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Soplan vientos marineros, cambios, nuevos horizontes, Canela se obsesiona. Como cada lunes repaso, me concentro, concentro, borro, controlo el dolor de cabeza. Hago y rehago. Leo. Leo. Tacho. Escribo. Ordeno. Me peino. Canela busca, busca la perfección. Frustrada transige con el resultado. Yo solo quería evitar correcciones. Me encantaría ser  crédula dejar pasar la tarde mirandome el ombligo... no puedo. no puedo.

Canela recobra su consciencia al amanecer. No puede dormir, echa de menos su voz. Transita de estado desconcertada. La ducha aclara restos de sueños. La radio le habla mientras bebe café. Canela escucha una canción, "volveras" Alejandro  Fernandez vaticina. Canela llora por lo que dejo perder. La calle oscura tiene silencio, y aire fresco. ¿Se avecinan cambios?...
Hoy ha sido un día raro, Canela cuenta y comprueba listados, y los números ya no son números. Se acercan, se alejan, les saluda por su nombre de pila. Le son característicos y personales. Los ve combinar entre sí, con lógica los junta y los separa, los ordena. Canela se sumerge en cálculos y recuentos y las horas le vuelan. La mañana se le hace noche. Odia las matemáticas. Me cuesta hablar, me siento extranjera, no entiendo el idioma. Encuentro mundos nuevos entre las páginas. Busco espacios de quietud en las bibliotecas, me siento en un rincón. Siento un respeto profundo, imagino amanuenses y copias únicas de textos. Me pierdo entre los versos y los recuerdos.

Canela se siente distinta, no es ella. No siempre. Depende. Cuando se oye al hablar es. Cuando oye hablar no es. Puede ser y no ser. Y no miente, o sí, pero no lo sabe. Soy una mujer compleja, cocinar me relaja... coje una parte de harina, media de azúcar, tres huevos, un vasito de aceite y un sobre de levadura. Tamiza, remueve, pon a punto de nieve, mezcla y enmolda. Hornea durante el tiempo en que leas dos capítulos, y después deja enfriar dos capítulos más. Luego haz una crema de canela, corta frutas y ralla chocolate.
Guarda el pastel en la nevera. Esperaremos que haya algo que celebrar.

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Los cambios son siempre difíciles de aceptar porque rompen con nuestra rutina agridulce, nos ponen a prueba pero no siempre tienen porqué ser desastrosos. Podemos aprender de ellos y, sobre todo, de nosotros mismos ante ellos  -bye