Hebrón, vio traslucirse en las caras de sus acólitos, a las que conocía bien, una expresión totalmente nueva, el deseo ardiente de verle desaparecer. Una especie de horror místico, en el que se conjugaba el miedo con la hipocresía, empezaba a crear el vacío en torno suyo. Ante sí se alzaba el antiquísimo anatema que persigue a todo verdugo. Fue hasta Tiro, en la costa del mar, donde se había refugiado el alto jefe de todas las milicias, hagg Abú-Giafar Abdalah. El jefe le ofreció un sorbete y acortó la visita lo más posible. Ibrahim, escoltado por sus secuaces, se lanzó al monte de los cedros libaneses; tenía cierta idea –él, que nunca había sido soldado, jamás había avanzado con el ejército enemigo pisándole los talones, que no había combatido más que contra los vencidos que debía rematar—: la de convertirse en guerrillero. Entonces, ante tanta ceguera, uno de sus principales subalternos, Akil, solicitó hablarle a solas: “Capitán –dijo él—, usted está señalado como criminal. Nosotros no. Hemos discutido esta cuestión a fondo. Creemos que haría un gran favor a todos sus camaradas dejándonos y nombrando a otro comandante”. Así fue como Ibrahim se enteró –¿pero comprendió realmente todo lo que implicaba?— que los suyos le habían rechazado de forma definitiva. “Así es como el camino del Destino me condujo hasta Damasco, donde he hallado la paz en el desconocimiento de sus habitantes y en la mayor de las miserias, que vela y oculta todas las identidades”. Esto dijo a toda la concurrencia el segundo hombre original que Soleimán-Schah encontrara en el patio de la mezquita. Y ninguna otra palabra relacionada con su historia pasada o su situación actual volvió a pronunciar este hombre, llamado Ibrahim. Así es como la asamblea se levantó hasta la mañana siguiente. Y entonces Soleimán-Schah se dirigió nuevamente hacia el patio de la mezquita, como lo había hecho los días anteriores; e inmediatamente vio a dos hombres, uno de ellos con barba más blanca que el otro, reunidos junto a un pequeño árbol, plantado sin duda ese mismo día, y que lamentaban a grandes voces su desdichado destino. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:27:07 (continuación...)
Luego de contemplarles por algunos minutos, y como no acertara a comprender exactamente el significado de los lamentos y comentarios, avanzó hasta ellos interrogándolos por el origen de tanta tristeza. Y a tal pregunta, ellos le respondieron: –Ah, nuestra aflicción y pesar se remontan al origen de nuestras vidas, hace más de cuarenta años. Somos hermanos, hemos nacido el mismo día y de la misma madre. Pero nuestro dolor espiritual es tan hondo y tan propio, que hemos resuelto no revelarlo a nadie que no sea lo suficientemente culto como para comprenderlo y apreciarlo en su verdadera magnitud. Y además, exigimos una limosna para cada uno de nosotros. Sólo así accederemos a hablar. “La historia de estos hombres debe ser muy exclusiva y fuera de lo común para que sean necesarios estos requisitos –pensó Soleimán-Schah—. Ahora les daré el dinero que piden y los citaré para mañana por la mañana”. Y al día siguiente, en medio del grupo de atentos amigos de Soleimán-Schah, los hermanos comenzaron el relato de su desdichada vida, contando cada uno un poco. Esto es lo que dijeron a la concurrencia: –Nuestra vida, desde el día en que nacimos, se ha visto reducida a una penalidad continua y un pesar seguido de otro, cada uno mayor que el anterior. Seis meses antes de venir al mundo, nuestro padre recibió la visita de un beduino del Sur, que habitaba, según le dijo, cerca de la Ciudad Santa de La Meca; este hombre –a quien, por otra parte, nuestro padre no conocía— le hizo la promesa de grandes riquezas y tesoros inmensos, si le acompañaba en un largo viaje a través de las montañas del Alto Egipto, aquellas que ven nacer el río Nilo. Y para afirmar sus palabras, dejó sobre una mesa una bolsa con algunos puñados de monedas de oro, con las cuales nuestra madre podría adquirir alimentos y ropas para ella y nosotros durante la ausencia de su esposo; diciendo, además, que ese era un simple adelanto de lo que vendría después. Luego, no se volvió