Título: Tu clítoris en mis labios Publicado por: Erotico en 13 de Enero 2007, 21:36:07 Me encanta llevármelo a la boca. Escondo mis
dientes entre los labios, rodeo el clítoris con ellos y lo unto muy bien de mi saliva hasta que quede casi tan mojado como lo están sus labios -sus "otros labios- porque sé lo desagradable que es la falta de humedad para esas faenas. Luego doy tres o cuatro pasadas suaves con la lengua y al final comienzo. No sólo uso la boca, sino que tambien me ayudo con las manos. A veces lo hago para que se erice de nuevo, suplicante, lo que ya se fué relajando y otras, casi todas, sencillamente porque me encanta. En eso soy como un chico. Me llevo todo a la boca. Pero no me encanta porque sí, ni de nacimiento. Es un gusto adquirido, como el sushi. La primera vez que lo probé, sólo pensaba en usar bien los palitos y en lograr llevarme a la boca ese bocado tan grande sin dar arcadas. La segunda no me pareció gran cosa, aunque ya podía empezar a distinguir entre el sashimi, un anago maki y un ebi tempura. La tercera, ya manejaba divinamente el tamaño del bocado y me concentraba en la explosión que hacía el wasabi en mi nariz. De ahí en adelante todo empezó a ser tan natural que me volví un adicto. Nunca supe con exactitud en qué momento empecé a comer sushi con ese placer tan especial. Lo que sí sé es que jamás habría sucedido el milagro si los comensales que me acompañaron aquella primera vez se hubieran burlado de mí o me hubieran obligado a probarlo a la fuerza. Lo mismo con el sexo oral. Todo lo que sé de este arte milenario lo fuí aprendiendo poco a poco, con el esmero del alumno más aplicado. Y como en todo lo que se aprende, necesité mentoras para poder pronunciar la "eme" que resulta de ese acto delicado y delicioso. Es cuestión de práctica y paciencia. Lo primero que les he oído a ellas cuando hablan de sus parejas es que a veces no se encuentran satisfechas con el trabajo. No es que quiera defenderlos -ni siquiera llegué a conocer a esos tipos- pero a veces ustedes pretenden que uno se aventure a bajar hasta allá sin recibir una sola palabra como incentivo. No me refiero a que nos den instrucciones previas todo el tiempo, pero sí a que nos hagan sentir sin reprimir ningún gesto, ningún gemido, ningún grito, los momentos en que el placer es tan intenso que las pone en las nubes. Una de mis mentoras en el arte de recorrer los húmedos territorios, me acariciaba el pelo con una mano, se ponía la otra detrás de su nuca para poder verme entre sus piernas y luego me decía: "No hay un ángulo en el que te veas más lindo". Por supuesto, yo siempre quería que me viera desde ahí. Otra, más reciente, sabía lo importante que era recordarme mucho después de haber vivido el momento -me lo decía al oído en una reunión con amigos, cuando los demás estaban entretenidos o distraídos con algo- lo mucho que le había gustado mi boca llena. Si de entrada a alguna se le hubiera dado por tomarme de la cabeza para moverla a su ritmo, como en una película porno, hubiera logrado en mí un ligero desencanto. Ese tipo de presiones sólo genera cosas negativas, lo mismo que cuando un hombre demuestra demasiada precaución. Las palabras deben surgir cuando se está teniendo "el otro sexo oral" y no durante el acto mismo. Una pregunta suele tomar por asalto a un hombre ocupado en estos menesteres: la eterna incógnita de si estará haciéndolo "realmente bien". Esto es crucial, especialmente cuando todo es unilateral y no existe ningún tipo de retroalimentación. Aunque hay una lengua trabajando y es la nuestra una mujer jamás podrá imaginar no solo qué maravillas puede aportar a ese instante si se masturba mientras un hombre la recorre, sino que además eso es de lo más excitante que yo jamás haya presenciado. Porque lo importante es que si nos muestran qué tanto se puede apretar y con qué ritmo es que les gusta la cosa, empezamos a entendernos mejor. A una mujer le diría que en ese momento, en el supremo instante de un hombre entre sus piernas, no dejen que les metan los dedos en la boca. Es que los dedos de un caballero en los labios de una dama -los "otros" labios- ahogan el placer de los gemidos y susurros antes de que nazcan. Pero a mí sí; a mí que me metan los deditos en la boca, sobre todo si son como ese otro dedito que tienen las mujeres allá abajo, minúsculo y húmedo, que cuando lo rozo con mi lengua crece como una flor japonesa cuando la meten en el agua. Por un dedito así yo abro la boca una y mil veces. Con un beso (donde quieras) de G.(tu punto G.) Título: Re: Tu clítoris en mis labios Publicado por: BIGFOOT46 en 16 de Enero 2007, 19:19:16 Una vez me dijo la que compartía mi lecho aquella noche
que a través de sus pezones se conectaba con su sexo Después de aquella confidencia supe conectar sus pechos con sus más íntimos deseos, de manera que cada vez que deseaba saber si estaba receptiva para amar rozaba suavemente sus pezones casi sin tocarlos imperceptiblemente se estremecía si deseaba seguir o me rechazaba con gran desilusión por mi parte. Según supe después, con los años, y en otros casos Que pueden ser similares los efectos de esas conexiones femeninas internas. Ahora puedo decirte que a través de los pechos de la mujer se abre la puerta del sexo, el camino para saborear el por mí más deseado tesoro, por la manera de acariciarlos se puede abrir la escotilla que desata el deseo de ser amada el más profundo de darse entera de una vez, y te contaré que en alguna ocasión hasta lo he podido degustar en la primera cita, curiosa mujer aquella, gustaba tanto del sexo oral que a veces se olvidaba que yo la esperaba después de sus orgasmos encadenados, en fin, en cuestiones de sexo nunca se acierta del todo. -juasjuas |