a ver nunca más a ninguno de los dos. Llegado, al fin, el día de nuestro nacimiento, ambos vinimos al mundo muy normalmente; pero a nuestra madre pareció no irle tan bien pues entregó su alma al Creador (¡sólo Alah es el Único Viviente!), y fuimos adoptados por nuestro tío, que era un hombre que marchaba por la senda de Alah. Esto sucedió en la ciudad de Alepo, de donde nos trasladamos a Ispahán al cumplir nosotros ocho o nueve años. Allí recibimos educación hasta los catorce o quince años, y luego un nuevo traslado nos llevó hasta Konia, donde nuestro tío, que era el único sostén que teníamos, falleció en la paz del Señor. Y nosotros no pudimos distinguir ya el día de la noche por la angustia que nos causaba su muerte, y el hecho de pensar que no conocíamos ningún oficio con qué ganarnos el sustento diario. Así es como ingresamos a una cofradía religiosa, en ese entonces recién fundada por un místico de nombre Al—Ghazzálí. –Allí pasamos algunos años bajo su cargo hasta que llegó a las puertas del convento un hombre en busca mía –continuó diciendo el de barba más blanca—, diciendo que me necesitaba. Así es que me despedí de todos, quedando mi hermano en el convento, y yo partí con el desconocido, un hombre más bien pequeño y delgado pero con unas miradas de un negro chispeante fuera de lo común. Muchas veces no necesitaba ni hablar para darme una orden; le bastaba con mirarme fijamente unos segundos para que yo sintiera, de una manera muy especial, que él me observaba y al mismo tiempo me volviese hacia él. Luego, con otra vista, me transmitía sus deseos. Era algo que resultaba casi instantáneo, y rara vez nos hablábamos para intercambiar pensamientos u órdenes de tipo técnico. Sólo hablábamos cuando tratábamos otros temas. Y así transcurrieron veinte días, durante los cuales viajamos siempre con dirección Noreste, hacia el Cáucaso. Sin embargo, mucho antes de llegar allí cambiamos de rumbo sorpresivamente, girando al Sur y marchando hasta el Nefud, amplia llanura arenosa en el desierto. Por fin, a lo lejos comenzamos a ver una pequeña prominencia que rompía la monotonía del paisaje. Cuando le pregunté al beduino qué era aquello, me contestó: “Nuestro destino”. Como el Sol estaba ya muy cerca del horizonte, debíamos levantar campamento antes de llegar a ese lugar, y pasar otra noche más en nuestras tiendas. Al día siguiente, al salir el Sol me desperté y encontré a mi guía haciendo unos cálculos sobre un papel, que procuró mantener fuera de mi vista. Poco rato después recomenzamos la marcha, hasta que llegamos a destino a mediodía o poco antes. Nos encontrábamos frente a un inmenso bloque de piedra muy alto y asombrosamente pulido por la arena del desierto circundante. Caminamos unos minutos hacia la derecha rodeando este macizo rocoso, hasta que llegamos a una grieta ligeramente más ancha que una persona, que se internaba de manera recta hasta donde puede llegar la vista. Entramos en dicho corredor y nos sumimos en las penumbras de su masa, teniendo sobre nuestras cabezas una angosta y lejana franja de cielo azul. Marchamos así durante cierto tiempo; el sol, en su camino por el firmamento, se filtró por el pasillo rocoso iluminando desde lo alto nuestro paso, y continuó su viaje sidéreo dejándonos nuevamente en la sombra. Luego subimos por una pendiente moderada, y llegamos a una altiplanicie ligeramente más elevada que el resto del desierto, y con un alto murallón de roca rosada por el lado Norte. Esta sería una etapa decisiva en nuestro viaje, y de ella dependía el éxito o el fracaso de todas las privaciones vividas. Caminamos unos minutos más, y llegamos hasta una alta columna de roca marrón, gruesa en su base como una persona y alta como una gran palma, que terminaba en una punta sumamente filosa. Unos pasos más lejos, hacia el Norte exactamente, había un inmenso círculo dividido en doce partes iguales, cada una subdividida en treinta secciones idénticas; por fin, cada una de las doce reparticiones poseía un bajorrelieve distinto, representando algo totalmente nuevo y desconocido para mí. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:29:36 (continuación...)
El beduino me habló de aquello diciéndome que estaba relacionado con los planetas, el Sol y los astros de una manera armónica que era necesario conocer muy a fondo para comprender correctamente. “Mañana –continuó diciendo— estimo que seremos testigos de algo muy importante a mediodía. El extremo de la sombra de aquella columna pasará desde acá –y señaló una de las secciones— a esta otra, que le sigue. Será asimismo el día más largo del año. Si sucede como he calculado, no sólo que podremos continuar nuestro viaje, sino que deberemos realizarlo a toda prisa para no perder ni un solo día. Si el desplazamiento de la sombra ya se ha producido, entonces estamos perdidos, puesto que deberemos espera un año hasta que se repita nuevamente; pero no estamos capacitados para tan larga demora”. Así habló este hombre, luego de lo cual dormimos hasta el día siguiente, cuando al amanecer nos levantamos y él estuvo toda la mañana controlando el curso de la sombra, que se acercaba más y más al anillo consabido. Y cuando apenas lo rozó, el beduino soltó una expresión de sorpresa y luego prorrumpió en una serie de manifestaciones de alegría y euforia que a mí me dejaron más perplejo y turbado aún. Era la primera vez que lo veía tan expresivo, pues de ordinario daba la sensación de ser un hombre casi antipático, de tanto que medía sus palabras. Todo había salido bien, y podíamos continuar nuestra marcha. Pero ¿qué significaba todo aquello? ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué era ese círculo cubierto de símbolos, y esa columna repleta de inscripciones, que debió leer el beduino para saber cómo emplear el sistema? ¿Qué relación tenía esto con nuestro viaje? Y, sobre todo, ¿qué importancia podía tener sobre nuestras vidas algo aparentemente tan antiguo y abandonado por todos? Había en aquél lugar y en estas actividades tal cantidad de hechos inconexos y ajenos a mi vida común, que me hallaba más y más confuso a cada hora. Porque las cavilaciones aumentaban mis intrigas. De este modo, continuamos nuestra marcha hacia el Sur, hasta que arribamos a una región que de antiguo recibe el nombre de Arabia Feliz, aunque a mí me pareció ser la región más triste de la Tierra, con sus poblados medio arruinados; los oasis casi despoblados; y los profundos valles de los ríos, secos como en ninguna otra parte es posible ver. Sin embargo, aún hay allí gente que sobrevive. ¿Qué nueva y extravagante idea tendría este hombre? Al fin y al cabo, ¿para qué manejos misteriosos me necesitaba? Yo no me atrevía a preguntarle, y él parecía empeñado en no querer revelármelo. En ciertos momentos, hasta daba la impresión de que ni él mismo sabía lo que quería hacer, aunque en otras ocasiones no mostraba sino una resolución fuera de lo común. Parecía que en él se debatían dos fuerzas contrarias, dispuestas a derrotarse mutuamente o destruir al sujeto que dominaban. Eso me pareció en aquél entonces, y eso me sigue pareciendo aún hoy, luego de tantos años. Por fin, en un momento de lucidez, se decidió a virar nuestro paso hacia el Oeste hasta que llegamos a las costas del Mar Rojo, donde encontramos, al borde de un acantilado, un inmenso cráter en forma de cono invertido, por el que descendía un camino imitando el diseño de un interminable espiral que se recostaba contra la pared del foso. A lo lejos, en el fondo, pudimos distinguir tres pequeños puntos negros, que se correspondían con sendos túneles hacia las entrañas de la Tierra. Entonces me ordenó que acarreara, hacia el lugar donde estábamos parados, absolutamente todas las ramas, hojas, y de ser posible también los troncos secos de los arbustos miserables que allí había. Me especificó que debían estar totalmente secos, pues así lo exigía el rito; y si había una sola madera verde o húmeda, la ceremonia fracasaría de manera lamentable. Cuatro horas después, agotado, di por terminada mi labor. Por unas cuantas horas más ya no podíamos hacer más nada, debiendo esperar a que se hiciera noche cerrada para continuar. Por fin, cuando la oscuridad se había adueñado de la región, encendimos una hoguera con toda la leña recolectada por mí, a excepción de un solo tronco. Éste debía yo mantenerlo erguido entre el borde del cráter y la hoguera, mientras el beduino bajaba hasta el fondo. Con el paso de las horas la hoguera, que iluminaría la marcha de este hombre terminaría por consumir toda la madera; pero para ese entonces ya los primeros rayos del Sol alumbrarían la zona. Aún así, debería yo continuar de pie sosteniendo el improvisado poste hasta que me fuera avisado. Luego de estas explicaciones, comenzó este hombre su marcha descendente. Todo sucedió tal como había sido planeado y explicado, y cuando mi guía estuvo de nuevo junto a mí, me dijo: –Muy bien, ahora que está todo dispuesto, podrás bajar tú. Deberás hacerlo con total seguridad hasta que llegues al final. Cuando llegues al fondo te detendrás frente a la gruta central, harás tus oraciones, y podrás internarte ya sin peligro. ¡Pero mucho cuidado con sentir miedo! En ese caso, la roca te aplastaría y estaríamos perdidos. A medida que avances por el túnel, comenzarás a sentir un ligero murmullo que terminará por convertirse en fuerte rugir: son las olas del mismísimo Mar Rojo, que golpean el acantilado. Deberás avanzar hasta que llegues al borde mismo del túnel, que está a igual nivel que el agua. Entonces deberás buscar una estatuilla en forma de ave en actitud de volar. Como no hay ahí muchos rincones donde pueda estar oculta, será fácil de hallar; pero si no logras encontrarla, yo me convertiré en estatua de piedra, mientras que tu hermano y tú mismo se verán reducidos a la mendicidad hasta el fin de vuestras vidas. Esto dijo el beduino, y eso es lo que yo creí. Porque no sospechaba que el Destino, desde el fondo de sus designios misteriosos, me tenía reservada la más cruel de las sorpresas. Al llegar al final del túnel, en su desembocadura con el mar, la luminosidad era muy tenue a pesar de lo que se podría suponer en primer momento, por lo que mis ojos no pudieron distinguir, en un rincón en tinieblas, sino una forma más o menos parecida a un animal. Rápidamente la tomé en mis manos, agradeciéndole a Alah la facilidad con que había hallado la estatuilla; pero no tuve la precaución de cerciorarme si representaba realmente a un ave o no. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:31:35 (continuación...)
Pero cuando nuevamente salí a la luz en el fondo del cráter, mi horror no conoció límites cuando, en vez de transportar entre mis manos un ave, vi que poseía la figurilla de un pez, tallado de una manera bastante burda. Realice nuevamente mis plegarias antes de introducirme por segunda vez al túnel, deposité la estatuilla en el lugar donde la había encontrado, y busqué mejor el pájaro que se me había solicitado... pero no lo pude hallar. No pudiendo resignarme a mi aciago destino, asomé la cabeza en dirección al mar, busqué en todas direcciones, pero fue inútil. Aquello estaba decidido a no aparecer. Durante todo el camino de regreso estuve tanteando las paredes y el suelo, palmo a palmo, en busca de lo inexistente. Cuando por fin llegué arriba, al final del camino en espiral, el beduino ya no estaba, ni con su aspecto humano ni como estatua. Lo busqué, lo llamé con toda la fuerza de mi voz, clamé por él, pero todo fue inútil. Los dos camellos aún estaban allí, por lo que forzosamente debía haberse ido caminando. O tal vez se había introducido en alguno de los otros túneles, aprovechando mi demora. Pero yo no sabía lo que debía hacer para entrar en ellos, así que desistí de buscarlo en esos lugares. Debía contentarme con recorrer las inmediaciones del cráter por si lo veía, y esperar un poco más. Pero todo fue inútil. Cuando di por terminada mi tarea, y me disponía a descansar un rato, reparé en un pequeño montón de cenizas de color rojizo. Eran los restos del beduino, que se había reducido a casi nada a causa de la inexistencia del ave de piedra, y por los cambios que hice, evidentemente, con la estatuilla del pez. La primera de sus profecías acababa de cumplirse, en cierta medida. Su segundo vaticinio también comenzó a hacerse realidad cuando, al intentar emprender el regreso, me vi totalmente indefenso en una región hostil y totalmente desconocida para mí. En esos momentos, hallándome solo e ignorante de muchas cosas, me sentí el hombre más miserable de la Tierra. Cuando, seis meses después, por fin logré llegar a Konia y reunirme con mi hermano, él me comunicó que también se hallaba en la indigencia. –Efectivamente –continuó diciendo el otro hombre–, unos diez o tal vez quince días antes de reencontrarme con mi hermano, tuve un sueño curiosísimo, en el cual se me apareció una bellísima hurí de lánguidos ojos negros y apasionada expresión, bajada directamente del Paraíso, y a quien Alah enviaba expresamente para comunicarme que huyera en ese mismo momento del convento, sin portar conmigo más que la vestimenta que tenía en ese instante; porque según me lo expresó la hurí, el monasterio sería destruido. Nada más me dijo, y yo huí tal como me fue ordenado. ¡Y cuál no sería mi sorpresa cuando, cinco días después, el edificio en su totalidad caía aplastado por obra de los genn malhechores! Desde entonces, no hemos hecho otra cosa que vagar sin rumbo fijo y pedir limosna por Alah a los transeúntes, hasta que llegamos hasta esta ciudad y ese templo, donde hemos hallado gente generosa que ha sabido ayudarnos, y con la sabiduría de escuchar y comprender nuestra historia. Y mientras esto sucedía en Damasco, en Tierra Santa eran expulsados por los creyentes de Alah los últimos ejércitos francos, quedando esta tierra bendita nuevamente en posesión de los seguidores del Profeta Mahoma (¡sean con Él la plegaria y la paz, y la más selecta de las bendiciones del Creador!). Y entonces fue que Soleimán-Schah pudo contraer matrimonio, obteniendo así la única joya, el único tesoro que aún le faltaba para completar la totalidad de sus riquezas: una refrescante presencia femenina, que viniera a llenar la carencia de felicidad de que él adolecía, y que había estado buscando en los hombres y mujeres convocados a la sala de su biblioteca. ¡Pero Alah es más sabio todavía! Estas fueron mis palabras y mi historia. Y la noche siguiente fue, finalmente, la última de mi encierro; pero no se destacó esta precisamente por mi bienestar: estaba distraído de todo, y solamente absorto en la idea fija de la liberación. Se había transformado en algo así como una obsesión. De alguna manera, temía que sucediese algún imprevisto que me impidiese salir y retomar mi vida normal. Como la casa poseía un pequeño patio con plantas, no cesaba yo de entrar y salir, incapaz de sentirme a gusto en un lugar determinado por mucho tiempo. Hasta que por fin me acosté, pasada la medianoche, teniendo luego reiteradas pesadillas, en las que siempre veía cadenas y grilletes que se rompían. Así es como desperté al amanecer, cuando se oía la voz del almuédano invocando a la plegaria de la mañana; entonces nos levantamos y vestimos. Con gran impaciencia y asombro veía yo que pasaban los minutos y las horas de este día, que debía ser el Gran Día de mi redención, sin oír que se abriera la puerta de calle, ni nadie que me decía: “La puerta está abierta, Kassem. Puedes marcharte”. No... Nada de eso ocurría, y me sentía desfallecer a cada minuto. De esta manera escuché el almuédano a mediodía, de tarde, y al anochecer, cuando la anciana me llamó diciéndome: “Ven, Kassem. Por esta noche eres libre, y hasta el próximo amanecer. Si sucede que mañana oscurece antes de que retornes, habrás perdido a tu esposa, que te considerará divorciado. ¡Ese es el trato!” Y nada más me dijo. Así es que yo salí corriendo y anduve hasta llegar a los límites de la ciudad. Aún continué marchando un poco más, deteniéndome luego y caminando a intervalos. Tenía esperanzas de llegar hasta El Cairo de alguna manera. No fui a visitar a mi amiga soltera, aquella encantadora que me había cautivado con su delicioso candor. Tampoco visité a Aziz; ya no me interesaban ni él ni su maravillosa gruta repleta de monedas de oro y plata. En ese momento me sentí abandonado, y pensaba que un puñado insignificante de monedas que pudiera darme él no arreglaría la situación. Así que continué mi marcha. (continuará...) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 13 de Febrero 2005, 06:36:08 (continuación...)
La Luna Nueva, pequeña como un trazo de pincel, parecía sonreírme sobre el horizonte de Poniente; anunciaba el comienzo de un nuevo mes. Y de una nueva vida en libertad para mí. Entonces, y como si nunca antes lo hubiese hecho, aspiré por la nariz muy profundamente el aire fresco de la noche, y mientras eso hacía elevé mis ojos hacia el cielo estrellado, agradeciéndole al Creador los beneficios concedidos a Sus criaturas. Y marché feliz, con el corazón y el alma llenos de una alegría y un entusiasmo juvenil que a los veinticinco años y medio con nada se desvanecen... . FIN DEL RELATO . EPÍLOGO: Mucho es lo que me han manifestado estos mis dioses; sin embargo, aún no me han revelado el significado de estas palabras que bullen y se agitan inquietas en mi mente: “¿Es el cazador el que ha reunido en torno de sí al rebaño de gacelas o, por el contrario, éstas lo han atrapado a él?” FIN NOTA FINAL: Tras haber terminado de copiar cuidadosamente el manuscrito, luego de haberlo corregido y puesto a punto adecuadamente, he tenido buen cuidado de destruirlo. Si el Destino, en uno de esos recodos del camino de la Vida, me escribe la prosperidad gracias a mis obras, no quisiera que el original, de puño y letra mío, fuese tomado por reliquia máxima. Para hacerle desaparecer, pues, sin que queden huellas palpables de su existencia, me he tomado la molestia de aniquilarlo por medio del fuego, y sus cenizas arrojadas al recolector. Queda, pues, como única evidencia de su presencia en este mundo, la “Nota Final”, escrita expresamente para consignar su fugaz realidad en lo material. Sin más, me despido. ¡Heil, hagg Hussein Ardechir!.- (final del libro) Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: Karycya en 14 de Febrero 2005, 20:23:41 Muchas gracias Roy por tu trabajo... !!! -besito -besito -besito Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 17 de Febrero 2005, 03:02:22 Muchas gracias Roy por tu trabajo... !!! -besito -besito -besito Lo hago con mucho gusto, mi estimada, siempre es un placer postear en cualquiera de los subforos. :P Incluso lo tomo como una especie de compromiso o cuasi obligación al tema de participar, compartiendo trabajos personales como los relatos, las fotografías, etc. A la vez de pertenecer a un grupo, me gusta colaborar, intervenir, "poner el hombro"... -oeoeoe :D :D Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: Hikari en 17 de Febrero 2005, 13:47:14 Muchas gracias por dejarnos leerlo!! -aplaudir -aplaudir
Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 19 de Febrero 2005, 03:39:17 Muchas gracias por dejarnos leerlo!! -aplaudir -aplaudir Y muchas gracias a Uds. por tomarse la molestia de leerlo, ya que me dais ánimos para postear otros relatos algún día más adelante. Entiendo que sea un poquitín extensa la historia en su conjunto, y por ello mismo es que agradezco a quienes me dedicaron unos minutos y se tomaron el trabajo de leer aunque más no sea algunos párrafos salteados. La historia globalmente considerada, y muchos de los breves relatos individualmente considerados, contienen muchas claves sobre mi vida, :o vivencias 8) y convicciones; >:D leerlos "entre líneas" es una labor casi detectivesca -cabezon -cabezon que, para quien llega a conocerme con cierta intimidad, puede ser ciertamente reveladora de mis ideas y/o personalidad. ??? ??? ;D ;D -ok -ok Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: Karycya en 19 de Febrero 2005, 16:33:57 Muchas gracias Roy por tu trabajo... !!! -besito -besito -besito Lo hago con mucho gusto, mi estimada, siempre es un placer postear en cualquiera de los subforos. :P Incluso lo tomo como una especie de compromiso o cuasi obligación al tema de participar, compartiendo trabajos personales como los relatos, las fotografías, etc. A la vez de pertenecer a un grupo, me gusta colaborar, intervenir, "poner el hombro"... -oeoeoe :D :D Roy.... ya es la segunda vez que leo tu historia...... y la verdad me ha encantado !!!....... Mmmmm .......puedo copiarla y tenerla en mi pc? -besito -aplaudir Título: Re: GÖTTERDÄMMERUNG (EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES) Publicado por: RP en 21 de Febrero 2005, 03:22:24 Roy.... ya es la segunda vez que leo tu historia...... y la verdad me ha encantado !!!....... Mmmmm .......puedo copiarla y tenerla en mi pc? -besito -aplaudir Por supuesto que puedes copiarla a tu PC, cariño; para mí es un honor muy grande el que me haces, al preguntarme eso, y tu elogio me llena de una enorme felicidad. Puedes hacer con esta historia lo que más desees, incluso imprimirla y encuadernarla si es de tu comodidad; también, si gustas, eres libre de reenviarla a otras personas o diferentes foros. Justamente, por eso decidí publicarla aquí, con el fin de darla a conocer a la mayor cantidad posible de personas, sabedor de la cantidad de miembros que posee el foro, y la cantidad de visitantes que entra cada día, sin ser foreros. A la vez de componer algo, me agrada darlo a conocer, ya que no me gusta tenerlo para simple deleite personal. Y muchas gracias una vez más por tus amables palabras de ponderación. Me alegro que te haya agradado. -bye -bye -besito -besito |